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Crítica - Borrachera de Poder

Poster

'Film ineludible'

10/05/2007 - Por korben dallas

(4/5)

Borrachera de Poder
Director: Claude Chabrol
Intérpretes: Isabelle Huppert (Jeanne Charmant-Killman) / François Berléand (Michel Humeau) / Patrick Bruel (Jacques Sibaud) / Marilyne Canto (Erika) / Robin Renucci (Philippe) / Thomas Chabrol (Félix) / Jean-François Balmer (Boldi) / Pierre Vernier (Président Martino) / Jacques Boudet (Descarts)
Duración: 110 minutos
Sinopsis: A la magistrado Jeanne Charmant (Isabelle Huppert) se le asigna la investigación de un caso extremadamente complejo de malversación de fondos públicos. Las acusaciones van dirigidas hacia el presidente de una importante firma industrial. A medida que avanza la investigación sale [...]
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Estreno en España: 11 de Mayo de 2007
Nota I.M.D.b.: 6'7/10 (515 votos)


CRÍTICA



Claude Chabrol es un director de filmes desasosegante. En un repaso rápido a su filmografía veremos cómo sus personajes se caracterizan por ser oscuros y retorcidos, siempre desde una aparente naturalidad y serenidad. Su visión, influida por el cine clásico americano y muy particularmente por un suspense hitchcockiano (muy alabado y reivindicado por los cineastas de la nouvelle vague) inclinado hacia una utilización de la tensión menos rimbombante, le convierte en uno de los directores de referencia fundamentales del cine francés desde los primeros sesenta hasta la actualidad, sin que por ello su cine haya perdido fuerza, relajado las formas inquebrantables de sus guiones sólidos como vigas de hormigón, ni confundido su discurso en lugares comunes. Chabrol demuestra con cada film (en una concatenación casi anual de títulos imprescindibles) su entereza y su saber hacer, y nos brinda la oportunidad de disfrutar de algunas de las mejores interpretaciones de los más brillantes actores y actrices de su país.

Será Isabelle Huppert la encargada de llevar a cabo la función de protagonista de esta Borrachera de poder, siendo la séptima vez que se pone en manos del director, con resultados como de costumbre excepcionales. La actriz interpreta a Jeanne, una jueza de instrucción empeñada en limpiar toda la corrupción de las altas esferas del poder en Francia, sin que la detengan ni el cansancio, ni la enfermedad de sus acusados, los atentados contra su persona, o la situación en su matrimonio, cada vez más deteriorada. De este modo, el personaje se va obsesionando más y más conforme los dirigentes del poder juegan a quitársela de encima, sin darse cuenta de que cada sucia pasada que le juegan la afianza en su empeño y le conduce a indagar con más fuerza en su cruzada.



El guión del film, escrito por el propio Chabrol en colaboración con Odile Barski, es una joya de la sobriedad y la precisión, dejando exclusivamente el campo algo más abierto a las interpretaciones en las que aparecen manierismos de los actores que se mueven sin miedo en unos personajes sólidos y bien construidos, pero llenos de riqueza emocional y recovecos de retorcida naturaleza. En cuanto a la labor pública o política del discurso, los guionistas no se meten en camisa de once varas, cosa que se agradece, contemplándose un producto final de tensión dramática y no de protesta social barata y simplona. La trama discurre en Francia, pero eso sí, sin citar ni un solo nombre real, como aclara un sobreimpreso en el primer plano de su película, aunque la universalidad del asunto es tal que bien pueden darse por aludidos todos los dirigentes del mundo. Sin embargo, como decía, se agradece esa falta de partidismo, ese desprenderse de la moralina en la batalla a la hora de desligar poder y justicia y centrarse en contar la historia de esta jueza, cuya presencia es inequívocamente vívida y contundente, como una representación posmoderna de un Salomón con guantes rojos (no en balde Isabelle Huppert quería que Chabrol titulara el film Les gants rouges, haciendo referencia a que “el poder vuelve rojas las manos de quien lo posee”) y gafas rosas, vestido en los más elegantes conjuntos que se puedan adquirir en la Rue de Montaigne.

El filme cuenta con un plantel de actores que sostienen unas interpretaciones sobrias y acertadas, destacando entre ellos François Berleand, en el rol de Humeau, el primero de los indagados en la caza de brujas de Jeanne; Maryline Canto, como Erika, la juez adjunto que le asignan a Jeanne con el propósito de acabar con la investigación, quien supone el contrapunto perfecto a la Huppert, convirtiéndose en un apoyo mutuo para sus interpretaciones y lograr que el filme se eleve, en el momento de la aparición del personaje, hasta las más altas cotas de todo el metraje; o Thomas Chabrol, en el papel de Félix, el sobrino y único confidente de la protagonista. Todos, junto con los secundarios, y sin desmerecer su trabajo por ello, quedan relegados inmediatamente a un segundo plano en el momento en que aparece Huppert en la escena. La actriz se planta con su delicada figura y aparente fragilidad con la misma fortaleza que ya ha demostrado en otros papeles de su carrera (por citar algunos de los realizados con el propio Chabrol, destacan Madame Bovary, La Ceremonia, Un asunto de mujeres, o No va más) sin que el espectador pueda dejar de reparar en ella ni un instante, en los infinitos matices de su interpretación y en la mirada fría y profunda, solemne, que sabe manejar con tal destreza que a veces asusta.

Borrachera de poder es un film ineludible entre los pocos ejercicios verdaderamente gratificantes de la cartelera, y gracias al cual podremos disfrutar ya no solo de una trama interesante y excitante, de unas grandes interpretaciones sino de algún producto estimulante que no parezca un chicle masticado ante nuestros ojos ávidos de imágenes.

 

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