Hace un año que Sylvester Stallone resucitó a su gran icono, el que le hizo triunfar en el mundo del cine, el boxeador italo-americano Rocky Balboa. Próximo a la tercera edad y después de haber pasado un final y principio de siglo bastante alejado de la fama de la que anteriormente gozó, Sly resucitó a su púgil en un film-metáfora sobre sí mismo que al igual que permitía al protagonista una última oportunidad de tocar la gloria del éxito, le permitió a él volver a un star-system que ha carecido de referentes en "tipos duros" desde su "ausencia" y la retirada del cine de Arnold Schwarzenegger.

Debido al éxito de este proyecto, Stallone (siempre un gran estratega comercial), y aprovechando el actual revival de iconos de los 80 que vive el cine actual (Rocky, John McClane, Indiana Jones... mitos silenciados en los 90 que ahora por un motivo u otro el público reclama con avidez), pensó que era el momento oportuno para que su otro alter ego, John Rambo (cuyo nombre es también el título de la película, dejando claro que por encima de argumentos, efectos o violencia el carisma del personaje en sí mismo es el reclamo) viviera una ¿última? aventura. Para ello Sly volvió a sacar a relucir su faceta de guionista, realizador y actor para volver a montar el mismo efectista auto-homenaje que tan bien le fue con Rocky Balboa.

Nunca la expresión "una película de Sylvester Stallone" pudo tener más sentido. Para bien y para mal por supuesto. Pero no se le podrá achacar falta de honestidad en el planteamiento o quizá un exceso de pretensiones. Desde el primer momento hasta el último queda claro que la intención no es otra que ofrecer un vehículo de lucimiento de su actor protagonista que ofrece ni más ni menos que lo que ofrecieron las tres anteriores entregas (aunque con un guión y una dirección más correctas que la II y sobretodo la desafortunada III parte).

De tal manera el guión no es ningún paradigma de la originalidad, aunque tampoco lo busca, Sly se muestra tan cómodo como inexpresivo en su papel de "vieja gloria que debe correr su última aventura", la realización es correcta e impacta sobre todo que no se ha dejado influir por nuevas tendencias a la hora de rodar la acción (esas cámara epílepticas que tan de moda están) ni por el "virus políticamente correcto" post 11-S, pues asistimos en John Rambo a un espectáculo de violencia explicita muy poco habitual en el cine comercial actual, notándose aquí que a pesar de la edad de su protagonista y su focalización en el actual conflicto de Birmania, este es un producto de la "era Reagan", una mirada nostálgica hacia ese cine violentamente gratuito y para muchos fascinante (aunque sea por ser el cine de nuestra infancia nada más), a los que traerá la sensación durante una hora y veinte minutos de haber viajado 20 años atrás y que son los verdaderos destinatarios de este producto.