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Crítica - Los Fantasmas de Goya

Poster

'Cumple'

09/11/2006 - Por Irulan

(3/5)

Los Fantasmas de Goya
Director: Milos Forman
Intérpretes: Stellan Skarsgård (Francisco de Goya) / Javier Bardem (Hermano Lorenzo) / Natalie Portman (Inés / Alicia) / Randy Quaid (Rey Carlos IV) / Michael Lonsdale (Padre Gregorio) / José Luis Gómez (Bilbatúa) / Blanca Portillo (Reina Maria Luisa) / Mabel Rivera (Maria Isabel Bilbatúa) / Unax Ugalde (Ángel Bilbatúa) / Fernando Tielve (Álvaro Bilbatúa) / Craig Stevenson (Napoleón Bonaparte) / Carlos Bardem (Oficial francés) / Simón Andreu (Director del asilo) / Manolo Caro (Familiar) / Manuel de Blas (Monje) / Ramón Langa (Monje) / Andrés Lima (Monje) / Emilio Linder (Hombre en la Iglesia) / Jack Taylor (Chamberlain) / Tamar Novas (Aprendiz) / Frank Baker (Monje de la inquisición) / Ángel Hidalgo (Oficial francés)
Duración: 118 minutos
Sinopsis: Los Fantasmas de Goya transcurre en España, y comienza en el año 1792. Cuenta la historia de un grupo de personas que conviven en una época de convulsión política y cambios históricos. La historia es narrada a través de los ojos [...]
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Estreno en España: 8/10 de Noviembre de 2006


CRÍTICA


AND THE GOYA GOES TO…



Goya Made in Hollywood. Esto es lo primero que nos vamos a encontrar si vamos a ver Los Fantasmas de Goya. Una película muy alejada de la manera de hacer cine “histórico” española (sobre todo si nos remitimos a los últimos ejemplos: Alatriste y Los Borgia) y que por lo tanto tiene más que ver con proyectos estadounidenses (pongan ustedes los ejemplos, aunque hay un par de títulos de Ridley Scott que podrían valer), con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Y es que Milos Forman es ya un “director USA”, a pesar de su nacimiento y juventud europeas, y su cine cada vez está más impregnado –o más bien influenciado- por su residencia en el país de las barras y las estrellas. Aunque para nada esto quiere decir que haya perdido sus señas de autor o que haya olvidado cómo hacer buenas películas.

Lo que sí es cierto es que Milos Forman está mayor (cosa que después comprobamos en la rueda de prensa de la película). Y eso sí puede tener que ver con la decepción que supone (o al menos ha supuesto para mí) el visionado de esta película, que en cierto modo nos engaña desde su promoción -o su título- al hacernos pensar que veremos en pantalla grande la vida de un pintor, cuando el pintor está de paso y lo realmente importante es el folletín entre otros dos personajes. Una película que no tiene la grandiosidad de obras anteriores, que no resulta tan redonda y carece de cierto empaque, de un acabado de mayor categoría. Una película que no es mala, que entretiene y está bien llevada, pero que no corresponde a las expectativas que uno pueda tener ante un cineasta como Forman.



Pero vayamos por partes. El arranque de la cinta es prometedor: unos títulos de crédito ilustrados con los grabados de Goya y una España oscura que se nos muestra a través de sus ojos y en manos de una Inquisición que se plantea (y resuelve) volver a la fuerza. Francisco de Goya fue un artista de su tiempo que supo combinar sus trabajos en la corte (como pintor real) con una obra mucho más personal entre la que destacaron los mencionados grabados y sus conocidas Pinturas Negras. A esta secuencia se le unen otras tantas escenas interesantes del artista en su estudio que nos sirven para conocer a Inés (Natalie Portman), una de sus musas -y verdadera protagonista de la cinta, me atrevería a decir-, y “sospechar” del Hermano Lorenzo (Javier Bardem). Vemos también al pintor retratar a la Reina y realizar un grabado (en una escena brillante, cuidada hasta el más mínimo detalle, de una belleza sublime), y notamos cómo se nos presenta como un hombre sensible, de cierta inocencia, que a veces no sabe cómo reaccionar o lo hace tarde. Un sujeto pasivo por el que pasará la historia. Goya son nuestros ojos, y ahí se queda prácticamente el papel del pintor. Según avanza la película, su obra pierde importancia (su vida nunca la tuvo realmente) hasta apenas convertirse en una anécdota culta, y más nos damos cuenta de que lo que se nos narra es la historia entre Inés y Lorenzo, una historia donde hay espacio para elipsis temporales y que “misteriosamente” coincide con algunos hechos importantes de la historia de nuestro país, que en cierto modo parecen estar ahí para favorecer a los hechos, a las idas y venidas de nuestros dos protagonistas que viven su propio culebrón con un telón de fondo de lo más variado: el fanatismo de la Inquisión, la llegada de los franceses y su ilustración y la aparición de los ingleses.

Quizá el error fue mío al pensar que esta sería una película histórica (o centrada en Goya y su visión del mundo) cuando en realidad es una obra de ficción con algunos detalles fieles a un tiempo pasado. Ficción que se remarca con la ausencia de personajes importantes en la vida del pintor (Godoy, la Duquesa de Alba… por mucho que el hijo de la actual, Cayetano, protagonice un bochornoso cameo) y, para qué engañarnos, con él mismo. Al Goya de Forman no hay quien se lo crea, al menos no como al Goya que nos han enseñado. Y no es porque esté mal interpretado (Stellan Skarsgard cumple con la mayor de las perfecciones), sino porque está planteado como un hombre algo simple, demasiado sencillo, del que es imposible intuir una vida interior capaz de parir obras como El Sueño de la Razón Produce Monstruos o Saturno Devorando a su Hijo (que en una escena del film le vemos pintar). Goya es aquí un personaje bonachón al que dan ganas de abrazar cada vez que aparece en escena, y algo dentro de mí me hace sentir cierta contradicción al experimentar esto.



Junto a Skarsgard nos encontramos a un reparto de lo más variopinto: Javier Bardem perfila con mucha corrección a su padre Lorenzo (aunque como comentario personal diré que es un actor que nunca me ha entusiasmado y que me parece un tanto excesivo, aquí también). Natalie Portman resulta poco convincente en sus dos papeles (quizá por cuestión de apariencias) y además algo cobarde (¿por qué? porque la mayoría de las escenas potentes de su personaje coinciden con desnudos del mismo y se estropean por esos planos de dobles de cuerpo tan antinaturales que sólo perjudican al trabajo de la actriz). Blanca Portillo es una estupenda Reina María Luisa (qué pena que sus últimos papeles en el cine sean tan breves, porque se está descubriendo como una actriz excelente), Randy Quaid es el perfecto Rey Carlos IV y José Luis Gómez le aporta muchísima fuerza a Bilbatua. Todos ellos hablando un perfecto inglés, españoles incluidos (fantástico trabajo el del coach de la película… excepto con Unax Ugalde, que vuelve a demostrar su ineptitud y cuyos minutos en la cinta me imagino han sido recortados hasta ser lo suyo casi un cameo).

Lo que sí resulta extraño es que tras ver a españoles y franceses hablando inglés, los extras de la película hablen en castellano. Con esto sólo se logra perder parte de la magia del cine, de esa atmósfera de unidad que debe tener la película para que sea coherente. Esa mezcla de idiomas, ese murmullo sin subtítulos, nos hace pensar que Goya, Inés y Lorenzo son turistas. A esto hay que sumar una fotografía (de nuestro genial Aguirresarrobe) no tan lucida como podría haberlo sido, un vestuario excepcional de Yvonne Blake y una banda sonora un tanto desacertada (porque parece que a veces suena cuando no debería). Estos últimos, elementos que hacen que el acabado formal de la cinta no sea tan fastuoso como algunos pensamos.

Aun así, Los Fantasmas de Goya, como cine de ficción y entretenimiento, cumple. No dura más de lo que debe, tiene ritmo, escenas potentes, un reparto lleno de rostros populares, repasa -por encima- parte de nuestra historia y casi puede ser para todos los públicos. Goya made in Hollywood, ¿no?


RUEDA DE PRENSA





La presentación en Madrid de Los Fantasmas de Goya causó mucho revuelo. Durante semanas se especuló con la posibilidad de que estuvieran presentes Natalie Portman y Javier Bardem, aunque al final ninguno de los dos apareció. Así, este junktet internacional se celebró –tras un significativo retraso de unos cuarenta minutos- con la ausencia de los dos actores protagonistas, que se intentó suplir con la presencia de un buen puñado de personas involucradas en la cinta, empezando por el mismísimo Milos Forman, acompañado del guionista (Jean-Claude Carrière) y el productor (Saul Saentz) y de unos cuantos actores: el sueco Stellan Skarsgard (Goya), el norteamericano Randy Quaid (Rey Carlos IV) y los españoles José Luis Gómez (Bilbatua) y Blanca Portillo (Reina Maria Luisa), esta última ausente en las ruedas de entrevistas.

Y quizá por la cantidad de entrevistas que había programadas antes y después del evento, este duró poco. Todo el mundo quería guardarse sus preguntas (si es que no las había formulado ya), y las pocas que hubo estuvieron dirigidas al señor Forman. Sólo una vez habló (de propia voluntad) el guionista y sólo una vez se preguntó a otros de los presentes. Hablaron Gómez y Skarsgard (que explicó cómo intentó dar su versión de Goya, cómo es fácil idealizar a ciertos personajes históricos) . La mayoría de las preguntas tuvieron que ver con la España que refleja la película, una España oscura a la que todos ven paralelismos con el Iraq actual (que no se buscaron de forma premeditada). Para Carrière, la prioridad no era reflejar nuestra historia, sino la de un personaje que, para Milos Forman, es Inés (Natalie Portman), puesto que ella simboliza la inocencia robada. También se preguntó por el papel de la Iglesia en la película. Forman admitió que su intención no era juzgarla, que para él Lorenzo era un hombre fanático pero que creía que podía hacer el mundo mejor, solo que no sabía dónde estaba el límite de sus acciones. En cuanto al idioma, el director dijo que a él le parecía normal haber trabajado en inglés y que sólo se había evitado el acento norteamericano. Y respecto al murmullo en castellano que se escucha durante toda la cinta, pues pareció no darle demasiada importancia porque para él aporta “sabor local”.

Si de algo sirvió la rueda de prensa fue para comprobar que Milos Forman está mayor, que empieza a no enterarse de las cosas (digo esto con todo el respeto del mundo), que de vez en cuanto hace alguna cosa rara (en esta ocasión ayudado por un objeto que le acababan de regalar: una especie de bastón que blandía cual espada) y que tiene pocas ganas de contestar preguntas. Él preferiría estar de juerga con sus amigos Carrière y Saentz (de su misma edad… o mayores). Ellos han hecho demasiado cine y están de vuelta de todo, como comprobamos después en las mesas de entrevistas. Pero esta es otra historia, y será contada en breve.

 

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