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Crítica - The Wicker man

Poster

'Vergüenza ajena'

19/10/2006 - Por Korben Dallas

(1/5)

The Wicker man
Director: Neil LaBute
Intérpretes: Nicolas Cage (Edward Maulis) / Ellen Burstyn (Summersisle) / Molly Parker (Hermana Rosa) / Leelee Sobieski (Honey) / Kate Beahan (Willow Woodward) / Frances Conroy (Dr. Moss) / Michael Wiseman (Pete)
Duración: 102 minutos
Sinopsis: Un sheriff investiga la desaparición de una joven en una misteriosa isla donde se cree que existe una extraña comunidad religiosa. [...]
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Estreno en España: 20 de Octubre de 2006


CRÍTICA



The Wicker man es un film de terror. Su argumento es el siguiente: Edward Malus (Nicholas Cage) es un agente de policía atormentado por haber sido testigo de la muerte de una madre y su hija en un brutal accidente de carretera. En pleno padecimiento de su congoja, recibe una carta de su antigua prometida, Willow (Kate Beahan) pidiéndole auxilio en la búsqueda de su desaparecida hija (Rowan). La ex novia reside en una isla apartada de la vida, en una especie de comuna sectaria en la que veneran a la naturaleza y las mujeres llevan el peso de la existencia, mientras que los hombres quedan relegados a las labores físicas. Poco a poco Edward irá descubriendo cómo son las relaciones dentro de la sociedad de Summersisle y desentrañando los planes oscuros vinculados a las fiestas y rituales con el fin de propiciar buenas cosechas.

Deseo que el lector tenga muy en cuenta que expongo arriba el argumento tan fría y concisamente como me es posible para a continuación concretar que si The Wicker man es una película de terror, yo soy Caperucita Roja. Y que si su argumento pudiera llegar a ser tomado en serio, tan simple como está expuesto en esas líneas, cabría una remota posibilidad de que el filme funcionase. Sin embargo, este humilde crítico aún no sale de su asombro de la bazofia a la que ha asistido esta gris mañana de sacrificio.

Neil LaButte, quien generalmente nos había deleitado con trabajos cuando menos interesantes, debía estar enfermo cuando aceptó retomar el guión de Anthony Shaffer y rescribirlo (juro que aún no salgo de mi asombro, ¡lo firma y todo!). Así como dirigirlo, para lo cual cuenta, no sólo con la colaboración de Cage, sino con su PRODUCCIÓN. Y para colmo, la mismísima Ellen Burstyn, excepcional actriz a quien todos deberíamos mostrar respeto y profesar admiración, mancilla sus nobles canas y surcos de la madurez y la buena actuación, interpretando a la matrona de la secta.

Atrás quedan los hallazgos de las comedias del director, trabajos remarcables dentro de la grisedad de lo contemporáneo. Un director encargado de reforzar sus proyectos con el interés del guión y el trabajo actoral, curtido en el teatro, autor inteligente y perspicaz, parece haberse enfangado en esta película de terror con un argumento patético y un desarrollo desastroso, que ya se aventura desde un inicio torpe y desangelado, a caballo entre el telefilme y un cutre aroma a película de casquería de bajo presupuesto facturada en los ochenta. Es más, deberíamos acuñar un nuevo término para designar esta mamarrachada, quizá podríamos decir a partir de ahora que tal o cual filme es una “Butada”. Sintiéndolo mucho, habrá que concluir en lo que a la carrera del señor LaBute se refiere, que, o sus conatos de genialidad -el desparpajo de su enfermera Betty, el interesante retrato social de sus Amigos y Vecinos, e incluso la desapercibida crudeza de su Por amor al arte- fueron eso, simples atisbos percibidos por un mundo ávido de inteligencia; o que se ha dejado hundir hasta el cuello con este hombre de mimbre abochornante, tal como le pasara con su pomposa y fallida Posesión

Por otra parte, que Nicholas Cage arde en deseos de superpoblar nuestras carteleras, no es ningún secreto. Al parecer ha decidido colmar al menos un 25% de la producción cinematográfica, y él -que seamos serios, tampoco le ha importado nunca meterse en basuras infumables mientras tuviese un bonito y grandilocuente rótulo que anunciase su nombre- parece encantado y hasta produce esta cosa en la que no deja de poner cara de pan ni un solo segundo. Yo me pregunto: ¿realmente necesita este hombre, con títulos en su haber como Corazón Salvaje o Hechizo de Luna, estropearse con ciudades de ángeles, caras a caras, ¡sesenta segundos! o mandolinas de capitanes corellis (que hasta da vergüenza escribir con mayúsculas)? ¿Será cierto que ganar un Oscar conlleva una maldición y que tras ella uno queda supeditado a hacer tan solo mugres de semejante calibre?
Escribiendo todo esto, hasta yo siento remordimiento, pero es que es tan mala que tengo que rebajar el trabajo de profesionales a los que admiro como Angelo Badalamenti, compositor de la banda sonora, quien ha perpetrado una partitura capaz de lograr que las secuencias de intriga sean bochornosas; o la joven LeeLee Sobiesky, que en otro tiempo fue considerado como un futuro valor en alza y era contemplada como una gran actriz (recordemos que en poco tiempo trabajó desde Kubrick hasta Ivory, e incluso fue una más que aceptable Juana de Arco). Espero, de verdad que sí, que todo haya sido una broma o una gran fiesta y que todo el reparto y el equipo técnico hayan estado borrachos durante el rodaje y la posproducción, ya que al menos se justificaría una falta tal de interés y tal dejadez en todos los niveles

Así, este producto que huele a Los Chicos del Maíz y a No sin mi Hija logra que un chupa-chups sea más emocionante que sus secuencias de acción y que de golpe y porrazo filmes tan absurdos y prescindibles como el terror barato de los setenta y ochenta cobre una nueva dimensión de referencia. Referencia que sólo teníamos en cuenta unos pocos y que, gracias a nuestra contemporaneidad hueca de creatividad, está resurgiendo con revisiones a películas que habían casi desaparecido de los anales de la historia, como Las Colinas Tienen Ojos. Y que conste que agradezco este fenómeno, y espero que siga así por mucho tiempo. No solo por poder ir al cine a ver cine de terror para reír, sino para ver modernizadas grandes basuras que adoro (tomen nota, señores directores revolucionarios del garbage-reciclaje) como Cumpleaños Sangriento o Inocentada Sangrienta.

The Wicker Man va mas allá de la vergüenza ajena, el rubor y la compasión hacia el trabajo de los demás. Ya no solo provoca carcajadas entre los espectadores en las secuencias de mayor “intensidad”, sino que uno siente hasta lástima por que haya llegado a las salas de exhibición sin que algún espectador previo, algún alma caritativa, dijese ”Neil, anda, déjalo, démoslo por imposible, pero no te pongas en ridículo estrenado este petardo”. Desastrosa.

 

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