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Crítica - Margot y la Boda

Poster

'Pretenciosa y aburrida'

19/06/2008 - Por Korben Dallas

(1/5)

Margot y la Boda
Director: Noah Baumbach
Intérpretes: Nicole Kidman (Margot) / Jennifer Jason Leigh (Pauline) / Zane Pais (Claude) / Jack Black (Malcolm) / Ciarán Hinds (Dick Koosman) / Flora Cross (Ingrid) / Halley Feiffer (Maisy) / John Turturro (Jim)
Duración: 91 minutos
Sinopsis: Después de años peleadas, Margot decide enterrar el hacha y acudir con su hijo Claude a la boda de su hermana Pauline con un artista desempleado llamado Malcolm. Pero los conflictos pasados y el fuerte y destructivo carácter de ambas convierten [...]
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Estreno en España: 20 de Junio de 2008

CRÍTICA



Margot (Nicole Kidman) es una escritora de éxito con personalidad destructiva. Sus relaciones familiares se ven afectadas por el egoísmo y la inestabilidad emocional que la caracteriza, los más afectados son, lógicamente, los más allegados: su hijo, Claude (Zane Pais), un adolescente indeciso y profundamente alterado por los extraños ademanes de su madre; y su hermana con la que no se habla desde hace años, Pauline (Jennifer Jason Leight), a cuya boda hace referencia el título de la cinta.
A modo de reconciliación con su hermana, Margot acude a la que fuese su casa familiar en la que viven Pauline y su prometido, Malcom (Jack Black) para asistir al enlace, creando una atmósfera turbia llena de reproches por hacer y de conflictos por explotar.


(Más imágenes en su galería)



Noam Baumbach, escritor y director del film, se llevó el gato al agua hace un par de años con Una Historia de Brooklin, un film independiente que analizaba los pormenores de un matrimonio de forma introspectiva, reflexiva y considerablemente pesimista. Ahora regresa a las pantallas con un film que, de antemano, parece hermano del anterior, al menos en lo que a su planteamiento argumental se refiere. De nuevo ahondamos en la relaciones familiares (que verdaderamente son el estigma incurable de la sociedad norteamericana, a juzgar por la obsesión que demuestran por ellas) a través de los ojos de los que siempre se llevan la peor parte del asunto, los que se quedan escaldados con las inseguridades de los adultos, esto es, los menores, y más particularmente los adolescentes, siempre más pendientes a sus modelos de comportamiento, constituyéndose un círculo vicioso de inmadurez e incapacidad de desarrollo vital.
Sin embargo, por más que el tema y la intención estén latentes y soslayados en el film, antes que nada, parece pretender declarar sus principios formales, dejando bien claro en todo momento que lo importante para él es su forma terriblemente independiente, intentando epatar al espectador con su estilo chocante y directo, mitad dogma, mitad John Casavettes pero que, en la modesta opinión de este que suscribe, ya están bastante manidas y no resultan novedosas ni enriquecedoras para nada que no sea marear y aburrir. Así, entre el traqueteo de la cámara al hombro y las escenas entrecortadas a hachazo limpio en la mesa de edición, aliñado todo ello con encuadres a cada cual más pretencioso (¿en qué momento los directores “outsiders” decidieron que sus películas también debían competir no solo como productor de cine, sino también como fotografías de galería de arte?), su afán por destacar como cineasta profundo, a ratos se diluye con su interés desmedido por ser más contemporáneo que nadie y todo queda vacío, en una nebulosa de pretensiones decoradas y muy resultonas, pero que carece de todo el trasfondo psicológico que prometen sus rebuscados diálogos.

Resulta imposible no hablar de la actriz principal, una Nicole Kidman que regresa a su lado más alternativo, enfrentándose a un rol aparentemente difícil y complicado, el cual le pone en terreno farragoso por la indecisión tanto de ella a la hora de entregarse al cien por cien con el papel, como de un director que tal vez no es capaz de sacar todo lo que podría de un personaje quizá demasiado rocambolesco y oscilante, cuya inseguridad e inestabilidad dan pie a grandes escenas para que la Kidman pueda explayarse con su talento, pero que al final resultan tan vacuas como el resto de la cinta. Es curioso como una actriz como ésta, de tan importante renombre en Hollywood, que casi podría ser considerada icono de esta época, ha salpicado su carrera de títulos pequeños que enriquecen su interesantísima trayectoria, trabajando con directores de lo más variopintos, con mayor o menor fortuna, pero que han labrado una filmografía excepcional para una actriz de su calibre. La lista es de órdago, de Gus Van Sant a Stanley Kubrick pasando por Jane Champion o Lars Von Trier, la australiana no tiene reparos en ponerse en manos de autores para lograr los papeles más interesantes, quizá con este afán decidió ponerse en manos de Baumbach, por más que la jugada en esta ocasión no le ha salido tan redonda como cabría esperar.

Por el contrario, resalta entre todo el reparto con una fuerza bestial su partenaire Jennifer Jason Leigh, mucho menos laureada que su megafamosa compañera pero que también cuenta con una excepcional carrera a sus espaldas (si cabe aún más reivindicable, por más que haya sufrido sus altibajos) y que defiende su rol de Pauline con entereza y entrega total. Una interpretación arriesgada y descarnada que, sin duda, resulta lo mejor de la cinta, por más que tenga que lidiar con un Jack Black imposible de creer y la mencionada Nicole, demasiado fría y lejana, como si no hubiera estado en el set la mitad del rodaje.

Margot y la boda es un film pretencioso y aburrido, que no ahonda donde debería indagar y que pasa por encima de los conflictos en pos de una puesta en escena minimalista al mismo tiempo que retorcida, jugando con multitud de metáforas de baratillo (como el ratón muerto en el fondo de la piscina, que podría estar sacado de un argumento desechado de Bergman por facilón), y de situaciones en principio controvertidas pero que ya no sorprenden a nadie (es más, demuestra un interés por la masturbación verdaderamente sorprendente, haciéndonos partícipes de las peculiaridades onanistas de casi todos los personajes!), para devanear por todos los "campos tipo" del género, desde el descubrimiento sexual adolescente (sin gracia alguna, a ratos el film recuerda un poco a La tormenta de hielo de Ang Lee), la autocomplacencia, inseguridad e inestabilidad de los escritores e intelectuales (en lo que, por supuesto no puede siquiera acercarse al maestro Allen) y (cómo no?) las inclasificables relaciones contemporáneas en la sociedad norteamericana, todo ello de un modo plano y tedioso, sin nada nuevo que añadir, ni un punto de vista claro que defender; tal vez en el fondo su discurso no sabe muy bien por donde discurrir dada la imposibilidad de clasificación de la sociedad, o la inestabilidad de las mentalidades, en cualquier caso, se echa de menos un poco de compromiso y riesgo.

 

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