El Amor en los Tiempos del Cólera
Director: Mike Newell
Intérpretes: Javier Bardem (Florentino Ariza) / Giovanna Mezzogiorno (Fermina Daza) / Unax Ugalde (Florentino de joven) / Benjamin Bratt (Dr. Juvenal Urbino) / Catalina Sandino Moreno (Hildebranda Sanchez) / Liev Schreiber (Lotario Thurgot) / John Leguizamo (Lorenzo Daza) / Laura Harring (Sara Noriega) / Hector Elizondo (Don Leo) / Gina Bernard Forbes (Digna Pardo) / Marcela Mar (America Vicuña) / Alicia Borrachero (Escolástica)
Duración: 139 minutos
Sinopsis: El amor en los tiempos del cólera es la evocativa historia de un amor no correspondido que perdura a lo largo de más de 50 años en algún lugar de Sudamérica. [...]
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Estreno en España: 4 de Julio de 2007
Nota I.M.D.B.: 6,4/10 (1225 votos)

TRAILER

CRÍTICA

Mike Newell dirige esta película basada en la novela homónima de Gabriel García Márquez, publicada en 1985 y considerada por muchos como una de las obras más importantes del autor, junto con Cien años de soledad.

El amor en los tiempos del cólera narra las tribulaciones amorosas de Florentino Ariza (Javier Bardem), un joven enamorado platónicamente de Fermina Daza Giovanna Mezzongiorno, con quien mantendrá una casta relación epistolar y que, finalmente, al intentar obtener su mano, causará el enfado del padre de Fermina a quien separarán para evitar la relación con el ilusionado adolescente. Al cabo del tiempo, cuando Fermina vuelve, rechazará a Florentino y se casará con Juvenal Urbino (Benjamín Bratt), un reputado médico con el que mantendrá cincuenta años de relación. Florentino, por su parte, jura esperar a su amada durante todo ese tiempo, lo que no le impide mantener relaciones sexuales con cientos y cientos de mujeres que relatará minuciosa y celosamente en sus escritos.

Resulta evidente que las novelas de García Márquez se plantean sobre el papel y en la mente de los avezados ilustradores audiovisuales de nuestra época como suculentos pastelitos con los que lucirse: sus dramas apasionados hasta límites insospechados, su halo metafísico y supraterrenal afianzado sin embargo por lo arraigado de las localizaciones, dando pie a coloristas representaciones caribeñas y pintorescas, etcétera. Sin embargo, desde la adaptación (que en el caso que nos ocupa ha realizado Ronald Harwood, colaborador de Roman Polanski en sus últimas dos creaciones) hasta la plasmación hay un trecho considerable. Es más, hay un abismo que resulta difícil de sortear. Cierto es que las palabras del autor colombiano se prestan a una representación física (no en balde ya se han llevado otras obras suyas a la gran pantalla, de las que me permito decir tan sólo considero aceptable Crónica de una muerte anunciada), pero lo que parecen olvidar los encargados de darle vida en el celuloide es que la gracia, el interés último de estas novelas, reside en lo reflexivo e interior de cada uno de sus personajes y desde luego, al extirpar de las páginas lo profundo de los caracteres, suelen quedarse con un plantel de personajillos de culebrón cuyos dramas parecen desproporcionados desde punto y hora que aparecen en pantalla.

Así, Newell firma un film tedioso y maniqueo, inclinado a un público ávido de calor tropical, planos sudorosos, piel enrojecida y erotismo light previsible y forzado, que se asemeja más a un episodio (larguísimo) de un culebrón venezolano que a una película seria. Cuanto más avanza la película, el ritmo se hace más farragoso y cansino, llegando a ratos, a hacernos sentir que nos hundimos de aburrimiento en las aguas del Amazonas y haciéndonos dudar de los deseos y razones de ser de unos personajes dejados caer como insectos en un remolino.

Tampoco ayuda demasiado un elenco actoral que parece haber sido escogido en un concurso de “los actores que menos química demuestran entre sí”. Para empezar, la presencia de Unax Ugalde (que misteriosamente, y para su desgracia, sí se parece físicamente a Bardem) como de costumbre con inexpresivo talante y nefasta pronunciación (aún en inglés) que no hace sino volver a repetir la teoría de la falta de dicción de la que adolecen las nuevas generaciones de actores españoles y que relega al personaje de Florentino (joven) a un plano tan absurdo y vacuo que en determinadas ocasiones da risa. Ya de mayores, el trío protagonista nos planta una macedonia de creaciones disparejas que hacen dudar sobre si en realidad rodaron el film estando juntos o ensayaron juntos en una misma estancia alguna vez, pues cada uno campa por sus respetos y la escucha y compenetración entre los diálogos es nula, aderezado, además con un surtido de acentos y dejes orales a cual peor: Bardem susurra más que habla y su inexpresividad es total, alternando esta tónica lineal y carente de compromiso con explosiones puntuales, escenas en las que sobreactúa de manera pasmosa; mientras que Mezzongiorno (actriz de reputada carrera en Italia, a la que vimos en El último beso) nos regala una Fermina carente de toda malicia y vida interior, como si se tratara de una estatua de cera bonita para hacer bulto durante el metraje. Finamente, Benjamin Bratt resulta imposible de ser creído en ningún plano de los que protagoniza en la película, resultando demasiado aséptico y descolocado, como si resultara inverosímil ya desde su caracterización.

El amor en los tiempos del cólera es una mala película, que cuenta con la suerte de partir de una novela reconocida como reclamo y que podría haberse adaptado para crear un producto interesante, pero que ha quedado enfangada en los turbulentos paisajes tropicales y no ha salido de ahí, convirtiéndose en un producto a caballo entre una colección de postales de Colombia con las que deleitarse al son de las canciones de Shakira (planos que por cierto tampoco ayudan al film y que quedan totalmente fuera de contexto y sentido alguno) y la plasmación de las aventuras sudamericanas de Danielle Steel en su versión más pretenciosa.