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Crítica - Cassandra's Dream

Poster

'Deficiente'

25/10/2007 - Por Korben Dallas

(2/5)

Cassandra's Dream
Director: Woody Allen
Intérpretes: Colin Farrell [I] (Terry) / Ewan McGregor (Ian) / Hayley Atwell (Angela Stark) / Tom Wilkinson (Tío Howard) / Sally Hawkins / Mark Umbers (Eisley)
Duración: 108 minutos
Sinopsis: Terry, un mecánico del sur de Londres, pierde una importante suma de dinero jugando a las cartas, cotrayendo una deuda con gente poco conveniente. Su hermano Ian no puede ayudarle, ya que en realidad él también necesita dinero para poder invertir [...]
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Estreno en España: 26 de Octubre de 2007
Nota I.M.D.B.: 8,4/10 (470 votos)


CRÍTICA



Ojo, contiene ligeros spoilers.

No cabe duda de que la cita anual con Woody Allen lejos de amedrentarse con el paso de los años, parece afianzarse lustro tras lustro o lo que es más, década tras década. Este año, regresa a las pantallas con su tercer film rodado en Londres, que guarda mucho en común con el también inglés argumento de su aclamada Match Point

Cassandra’s Dream es una pequeña embarcación que adquieren al principio del metraje los hermanos Blaine: Terry e Ian. La adquisición de este pequeño capricho parece enlazarles con una ambición que crece y crece sin freno: en Terry, hacia el juego y sus afanes de ganar a toda costa, aún suponiendo pérdidas que es imposible afrontar; en Ian a soñar en invertir en hoteles en la costa californiana, al tiempo que se enamora perdidamente de una actriz obsesionada con el ansia de triunfar. Cuando Terry contrae una deuda de 90.000 libras con un prestamista todo parece acabado para los hermanos. Sin embargo, una vía de escape se presenta casi por casualidad: su tío Howard, importante y millonario médico residente en los Estados Unidos, realiza una visita sorpresa con el fin de proponerles a los hermanos un escabroso plan: si éstos asesinan a un antiguo socio que está dispuesto a testificar en contra suyo, éste les ayudará a salir del brete y pondrá en marcha sus planes para triunfar en la vida.

Ya en Match Point, Woody Allen demostraba que su cine se había vuelto, de un lado más oscuro –seguramente por su nueva afinidad al antiguo continente- y del otro, considerablemente más frío y lejano, sin su habitual afán por incluirse en el argumento, ya físicamente, ya espiritualmente por medio de sus sarcasmos y omnipresentes frases lapidarias; y con esta pesadilla de Cassandra no hace más que reafirmarse. Heredera ésta también de su magistral Delitos y Faltas, es aplicable al ciento por ciento la lista de deficiencias que se le podían achacar a su (a mi juicio) deficiente primer trabajo londinense.
En realidad, Woody siempre ha vivido de su genio inabarcable para contarnos un millón de veces la misma historia y que aún así, siga atrayendo nuestra atención. Y fue maravilloso mientras duró, sin embargo parece ser que ya nos hemos cansado de pagar una entrada de cine por ver una película que ya hemos visto, o al menos así se siente el espectador que guarda en la retina la frialdad con que Martin Landau enviaba a aquel asesino a sueldo a liquidar a Angelica Houston.

Pero no vamos a repasar por enésima vez la filmografía del director, diremos que resulta inequívoco apreciar un considerable bajón en los últimos años de su carrera, en los cuales el ritmo ha desmerecido hasta niveles alarmantes, y su antaño maravillosa capacidad para estructurar los guiones con una destreza magistral y autoreferencial ha caído en una secuenciación sin mayor interés que el ver por fin el negro final que anuncie que podemos salir de la sala. Asimismo, los personajes del Allen octogenario se han vuelto demasiado oscuros, atormentados y desgraciadamente planos e imbuidos en topicazos de libro, como si su capacidad de dibujar psicologías complejas se hubiera diluido en sus afanes por seguir haciendo películas a granel y con ello que su calidad fuera trasladada a un tercer o cuarto plano (también ayuda a esto una elección de actores que va de mal en peor).



El filme que nos ocupa cae uno por uno en todos los lugares comunes que se le prevén a
un buen telefilme de media tarde. Los hermanos que se enfrentan a una situación de vida o muerte con una única salida extremada, sus enfrentamientos y los dilemas morales que les acarrea el asesinato, el tormento que corroe la conciencia de Terry mientras observamos como la codicia y la ambición de Ian va consumiendo sus buenos sentimientos, para más INRI, descubriendo cómo encuentran en las interpretaciones de Ewan MacGregor y Colin Farrel el peor y más pobre de los reflejos, con sus ademanes falsos y trucos de escolar en la función del colegio –particularmente patético resulta el señor Farrel en la escena en que su tío les plantea el perverso plan-; la presencia de un elenco de personajes secundarios vacíos que llegan a la pantalla para decir lo que los principales necesitan para poder vomitar sus textos sin parecer sentir lo más mínimo ni reflexionar en sus papeles, de entre ellos especialmente patético resulta el papel de Tom Wilkinson que parece haber sido poseído por un espíritu maligno o pertenecer a la mafia más que ser un médico, por poco respetable que quiera parecer; una apresuración desmesurada en la planificación que aún así es capaz (aún pareciendo una contradicción) de aburrir al más pintado, puesto que de antemano ya sabemos lo que va a pasar en todo momento; y algún que otro toque peripatético totalmente fuera de lugar, tanto es así que el espectador no sabe si reír o llorar (ejemplo, cuando suena el contestador en la casa de la víctima y oímos a la anciana madre del futuro muerto diciendo lo mucho que le quiere). Y finalmente un detalle que a todo fan de Allen puede llegar incluso a doler –y lo digo precisamente desde mi profunda admiración por el director de Interiores- que es su moralina latente y patente a lo largo del film, su juicio más que claro y adoctrinador, su posición moral, su sermoncito de catequesis. Pues si de algo era dueño Woody Allen era de su estilo y su capacidad por ponernos en pantalla a verdaderos seres malignos, a personas completamente desquiciadas y jamás pronunciarse al respecto, nos regalaba sus psicologías y nosotros ya sabríamos qué hacer con ellas y cómo aprender de sus películas. Ahora, como el abuelote que es, se debe sentir obligado a reprendernos y avisarnos de que vamos a ir al infierno si matamos a alguien.

Pero para no parecer extremadamente negativo diré que “quien tuvo, retuvo…” y que en Cassandra’s Dream brillan tres elementos de manera discreta, pero muy particularmente: la escena del asesinato, como no podía ser menos, rodado con elegancia y considerable destreza; el paseo por el campo, primer encuentro entre Ian y su futura novia secuencia en la que el director de fotografía (Vilmos Zsigmond) se luce de lo lindo con una serie de planos verdaderamente acertados, incluso resulta memorable el encuentro de anuncio de colonia entre McGregor y Hayley Atwell(Angela); y, finalmente, la maravillosa partitura de Philip Glass.

Con todo, una película deficiente.

 

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