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Crítica - Teresa, el Cuerpo de Cristo

Poster

'No es para tanto'

08/03/2007 - Por korben dallas

(2/5)

Teresa, el Cuerpo de Cristo
Director: Ray Loriga
Intérpretes: Paz Vega (Teresa) / Leonor Watling (Dña. Guiomar) / Geraldine Chaplin (Priora convento) / José Luis Gómez (Fray Pedro de Alcántara) / Eusebio Poncela (Gaspar Daza) / Amparo Valle (Mari Briceño) / Andrés Gertrudix (Rodrigo) / Francesc Garrido (Salcedo) / Álvaro de Luna (Padre de Teresa) / Ángel de Andrés López (Obispo) / Manuel Morón (Provincial de Álava) / William Miller [VII] (Mejía) / Azucena De La Fuente (Dña. Pilar de Uceda) / Javier Mejía (Francisco de Borja) / Eduardo Puceiro (Padre Vicente Barrón) / Antonio Ross (Dominico) / Pilar Abella (Monja rica) / Miguel Campos (Médico) / Luis Gaspar (Hidalgo) / Paco Catalá (Hidalgo)
Duración: 97 minutos
Sinopsis: Teresa, la hija de un hidalgo de Ávila, no se conforma con el destino que se la presupone: casarse con un caballero. Ingresa en un convento de clausura y desde esos muros inicia una cruzada de oración y sacrificio que la [...]
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Estreno en España: 9 de Marzo de 2007


CRÍTICA + RUEDA DE PRENSA



Nos encontramos en la segunda mitad del siglo XVI en una España oscura en la que el pueblo se ve sometido cada vez más al poder de unos pocos que ostentan el poder. La Iglesia campa a sus anchas, los gobernantes y el pueblo le temen. La Inquisición quema en la hoguera todo aquello que se sale de su estricta norma: la del poder y la renta.
En esta época de controversia y miedo una joven adinerada (Teresa) ingresa en un convento de clausura en Ávila. Una vez allí, se da cuenta de que entre esos muros no se alberga la sabiduría y recogimientos que ella esperaba, sino la misma frivolidad y corrupción de extramuros. Poco a poco, Teresa va introduciéndose en una espiral de autodestrucción, penitencia descabellada y autoflagelación, guiada por unas supuestas visiones de Dios. La fama de la monja va corriendo de boca en boca y comienza a decirse que es santa. Consciente de su propia fama, encamina su vida a la fundación de un nuevo convento del viejo orden, para respetar las convenciones y las prioridades del monacato.



Ray Loriga vuelve al cine diez años después del que fuera su debut cinematográfico, la más que cuestionable y sin embargo para algunos indispensable La piostola de mi hermano, un film basado en su propia novela Caídos del cielo, y lo hace por la puerta grande con una superproducción sobre la vida de Teresa de Cepeda y Ahumada, santa y doctora de la Iglesia, referencia fundamental de la literatura del Siglo de Oro español. Para ello, se ha reunido de un esplendoroso reparto y congregado a algunos de los mejores profesionales del cine, tanto nacionales como extranjeros.
Este reparto, encabezado estelarmente por Paz Vega, cuenta con Leonor Watling en el papel de Guiomar de Ulloa, Geraldine Chaplin como la madre superiora del convento y un largo etcétera, entre los que cabe mencionar a Eusebio Poncela, Manuel Morón, Álvaro de Luna y José Luis Gómez. Por otro lado, detrás de la cámara, podemos disfrutar de los trabajos fastuosos de Ángel Illarramendi, compositor de la banda sonora; José Luis Alcaine; director de fotografía; Rafael Palmero, director artístico; y Eiko Ishioka, diseñadora de vestuario.
Con semejante elenco (y mucho millones de euros) Loriga ha confeccionado todo un espectáculo visual cuyas mejores bazas son la fotografía de Alcaine y la dirección artística de Palmero, ambos verdaderos genios de la cinematografía española y cuyos esfuerzos se han realizado en pos de un ambiente creíble y una atmósfera llena de texturas que nos hace viajar a otra época. En palabras de Eusebio Poncela: “Con entrar en la luz de Alcaine y aprender a andar con la ropa sin matarte, ya tenías el personaje conseguido”.

Sin embargo, cuesta entender el porqué de que éste no sea un trabajo redondo. Quizá lo más curioso de esta propuesta de Loriga sea su falta de riesgo, el quedarse a las puertas de todo, dada la trayectoria nada anodina del escritor y director que nos ocupa y a pesar de contar con una producción que podría haber gestado un film soberbio. A la hora de enfrentarnos a un guión como el de Teresa, contemplamos una serie de secuencias descafeinadas que no se quedan ni en lo costumbrista ni en lo desgarrado, solo se suceden unas a otras, y no parece haber un verdadero hilo con fuerza suficiente como para unirlas a todas ellas. Es cierto que cuenta con momentos verdaderamente inspirados, como es el juicio al que someten a Teresa para probar si sus arrebatos son o no verdadera obra de Dios, pero la intensidad de ésta, se ve aplacada por la planicie de casi todas las demás.



Así también sucede con el suculento personaje principal, el cual podría haber propiciado una excepcional composición al ser rico en contradicciones y contrastes, pero al que el film se enfrenta sin agarrarse demasiado a todas esas contraposiciones y dudas con las que jugar, si sus aireados éxtasis eran reales o fruto de simple locura, o los verdaderos motores de la vida de la santa. Claro, que es fácil aventurar un afán demasiado obvio por no caer en el juicio sobre la mística, puesto que está claro que Ray Loriga no ha querido pillarse los dedos con su segunda obra. Un buen ejemplo de esto es el hecho de saltar de un film personalísimo y muy poco valorado -excepto por algunos- a una gran superproducción cuyos únicos puntos de genialidad creativa son las visiones de Teresa, que dan la mano al talento de otro de los componentes técnicos del crew, el de Eiko Ishioka, sin cuyos vestidos las escenas carecerían de la espectacularidad y esplendor que poseen. Sumando a esto que la interpretación de Paz Vega no es tan convincente ni tan entregada como se podría esperar –por más que goce de algunos momentos de fulgor dramático muy bien logrados- hace que el pilar fundamental a la hora de sustentar la película al completo, se tambalee y se desmorone, dejando caer sus pedazos entre los talentos de unos y de otros que, asombrados, miran el fallo de sus excelentes trabajos.

Pero hay otro punto inevitable a la hora de enfrentarnos al film: la Teresa de Ray Loriga llega arropada por el escándalo, un escándalo propiciado por unas supuestas escenas de alto voltaje entre la santa y el mismísimo Jesucristo. Es cierto que las escenas están, pero lo que no es cierto es que sean tan terribles, son más bien fragmentos oníricos necesarios y que, sin duda alguna levantan el desarrollo convirtiéndose en las cimas de un film tirando a aburrido. Para más INRI (nunca mejor dicho) el mismo Loriga se escuda en sus conocimientos de la literatura de la mística: “que me digan si de verdad las descripciones de Teresa en sus poemas acerca de su relación con Dios no tienen influencia y formas de la poesía amorosa”. Desde luego, Ray Loriga se ha hecho con la palestra gracias a su film, pero en cierto modo parece descontento. Llega a la mesa de la rueda de prensa con un aire especial, entre el inconformismo y las páginas de alguna revista de modas. Su aspecto, cuidadosamente descuidado; su mirada, profundamente estudiada. De alguna manera, extraña, Loriga eclipsa a todos los demás asistentes, incluida una embarazadísima Paz Vega. Desde luego, el escritor, guionista y cineasta, está tocado por una estrella, y ulula sin pesar ni duda por el olimpo del que se sabe admirado.



Desde esa tranquilidad, ese aire ausente y con cierto desaire hacia la concurrencia, responde a las preguntas de la prensa, casi todas ellas concernientes a la polémica (una polémica que parece aburrirle, con razón) causada por la película que presenta. Ray no duda en descalificar la opinión de los críticos que le censuran –momento en que, entre las butacas se alza una mano y una compañera del mentado denostado, con evidente enfado, recuerda la trayectoria de su compañero, a lo que Loriga contesta con un rotundo “me alegro mucho”-, ni mucho menos en considerarse como un minucioso y profundo investigador de la vida de Santa Teresa. Ray Loriga habla de sus hallazgos sobre la época con orgullo y con entusiasmo, de sus investigaciones de las cartas y toda la obra de la santa y se considera una eminencia. En cualquier caso, el enfado del director es ostensible, parece como un genio que al presentar su obra solo ha recibido críticas. “En este país se está más a favor de la censura que del diálogo”; pero en cuanto a su postura, a la hora de defender su film, está clara: “desde luego mi posición como director está al lado de Teresa”.

Sin duda alguna, la polémica está servida y es tontería intentar evitarla: la Conferencia Episcopal intenta disuadir tanto a los creyentes, por el supuesto carácter herético del film, como a los no creyentes por no ser tan fuerte como pretenden venderla. Sobre esto, Andrés Vicente Gómez, productor, confiesa, algo contradictoriamente, que la Iglesia es demasiado inteligente como para hacer publicidad gratuita, pero que si el film no logra los millones de espectadores que espera, será por su culpa.

Este redactor, confeso admirador del señor Loriga, de su obra literaria y de su anterior obra cinematográfica, solo puede decir que Teresa, el Cuerpo de Cristo no es para tanto.

 

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