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Crítica - Los Borgia

Poster

'Insufriblemente soporífera'

06/10/2006 - Por MrsWinter+K.Dallas

(1/5)

Los Borgia
Director: Antonio Hernández
Intérpretes: Sergio Peris-Mencheta (César Borgia) / Lluís Homar (Rodrigo Borgia) / María Valverde (Lucrecia Borgia) / Ángela Molina (Vanozza) / Paz Vega (Caterina Sforza) / Roberto Alvarez (Burkard) / Antonio Dechent (Michele Corella) / Sergio Múñiz (Juan Borgia) / Eloy Azorín (Jofré Borgia) / Diego Martín (Perotto) / Miguel Ángel Muñoz (Ramón) / Enrique Villén (Savanarola) / Antonio Valero [II] (Cardenal Ascanio Sforza) / Eusebio Poncela (Cardenal Giuliano della Rovere) / Linda Batista (Sancha de Aragón) / Fabio Grossi (Cardenal Rafaele Riario) / Lucía Jiménez (María Enríquez) / Giorgio Marchesi (Alfonso de Aragón) / Esther Ortega (Isabella) / Antonio Hernández (Cardenal Gianbatista Orsini) / Javier Tolosa (Gonzalo de Córdoba) / Katy Saunders (Giulia Farnese) / Massimo Vanni (Soldado) / Roberto Enríquez (Paolo Orsini)
Duración: 120 minutos
Sinopsis: Rodrigo Borgia, en presencia de sus tres hijos, Juan, César y Jofré, es elegido Papa con el nombre de Alejandro VI. El nuevo Papa sueña con aumentar territorios para el Vaticano. Nombra capitán de sus ejércitos a Juan y lo [...]
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Estreno en España: 6 de Octubre de 2006


CRÍTICA + RUEDA DE PRENSA





Aún no nos habíamos recuperado de las "grandes superproducciones" del cine español, Tirante el Blanco y Alatriste, cuando nos sorprende en la cartelera este producto liderado y promovido casi en su totalidad por Antena 3. Con un ímpetu voraz y un sospechoso y continuo afán por demostrar que no pretenden competir con nadie, como ha explicado hasta la saciedad su productor Teddy Villalba, la nueva superproducción hispano-italiana de más de 10 millones de euros recrea los entresijos del Vaticano del siglo XV y las peripecias de la oscura y archiconocida familia de los Borgia.

Concebida como un flashback en su totalidad (en palabras del director Antonio Hernández "con el fin de enganchar al espectador desde el inicio"), la película cuenta los años de reinado del Papa Rodrigo Borgia, Alejandro VI, y de los destinos de sus hijos Juan, César, Jofré y Lucrecia, todos abocados a un sino de destrucción y codicia. Tras ser elegido Papa de Roma, Alejandro VI nombra a su hijo Juan capitán de su ejército y lo casa con una dama española, para su hija concierta matrimonio con un noble italiano de la familia Sforza y desposa al pequeño Jofré con Sancha de Aragón. Para César reserva un sillón cardenalicio, pero este no queda satisfecho con la asignación, ambicionando el control de las tropas vaticanas que ostenta su hermano.

A partir de aquí, la narración se mueve de crimen a crimen (y tiro porque me toca), desde la nunca esclarecida muerte de Juan de Borgia hasta la del propio Alejandro VI, pasando por los numerosos desmanes que César lleva a cabo para mantenerse en el poder. Con unos cuantos asesinatos y por medio de sucesivas alianzas matrimoniales consiguen ampliar las fronteras del Vaticano, conquistando los territorios vecinos. Sin embargo, con estos métodos de expansión consiguen cavar la propia tumba de la dinastía, ya que por el camino se van forjando numerosas enemistades. Rivalidades que, como no podía ser de otro modo, desembocan en oscuras tramas que acabarán por desbancar a la familia del poder en Roma.



Y todas estas intrigas, estas idas y venidas, estos momentos de trágica intensidad, se van desgranando a lo largo de unas casi dos horas y media que se hacen más que eternas: insufriblemente soporíferas. Damos fe de que Korben Dallas dió unas cuantas cabezadas y el resto de la prensa asistente comenzó a removerse inquieta en el asiento tan solo a una hora del comienzo del film.

En el plano técnico, la realización es más de lo mismo. Antonio Hernández dirige el desaguisado con una ampulosidad y pedantería que dejan atrás al mismísimo James Ivory. Así, contemplamos multitud de planos en movimiento, a cual más rebuscado, un uso abusivo de la grúa, secuencias con travellings imitando a Peter Greenaway, e incluso algunos planos al más puro estilo Posesión Infernal. ¡Y es que este hombre se cree que es Peter Jackson! Incluso mencionó en la rueda de prensa la dificultad de coordinar a un equipo tan extenso en las secuencias de las batallas; ya podemos imaginar los quebraderos de cabeza que debieron de causarle los escasos veinte extras que forman el ejército en la contienda, eso sí, con mucho humo de fondo y moviendo la cámara sin parar, para que parezca que son multitud…

Otro detalle en el que debemos reparar es la fotografía: ¿por qué todas las películas históricas españolas basan su concepción estética en los fuertes contrastes de luz y sombras? Y no es este el único tópico del género. Una de las mayores bazas de esta producción, según sus propios creadores, es el diseño de vestuario y la escenografía, mérito que desde aquí no vamos a desdeñar. Sin embargo, nuestros cineastas no se dan cuenta de que una película no puede basarse solo en la dirección artística; sin una buena historia de fondo, los espectaculares trajes se quedan solo en eso, modelitos que lucir como si de una pasarela renacentista se tratase. La guinda a todos estos elementos la pone una banda sonora de mano de Ángel Illarramendi igualmente ampulosa y repetitiva, que resuena constantemente insistiendo una y otra vez en los mismos temas, que vienen a ser una extraña mezcla entre El Señor de los Anillos y Drácula.



Esta película lo tiene todo, y el reparto no se queda atrás. El más obvio protagonista es Sergio Peris-Mencheta, que interpreta al implacable César Borgia, un personaje con el que da la impresión de que quieren convertir a este joven actor con una cuna como “Al salir de clase” en el nuevo Javier Bardem. Lluis Homar elabora un personaje histriónico y amanerado. Se intuyen sus dotes artísticas, pero aun así el interés por llevar el carácter hacia un enfoque 'especial' hace preguntarse si el Papa Borgia no tendría cierto retraso mental. María Valverde es una niña muy mona y no pasa de ahí. Eso sí: no le vendrían mal unas cuantas clases de dicción, al igual que a Eloy azorín, o que a casi todos los actores españoles de nueva generación. No podemos pasar por alto al hispano-italiano Sergio Muñiz, que se nos ha revelado como uno de los más guapos del film, y poco más, porque el doblaje nos impide comprobar sus dotes interpretativas. Varios actores han sido doblados y el efecto, amén de desconcertante, resulta revelador del poco criterio con el que se hacen las cosas en este país. El personaje de Sancha de Aragón es interpretado por Linda Batista, cuya presencia intuimos es solo necesaria para enseñar un poco de carne, ya que se ve que Paz Vega (ya es raro) no estaba de humor para lucir sus pechos una vez más. Y es que todos sabemos que cualquier película española que se precie necesita de unas cuantas escenas de sexo innecesariamente explícito, y en este caso el director nos 'deleita’ con varios pasajes de cama e incluso alguna que otra orgía. Completan el elenco personalidades como Antonio Valero, Eusebio Poncela, Ángela Molina o Roberto Álvarez, en la piel del abad Burkard, que viene a ser un ‘Mr. Smithers’ y de vez en cuando suelta algún chascarrillo con poca gracia. Ni que decir que casi todos ellos acudieron a la rueda de prensa (había allí más de 15 personas) y sin embargo nadie quiso hablar, incluso vimos a un Poncela que parecía dormirse tras unas gafas de sol. Esto ya es ser malo, pero puede que no estuvieran tan orgullosos de su trabajo como el director, que demostró en un par de ocasiones que no tiene abuela, “es que yo soy muy listo” (sic)…

Ante tal despliegue de medios, uno no puede dejar de plantearse si en realidad es necesario este nuevo 'cine fuerte' español para competir con Hollywood. En caso de hacerse, ¿por qué no se enfoca más como 'cine de calidad' y no 'cine de rimbombancia'? ¿Tiene sentido esta guerra de cadenas de televisión por producir la película más cara de la historia de nuestro país? El cine español no necesita más dinero, porque de hecho es una de las industrias a las que más cuida nuestro gobierno, con ayudas y subvenciones que llegan desde todas las administraciones, necesita algo mucho más simple: buenas ideas, bien escritas y bien llevadas a la pantalla. Nos gustaría amar nuestro cine, pero mientras las películas sigan oscilando entre la convención tipo telefilme, como es el caso de Los Borgia, y la pedantería desbordada de los títulos más ‘independientes’, servidores seguirán acudiendo a las salas en busca de productos extranjeros, que al menos no demuestren con tanto descaro el alto grado de autocomplacencia que destila nuestro cine.

 

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