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Crítica - Stardust

Poster

'Regalo de incalculable valor'

25/10/2007 - Por Korben Dallas

(4/5)

Stardust
Director: Matthew Vaughn
Intérpretes: Charlie Cox (Tristan) / Claire Danes (Yvaine) / Michelle Pfeiffer (Lamia) / Mark Strong (Septimus) / Robert De Niro (Capitán Shakespeare) / Jason Flemyng (Primus) / Kate Magowan (Una) / Nathaniel Parker (Dunstan Thorn) / Melanie Hill (Ditchwater Sal) / Peter O'Toole (Rey de Stormhold) / Sarah Alexander (Empusa) / Joanna Scanlan (Mormo) / Sienna Miller (Victoria) / Ricky Gervais (Ferdy) / Ian McKellen (Narrador) / David Kelly (Guardián del muro) / Ben Barnes (Joven Dunstan Thorn) / Dexter Fletcher (Pirata Delgado) / Henry Cavill (Humphrey) / Rupert Everett (Secundus)
Duración: 130 minutos
Sinopsis: Muro es una localidad inglesa lindante con un muro que la separa, según la leyenda, de la tierra encantada de Stormhold, lugar donde habitan hechiceras, brujos y todo tipo de criaturas mágicas. Sólo una persona consiguió atravesarlo a pesar de la [...]
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Estreno en España: 26 de Octubre de 2007
Nota I.M.D.B.: 8,1/10 (14844 votos)


CRÍTICA



Existe una frontera marcada entre el universo mágico y fantástico y la Inglaterra real con sus habitantes humanos. Y el pueblo que guarda esa frontera se llama Muro, haciendo referencia a la barrera física que los separa del reino de Stormhold. De entre todos los habitantes de Muro, uno siente particular interés por salir de allí, Tristan Thorne (Charlie Cox), quien promete a Victoria (Sienna Miller) un fragmento de estrella como regalo de cumpleaños con la condición de que si lo consigue se casará con él. Sin embargo, la estrella, Yvaine (Claire Danes), no es un bien poco codiciado. Por su parte, la malvada bruja Lamia (Michelle Pfeiffer) emprende también la búsqueda del astro caído, pues comer el corazón de una estrella puede traer la juventud eterna. Y finalmente, los herederos de la corona de Stormhold también se lanzan a la búsqueda de Yvaine, pues es portadora de la piedra que decidirá quién es el futuro soberano.

Éste es el argumento de Stardust, una mágica epopeya de factura impecable basada en la novela homónima de Neil Gaiman, quien, tras hacerse con el mercado del cómic gracias a su aclamado Sandman y un sólido nombre como escritor con títulos como Coraline o Hijos de Anansi, parece decidido a meterse de cabeza en la industria cinematográfica: de momento, ya ha escrito el guión de Beowulf y puesto en marcha el proyecto de adaptación de la mencionada Coraline.

Sería una falacia decir que Stardust es una aventura como nunca antes hayamos visto, porque es heredera de todo el universo de la fantasía desde los años setenta hasta nuestros días, conviviendo en ella referencias desde La Historia Interminable a El Señor de los Anillos, pasando por Legend y Lady Halcón. Pero sí que resulta especialmente enternecedor ver cómo precisamente esta iconografía tan aparentemente obsoleta como es la de los unicornios y los países mágicos con brujas y parajes que parecen sacados de las ilustraciones preciosistas y a la vez horteras y rimbombantes de Alan Lee, ven en este film un sentido homenaje y una profunda admiración que se destila de cada plano y que reside en cada frase lanzada.
Quizá sea en este punto donde el filme se inclina un poco hacia la balanza posmoderna de autores que ven en tiempos pasados algo más que filmes anquilosados, y de este modo, parece como si Mathew Vaungh hubiese sido tocado por la mágica varita de un Tim Burton melancólico y encantado de contarnos un cuento a lo Big Fish, a la hora de llevar a la pantalla esta delicada odisea de amor y efectos especiales.



Ni que decir tiene que la factura del filme resulta imponente y exquisita, sin caer en la copia de la que (por mucho tiempo) será la gran obra fantástica, esto es, la siempre referenciada obra de Jackson, más sí que se alimenta de su sabiduría, consciente de que existe un antes y un después en la historia el cine tras la Trilogía del Anillo, tomando sus planos aéreos y sus paisajes emocionales, resultones y brillantes como un video musical de carísima producción –la bellísima Pfeiffer al borde del abismo todavía sigue en mi memoria retumbando-. Y es de agradecer particularmente el hecho de que, por más que use efectos digitales, éstos no son el principal protagonista del filme, lo cual, dadas las circunstancias actuales, es toda una sorpresa. En lugar de esto, aboga por un planteamiento más físico, y brillantemente actoral, con grandes personalidades en roles secundarios que dan entidad al filme –la presencia de Robert DeNiro como el capitán Shakespeare será difícilmente superable en años- y unos carismáticos protagonistas que llevan el peso de la trama a sus espaldas de entre los cuales, señalo a la señorita Danes como una rutilante estrella –lo cual le viene que ni pintado al personaje- que no deja de atraer la atención ni abandona su papel en todo el metraje.

Por supuesto que Stardust tiene su momento ñoño y su moraleja de amor y justicia, pero no debemos olvidar que se trata de un cuento y como tal debe ser visto y asimilado y a quien admire los filmes que forjaron la juventud y que se constituyeron como la enseñanza emocional de muchos de nosotros, les llegará a las pantallas como un regalo de incalculable valor.

Finalmente, una pregunta: ¿existe un narrador mejor en todo el universo que el maravilloso Ian Mackellen?

 

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