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Crítica - La Escafandra y la Mariposa

Poster

'Admirable'

20/01/2008 - Por Veerleen

(4/5)

La Escafandra y la Mariposa
Director: Julian Schnabel
Intérpretes: Mathieu Amalric (Jean-Dominique Bauby) / Emmanuelle Seigner (Céline Desmoulins) / Marie-Josée Croze (Henriette Durand) / Anne Consigny (Claude) / Max von Sydow (Papinou) / Olatz Lopez Garmendia (Marie) / Patrick Chesnais (Dr. Lepage) / Isaach De Bankolé (Laurent) / Niels Arestrup (Roussin) / Marina Hands (Joséphine) / Jean-Pierre Cassel (Padre Lucien) / Emma de Caunes (Emperatriz Eugénie)
Duración: 112 minutos
Sinopsis: Jean-Dominique Bauby, de 43 años, editor de la revista Elle en Francia, sufre un infarto cerebral que le provoca una parálisis en la práctica totalidad de su cuerpo a excepción de su ojo izquierdo, quedando así afectado por el "síndrome del [...]
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Estreno en España: 1 de Febrero de 2008
Nota I.M.D.B.: 8,4/10 (1855 votos)


CRÍTICA



El 8 de Diciembre de 1995, Jean-Dominique Bauby sufrió un grave accidente cardiovascular por el que quedó postrado en una cama para el resto de su vida. Su comunicación con el mundo se vio reducida al pestañeo de un único ojo. Su vida se limitó a la reclusión dentro de aquella escafandra de su cuerpo inerte. Pero Jean-Do seguía lleno de vida por dentro, lleno de ganas de imaginar, de escribir y de reírse de todo. Aunque su cuerpo estuviera anclado a la cama del hospital, su mente podía volar lejos, como una mariposa en busca de nuevos sitios que conocer, de nuevas cosas que crear. Así que lleno de proyectos de futuro, decidió aprovechar un contrato previo con una editorial y escribir un libro donde expresar todo lo que su enfermedad le impedía. Así surgió “La escafandra y la mariposa”, récord de ventas en Francia.

Lleno de cariño, rabia e ironía, sin abandonar nunca el buen humor pero escalofriante a la vez, el libro ha sido adaptado (por Ronald Harwood, responsable de El pianista) con una exactitud y elegancia intachables. En su obra, Bauby, recuerda los hechos; en la película, los vive. Un gran acierto el elegir éste modo de hacer partícipe al espectador del avance de la enfermedad y no sumirle en una narración del pasado. Descubrimos con él y nos apenamos o sonreímos juntos. Por fin, el plano subjetivo tiene una verdadera función: el objetivo de la cámara es el párpado capaz de comunicarnos con los demás. Los actores se comunican directamente con él sin importar que los encuadres no sean perfectos, que sus cuerpos salgan de plano unos instantes o que veamos la realidad torcida de un enfermo tumbado en su cama. El director Julian Schnabel, llena de imaginación una puesta en escena que podría haber resultado estática y sofocante.
Sin embargo, el punto de vista subjetivo se abandona hacia la mitad de la película para pasar a una dirección más convencional. Aunque la excelente voz en off de Bauby sigue siendo nuestra guía, la cámara se aparta de él y nos muestra su relación con el mundo. El cambio de punto de vista coincide con el momento en que el enfermo ve por fin en qué se ha convertido y, aunque es una excusa perfecta para dejar el plano subjetivo a un lado, las imágenes pierden un poco de fuerza; pero sólo un poco.



Interpretar a un hombre inmóvil, incapaz de hablar ni gesticular y además, aparecer en pantalla con la cara apenas visible y deformada, es un reto que Mathieu Amalric (Munich, Maria Antonieta) asume y supera con sobresaliente. A pesar de sólo entreverle la mayor parte del tiempo, consigue impregnar la voz en off de tanta expresividad y humanidad que se hace con la película en un par de frases. De hecho, pierde intensidad como personaje cuando le vemos perfectamente sano en los recuerdos de su vida pasada. Aunque es imposible hacerse con la escena cuando un monstruo como Max Von Sydow (como padre de Bauby) se pone delante. Aparece poco, pero lo aprovecha al máximo y gracias a él comprendemos mejor la vitalidad de su hijo. Sin duda recrea a la perfección lo que el protagonista habría llegado a ser. Cálido, tierno, con mala leche y viejo, el paralelismo entre el anciano Bauby anclado a una silla y el joven Bauby anclado a su cama, resulta conmovedor.

Amigos, doctores, familiares, especialistas, unos reaccionan con lástima, otros con ternura, algunos tratan de transmitir esperanza, otros, de esconder la desesperación, pero todos ellos están tratados con el mayor realismo. Pero, a pesar de la cruda realidad, la película tiene un toque de ensoñación muy apropiado, conseguido fundamentalmente por la fotografía de Janusz Kaminski (habitual de las películas de Spielberg) no solo por el desenfoque de los márgenes de la imagen sino por el tratamiento de la luz: siempre parece ser un día nublado y sin embargo el sol brilla tras esas nubes.

Más en la línea de El pabellón de los oficiales que de Mar adentro y llena de secuencias impactantes (la costura del ojo, los intentos por deletrear, la llamada del padre), por encima de todo destaca la inmediata admiración que se despierta ante la vitalidad de Bauby. Una historia de superación que nos recuerda otros casos de enfermos que no tuvieron tantas ansias de vivir. Y es que también en la enfermedad y la muerte, somos todos muy distintos.

 

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