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Crítica - Elegy

Poster

'Efectista'

01/03/2008 - Por Aleix Ortuño

(2/5)

Elegy
Director: Isabel Coixet
Intérpretes: Ben Kingsley (David Kepesh) / Penélope Cruz (Consuela Castillo) / Dennis Hopper (George O'Hearn) / Patricia Clarkson (Carolyn) / Peter Sarsgaard (Kenny Kepesh) / Deborah Harry (Amy O'Hearn) / Sonja Bennett (Beth) / Chelah Horsdal (Susan Reese)
Duración: 112 minutos
Sinopsis: David Kepesh, un carismático profesor, está orgulloso de seducir a alumnas deseosas de probar experiencias nuevas. Sin embargo, nunca deja que ninguna mujer se le acerque demasiado. Pero cuando la hermosa Consuela Castillo entra en su clase, su barniz de protección [...]
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CRÍTICA



El miedo a la vejez. A la muerte. A la soledad, a no encajar. El miedo a perder aquello que queremos. Un director de cine siempre puede confiar en estos temores a la hora de conectar con el público. Son universales: los compartimos todos. Y eso ha hecho Isabel Coixet en su última película.

Ha recurrido a algunos tópicos efectivos...

Y efectistas.

Uno tiene la sensación que siempre ocurre lo mismo en estos dramas ambiciosos. En estos intentos de captar todos y cada uno de los matices trágicos de los que se compone el ser humano. Son películas poco sutiles. Acabas por notar vacío el filme, se te termina haciendo largo. Desconectas de la historia: tantas desgracias tienen algo de irrealidad. Y, cuando lo piensas, todo parece simplemente demasiado fácil. Después de todo, todos sabemos lo que es temer a la muerte. Y que los amores truncados son tristes.

Da la sensación de que no tiene demasiado mérito construir filmes dramáticos con según qué ingredientes.

No es así del todo, sin embargo. Elegy tiene sus aciertos, y vale la pena reconocérselos. Isabel Coixet tiene buen pulso cinematográfico, recreándose ahora en un diálogo acertado, ahora en un plano más o menos poético, ahora en un momento importante para lo que quiere contar. Aunque corre el riesgo de hacer parecer pretenciosa su película, o hueca debajo de tanta estética, el resultado es elegante, e incluso hay algunas escenas poderosas y emocionantes. Hasta la banda sonora, casi toda en piano, ofrece una coherente solemnidad al filme. Claro que, como todo en la película, puede terminar haciéndose pesada.



Entre los aciertos se encuentran también los actores. Aunque se diga que una crítica sólo alaba las interpretaciones cuando no puede alabar ninguna otra cosa de la película que se critica, realmente Ben Kingsley merece una mención especial. En Elegy se demuestra que, con el actor adecuado, unas voces en off sí pueden ser una gran manera de describir un personaje. Sobretodo si los secundarios le dan una réplica a su altura y, realmente, en este caso, la dan. Más difícil es calificar la actuación de Penélope Cruz. Al principio cuesta verla como la actriz adecuada para el personaje que interpreta, una cubana que posee cierto “porte y elegancia que la distingue de todas las demás mujeres”. Pero eso quizás se deba a que la tenemos demasiado vista, haciendo, además, otros papeles. Desde fuera, sin impresiones anteriores, puede que resulte una interpretación veraz, e incluso al más prejuicioso terminará pareciéndoselo a medida que vayan transcurriendo los ciento cinco minutos del filme.

Elegy es, pues, una película emocionante. O empieza como si lo fuera. A las reflexiones sobre el miedo a envejecer y a la soledad se le suman las que versan sobre el amor y el sexo, y el conjunto vale la pena. Hasta que el espectador empieza a notar que, en todos estos trucos de magia, el truco se ve demasiado. Cuerdas que no deberían verse y cartas marcadas sin ningún disimulo. Un par de desgracias excesivas de culebrón al uso disfrazadas de profundas. Y un final que parece suceder caprichosamente: podría haber terminado antes, o después, lo mismo daría. Sin embargo, Elegy gustará a los amantes de la poesía excesiva o los que sean suficientemente pacientes como para disfrutar sus momentos emotivos sin perecer en los pesadísimos bajones.

Tantos los unos como los otros, sin embargo, y todo aquel que esté en la sala cuando se proyecte la película, tendrán un problema: deberán afrontar el hecho de que todos vamos a envejecer y a morir, y que, para colmo, tal vez nos quedemos solos por el camino.

Puede que los corazones con problemas cardíacos no estén preparados para semejante elegía.

 

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