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Crítica - Diamante de Sangre

Poster

'Superficial'

08/02/2007 - Por korben dallas

(2/5)

Diamante de Sangre
Director: Edward Zwick
Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Danny Archer) / Djimon Hounsou (Solomon Vandy) / Jennifer Connelly (Maddy Bowen) / Kagiso Kuypers (Dia Vandy) / David Harewood (Capitán Poison) / Arnold Vosloo (Coronel Coetzee) / Jimi Mistry (Nabil) / Michael Sheen (Simmons) / Stephen Collins (Embajador Walker) / Basil Wallace (Benjamin Kapa) / Marius Weyers (Rudolf Van De Kaap) / Ntare Guma Mbaho Mwine (M'Ed) / Ato Essandoh (Comandante Rambo) / Percy Matsemela (Comandante Zero) / Klemens Becker (Ministro alemán) / Grant Swanby (Oficial UNCHR) / Adetokumboh M'Cormack (Entrenador R.U.F.) / David S. Lee (Periodista Cockney) / Jonathan Pienaar (Fotógrafo) / Tyrone Keogh (Escritor) / Winston Ntshona (Anciano)
Duración: 143 minutos
Sinopsis: Sierra Leona, 1999. Dos hombres completamente opuestos (un traficante de armas sudafricano blanco y un pescador nativo negro que ha sido esclavizado en las minas de diamantes) verán sus destinos unidos en la búsqueda de un gran diamante rosado que puede [...]
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Estreno en España: 9 de Febrero de 2007
Nota I.M.D.B.: 7'8/10 (13456 votos)



CRÍTICA




Viendo Diamante de Sangre me venía a la cabeza un artículo que escribió Maruja Torres en El País después de la gala de los oscars de 2001. Trataba sobre unas sandalias de diamantes que lucía Laura Elena Harring. La periodista se llevaba las manos a la cabeza por las guerras causadas en Sierra Leona para que una actriz luciera una millonada de brillantes en las sandalias, hecho que a todas luces es una salvajada y un sinsentido.

Diamante de Sangre se centra precisamente en esto, en la guerra sufrida en Sierra Leona durante 1999 entre el gobierno y los rebeldes, motivada en definitiva por el control de las minas de diamantes y por las ansias de poder que fomentan los blancos desde sus grandes empresas civilizadas. Por un lado, tenemos a Solomon Vandy, un honrado trabajador de una tribu pacífica cuyo único deseo en la vida es que su familia prospere y que su hijo no tenga que enfrentarse a la pobreza con que él ha vivido. Por el otro, a la guerrilla del FUR, que va destrozando poblados y reclutando niños para crear un ejército de asesinos despiadados. En tercer lugar, el gobierno pretende destruir la guerrilla sin pararse a pensar si para ello debe destruir las ciudades y a los civiles. En cuarto, Danny Archer un mercenario que trabaja de por libre con el único fin de enriquecerse y dejar África para siempre. Finalmente, las empresas multimillonarias que compran los diamantes, sin importarles su origen y las atrocidades perpetradas para conseguirlos, con el fin de esconderlos en sus cámaras secretas y de este modo mantener el precio por las nubes y mantener la demanda de las piedras preciosas. Como colofón, una periodista concienciada, May Bowen, pretende escribir un reportaje acerca del problema africano y las barbaries cometidas en pos del comercio de brillantes.



El conflicto, como cualquiera que se precie averigua cuando el filme solo lleva diez minutos de metraje, aparece cuando la guerrilla destruye el poblado de Solomon, éste es llevado a las minas y por pura casualidad encuentra un diamante del tamaño de un huevo, que esconde en el preciso momento en que el gobierno ataca ferozmente la mina. Solomon es encarcelado. En la prisión, conoce a Danny y en menos de media hora todo el mundo persigue el diamante escondido. Para colmo, la guerrilla recluta a su hijo y le convierte en uno de los niños de la guerra.

Resulta casi imposible no mencionar películas como El Jardinero Fiel al hablar de esta que nos ocupa, ya que, salvando las distancias, Diamante de Sangre es otro claro ejemplo de película lavaconciencias, nacida como resultado de achaques de mea culpa de los países desarrollados hacia los tristemente explotados y vejados países del tercer mundo. Sin embargo, a pesar de contar con todos estos elementos de “protesta” o “reivindicativos” -elementos que cabría preguntarse si deberían ser sacados a la palestra de un modo que no deja de ser superficial- el filme realmente no deja de ser fiel exclusivamente a su dimensión de espectacularidad y comercialidad, cayendo en multitud de lugares comunes y maniqueismos de género manidos, desgastados y que huelen a rancio. Del mismo modo que El Jardinero Fiel rozaba el aburrimiento por su análisis profundo, duro e incluso necesario, este diamante se queda sin lustre y descubrimos que no se trata de nada más que un pedazo de cuarzo bien tallado. Edward Zwick, su director, (que ya nos ha hecho sufrir con petardazos de órdago como Leyendas de Pasión o El Último Samurai o en la producción de Traffic o Yo soy Sam todos ellos muy bien disfrazados de obras relevantes y concienciadas) sabe hacérselo muy bien, de eso no hay duda, y factura lo que podría haber realizado Jerry Bruckheimer, pero tiñéndolo de relevancia, política y opulenta pretenciosidad.

Partiendo de su argumento, facilón y predecible como una mala novela de espías y bombas, un problema tan serio como los conflictos bélicos en el continente africano, acaba convirtiéndose en Tras El Corazón Verde, y uno siente un regusto a ñoñería y a efectismo barato en las palabras de unos personajes tan esteriotipados y planos que parecen sacados de las aventuras de Indiana Jones.



La interpretación de Leonardo diCaprio, aparte de plagada de tics innecesarios y un fruncir el ceño continuo (entenderemos que así parece más duro) resulta inverosímil desde el primer minuto y es imposible ver más allá de un niño que ha crecido y se ha metido en el gimnasio, y cuyo camino vital le queda grande, tanto o más que las palabras que suelta por una boquita en la que resulta chocante ver una cerveza. En contraposición, Djimou Hounsou resulta convincente y su trabajo derrocha fuerza y expresividad, aunque su personaje no deja de ser el más arquetípico de todo el plantel con diferencia. Al igual que este, los secundarios convencen en sus roles de malos malísimos y de buenos maltratadísimos, excluyendo de este grupo, particularmente, a Arnold Bolso a quien recordamos de su mítico papel de Imhotep en La Momia y a quien se le podía recomendar que se quedase quietecito en su casa hasta la próxima vez que le llamen para hacer de momia. Sin embargo, sí que es un acierto el punto de fuga del personaje de Jennifer Connelly, plano igualmente, como aguerrida fotógrafa adicta al peligro, pero que, sin embargo, da un toque algo más enriquecido e interesante a la tónica general del film.

En definitiva, y volviendo a las sandalias de Maruja Torres, ciertamente es una atrocidad que nadie muera o que se cometan crímenes tan atroces como los que esta película enseña, con todo lujo de detalles –para aquellos que deseen disfrutar de amputaciones y masacres a go-go, ésta es su película- para que unos cuantos luzcan en sus dedos pedruscos del tamaño de una cabeza de ajo y con ello poder convertirse en bastiones de la superficialidad. Pero no nos engañemos, de Diamante de Sangre no se obtiene nada en claro, se limita a culpar a los millonarios de siempre y para ello se refugia en un discurso demagogo y vacío, decorado como una película de acción cuyo valor será exactamente igual a lo que recaude en taquilla. Alguna que otra mente ingenua saldrá del cine llorando con su final pomposo y ampuloso (predecible como que mañana amanecerá) y sintiéndose bien consigo misma por autocompadecerse como culpable de los problemas de los verdaderamente desfavorecidos. Y ese es el verdadero problema. Pues esta película no es menos superficial que unas sandalias de brillantes.

 

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7.12

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