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Crítica - 30 días de oscuridad

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'La sangre rebosa a gusto en el film'

07/02/2008 - Por johnforhereyes

(1/5)

30 días de oscuridad
Director: David Slade
Intérpretes: Josh Hartnett (Sheriff Eben Oleson) / Melissa George (Stella Oleson) / Danny Huston (Marlow) / Ben Foster (El Extraño) / Mark Boone Junior (Beau Brower) / Mark Rendall (Jake Oleson) / Manu Bennett (Agente Billy Kitka) / Nathaniel Lees (Carter Davies) / Craig Hall (Wilson Bulosan) / Amber Sainsbury (Denise) / Elizabeth Hawthorne (Lucy Ikos) / Joel Tobeck (Doug Hertz) / Megan Franich (Iris)
Duración: 113 minutos
Sinopsis: [i]Barrow[/i] es un pequeño pueblo al norte de Alaska en el que cada año hay 30 días en los que el sol no sale. [b]30 Días de Oscuridad[/b] narra los hechos que tienen lugar un año en el que un grupo [...]
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Estreno en España: 15 de Febrero de 2008
Nota I.M.D.B.: 6,9/10 (17386 votos)


CRÍTICA



Imaginad, lectores cinéfilos, que estáis atrapados en una isla desierta sin ningún tipo de elemento más que la comida y las hojas de parra, y digamos que, sólo cada un periodo determinado de tiempo, una vez al mes más o menos, se acerca a vuestra isla un barco en el cual os podéis subir para ser transportados a ese mágico lugar donde los dioses os obsequian con el pase de una película en el único cine a miles de kilómetros de distancia. Una vez acaba la película, sois devueltos a vuestra isla, sin posibilidad de repetir la experiencia hasta el próximo mes. ¿Qué haría todo buen cinéfilo, el verdadero cinéfilo, en este tipo de situación? Está claro: construiría un bote con troncos de árboles, palmeras y sucedáneos para poder llegar al cine mágico y quedarse allí para siempre.

Más o menos algo parecido es lo que pone sobre la mesa David Slade, director de la magnífica y polémica Hard Candy, con su segunda película 30 días de oscuridad, adaptación al medio cinematográfico del cómic 30 días de noche (primera parte de una trilogía de Steve Niles y Ben Templesmith) y que se inicia con el viaje de un grupo de vampiros, ávidos de sangre humana y hábiles e inteligentes como para organizar semejante tarea, a un pequeño pueblo de Alaska donde, como cada año, sus habitantes se preparan para pasar 30 días sin sol.
Esta situación supone, a priori, un manjar para todos aquellos que aman el cine repleto de figuras vampirescas: “por fin voy a ver a los vampiros, a vampiros puros, campar a sus anchas por el mundo de los humanos sin que tengan que esconderse de los rayos ultravioletas”, pensará más de uno. Y sí, lo podrá hacer, pero lo que verá no le gustará tanto como esperaba.



Si bien cabe decir que la sangre rebosa a gusto en el film, algo que se agradece, ocurre que tanto el movimiento mareante de la cámara como la pésima “coreografía” o disposición de los ataques de los vampiros son, en su mayoría, confusos y ya vistos en un sin fin de películas del género. Es más, en ocasiones parece que estemos presenciando una película de adolescentes que huyen del asesino del cuchillo, o del garfio, o de la sierra mecánica, asesinos que dan menos miedo que los golpes y sustos musicales cuyo objetivo, más que ensalzar la fuerza de la imagen –esto es lo que debería hacer una buena banda sonora- es cubrir la falta de ingenio en la carnicería distorsionada que uno presencia.
Es bien cierto que los vampiros tienen una estética muy peculiar (con reminiscencias a Marylin Manson, pese a quien le pese) y muy lograda, sobre todo si se compara el maquillaje y resultado final con los dibujos en el cómic. Del mismo modo es necesario decir que la belleza de la fotografía es indiscutible, aunque quizás no tanto por mérito del responsable técnico o del encuadre de cámara, sino ya sea por la magnífica disposición de los decorados cuando lo son y, sobre todo, por la belleza per se de ese lugar tan hermoso que es Alaska (Into the Wild, la reciente película de Sean Penn, ya se encarga de demostrárnoslo).
El principal problema de esta película es el guión: cutre, estúpido, rozando lo absurdo, repleto de huecos, de vacíos, de tiempos muertos sin acción alguna y de momentos totalmente superfluos que aunque están dispuestos ahí para crear esa sensación de dificultad en el paso del tiempo para sobrevivir los 30 días hasta la salida del sol y para lograr una sensación de atropamiento, de claustrofobia, lo único que logran es un verdadero aburrimiento.

Un guión, además, desincronizado totalmente del siempre (o casi siempre correcto) Josh Hartnett, quien cumple, simplemente, ni para bien ni para mal, e incluso de Ben Foster, aquel joven loco que aparecía en la grandiosa serie televisiva Six feet Under y que más recientemente hemos podido ver y disfrutar en 3:10 to Yuma, quien interpreta en la película de Slade a un extraño “maleante” utilizado por los vampiros, siendo, quizás, la mejor interpretación en el film a pesar de su brevedad en pantalla.
Por otro lado, Melissa George, actriz con pinitos en films como Dark City o Mullholand Drive, no tiene más presencia que la de una planta en el set de grabación, realmente patética su actuación, así como los demás secundarios, todos típicos y tópicos, sin carisma alguno.

En resumen, David Slade ha fallado, y mucho, o mejor dicho, simplemente ha pensado en la taquilla –Josh y los vampiros, conexión segura- para quizás poder hacer algo mejor después, como muchos cineastas hacen a menudo (al menos es lo que nos gustaría pensar). Pero el “producto”, nunca mejor dicho, es fallido. Ni siquiera los amantes del género, ni siquiera aquellos que ven un vampiro en movimiento y ya son felices podrán decir que la película aporta algo más de emoción que el propio cómic o que otras películas recientes sobre los chupasangres. Aunque cuidado, y esto no puede negarse, una escena, sólo una, pondrá los pelos como escarpias a todos los que os atreváis a mantener los ojos abiertos. No digáis que no se os ha avisado. La elección es vuestra.

Jonathan Alberti 7 de febrero de 2008.

 

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