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Crítica - El Tren

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'El silencio hablado'

07/10/2003 - Por LChana

(4/5)

Se trata de una superproducción ferroviaria rodada en Francia, blanco y negro, entre 1964-65, y dirigida por John Frankenheimer. Hay quienes ven en esta película bélica un cierto formato “Western” o quienes la podrían calificar de “Road movie”, pero sobre todas las cosas es un film épico. La historia se sitúa en París, en agosto de 1944, pocos días antes de que las tropas aliadas tomaran la ciudad y se expulsara definitivamente al ejército alemán. Pero el Coronel Von Waldeheim (Paul Scofield) decide embalar obras de Gauguin, Renoir, Matisse, Picasso, Miro… y llevárselas consigo hasta Alemania en un tren. Ciertos avatares hacen que Labiche (Burt Lancaster) un inspector ferroviario y miembro clandestino de la resistencia francesa, sea el conductor de dicho tren. La resistencia, acostumbrada a volar trenes alemanes, ahora tendrá que ingeniárselas para procurar que el tren no sufra el menor daño a la vez de impedirle llegar a su destino.

Como dije antes la película es en blanco y negro, algo que le confiere un cierto grado de “documento” histórico a la vez que nos sitúa de inmediato en el ambiente de la II Guerra Mundial. La fotografía es magnífica y el director sabe sacarle partido con un manejo extraordinario del plano corto y la luz, como por ejemplo en los contrastes de las caras de los protagonistas llenas de grasa y carbonilla del tren, realzando la expresión o la falta de ella en sus rostros. Es una película de emociones tibias, y que, pese a las muchas escenas de acción sobre la red ferroviaria francesa, explosiones y choques de máquinas, no es espectacular; el director no se recrea en ellas. Prefiere hacerlo en el drama humano de la resistencia francesa contra las tropas invasoras: hombres anónimos que luchaban y cuyo castigo de ser descubiertos sería el fusilamiento.

Y llegados a este punto de “drama humano” os hablaré de los personajes. Empezaré por <<ellas>>: Christine (Jeanne Morean) que regenta un hotel, y Villard (Suzane Flon) que es la encargada del mantenimiento del museo; ambas actrices francesas. Sus papeles son secundarios pero su presencia no pasa desapercibida en los pocos minutos que tienen: son mujeres que en vez de resignarse ante la situación crecen en su austeridad, no desvelan sentimientos, no hay pasión, pero por sus miradas se sabe que dentro de ellas bulle un mundo que la guerra a desterrado.

Los papeles de los dos protagonistas, Labiche y el coronel Waldheim, están cruzados: Labiche trabaja para los alemanes organizando las vías desde su torre de control, pero en realidad es un miembro activo de la resistencia; el coronel roba los cuadros del museo moderno con la excusa de que su valor es mayor que el oro, pero lo que le mueve es su pasión por el arte y la pintura. La ama profundamente y por esos cuadros es capaz de mentir a sus superiores o de matar.

Todos los actores, en especial Burt Lancaster, hacen un esfuerzo físico extraordinario durante toda la película. Todos en continuo trabajo como metáfora, supongo, a ese esfuerzo diario, gota a gota, que debía ser plantarle cara a un poderoso ejército con tus manos y unas pocas herramientas de trabajo.

En esta obra yo señalaría un tercer protagonista: el tren. Es el centro de todo, el nudo desde dónde todo parte, es la trama, es el conflicto y a la vez la solución. Es la última oportunidad del coronel Waldheim de llevarse (como diría nuestro amigo Gollum) su tesoro, y regresar con cierta gloria junto a un ejército derrotado. Por otro lado es “la gloria de Francia”, frase que se repite varias veces en el guión; es el arte de un pueblo aunque algunos pintores no sean franceses, es la historia de Francia, el alma. Un pueblo sin historia no es nada, pero ¿qué es más importante: la gloria de un pueblo o las vidas humanas?

Destacaría los últimos veinte minutos de película y los muchos silencios del guión, tan importantes como lo hablado, y que son aprovechados para el plano corto y el juego de luces al que antes hacía referencia. La música es de corte épico, una vez más discreta pero acertada.

 

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