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Crítica - Pulp Fiction

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'Incontestable obra maestra'

05/09/2006 - Por Corleone12

(5/5)

Pulp Fiction comienza y acaba en un mismo sitio, una típica cafetería americana, no obstante en las casi dos horas y media que dura el espectador visita otros muchos lugares, ve muchas cosas y oye muchísimas cosas más. Todo ello ya forma parte de la historia del Cine. Tarantino creó con esta su segunda película la que es, probablemente, la obra más emblemática de los noventa, un film que aparece enclavado como un mito, toda un referencia del cine estadounidense moderno y que consagró definitivamente a Tarantino después de haber filmado la magistral, y perfectamente equiparable a Pulp Fiction, Reservoir dogs.

Tarantino lo que hace es extrapolar ciertos rasgos de Reservoir dogs, rasgos que por otra parte son ya parte de su idiosincrasia véase la narración no circular, darle al Cine Negro su personal visión, tamizarlo de socarronería e hilaridad y crear una película que goza de una apabullante unanimidad en cuanto a su calidad. No es para menos, Tarantino consigue crear une película única, original, fresca, gamberra, graciosa, impactante, gracias, entre otras muchas cosas, a un guión perfecto, personalmente, Pulp Fiction es para mí la película mejor narrada que yo haya visto nunca. El guión que firma Tarantino es sublime, un texto de una cohesión interna perfecta, monolítica, consigue no solo que las dos horas y media de metraje se pasen volando, sino que la interconectividad narrativa entre todas las historias sea pasmosamente perfecta, se entrelazan y confunden a lo largo del metraje de manera milimétrica, mediante un fascinante uso del montaje. Tarantino es el maestro del flashback, evidentemente él no fue el que inventó la narración no lineal, pero si ha sido el que la ha perfeccionado y tratado con mayor maestría, haciendo suya esa manera de narrar las películas, que ya es una marca inconfundible de la casa. La narración de Pulp Fiction funciona como la maquinaria de un reloj suizo, con milimétrica perfección, Tarantino juega con la plasticidad del tiempo cinematográfico a sus anchas, yendo hacia atrás y hacia delante, consiguiendo con ello que personajes ya finados vuelvan a la vida, u otros que echábamos de menos vuelvan a escena. Y además la otra arista de perfección del texto es el diálogo. Tarantino tiene un don para el diálogo, lo que otros guionistas buscan hasta la saciedad, buscando su punto de originalidad intentando que cada diálogo cale en el espectador. A este hombre le sale de la manera más espontánea posible. Pulp Fiction es un festín del diálogo tarantiniano, la plasmación pura de la prosa del genio de Knoxville, plagado de frases memorables, antológicas, desde la conversación en la cafetería entre Pumpkin y Honey Bunny, pasando por el cotorreo entre Jules y Vincent acerca de los bares de Ámsterdam, los masajes de pies, las nimias pero sutiles diferencias idiomáticas entre el viejo continente y EE.UU, pasando por el imponente monólogo de Marsellus Wallace a Butch o el que recita en un pequeño cameo Christopher Walken a un joven Butch sobre la longeva historia del reloj, para finalizar con el tenso y antológico recital de Samuel L. Jackson a Tim Roth, probablemente uno de las secuencias mejor interpretadas que recuerde el Cine Moderno. Todo ello conforma el que es para mí el guión más impecable que he visto nunca.
Éste a su vez cobra aún más potencia y calidad bajo la tutela de su autor detrás de las cámaras. La dirección de Tarantino que se aleja de la parsimonia y la visceralidad de su trabajo en Reservoir dogs, para optar por un estilo igualmente tranquilo y vibrante pero de lo más sofisticado. Sofisticada, esa es la palabra para definir la dirección de la que hace gala Tarantino, que sin llegar al virtuosismo de posteriores trabajos (véase Kill Bill), consigue aunar tanto buen y vistoso manejo de la cámara con pragmatismo y planos sencillos que dan preferencia al trabajo actoral (sobre el que ya incidiré más tarde). Una sabia y a la postre acertadísima simbiosis, carente de la autocomplaciencia que por desgracia, cosa que no se ha llegado ni mucho menos a cargar ninguna de sus películas posteriores, ha ido tiñendo sus últimas obras. Tarantino además realiza también una de sus especialidades, la cuidada selección de canciones, una auténtica delicia para el oído, sólo él sabe cómo poner música a sus secuencias, consigue un vínculo insoldable entre imagen y sonido. Temas tan potentes como el inolvidable Misirlou de los títulos de crédito o el “You can never tell” del inmortal baile entre Mia y Vincent, entre otros muchos.

Y llegamos al cast, un punto fuertísimo de la película. A día de hoy es el reparto más impresionante en cuanto a nombres que a tenido Tarantino entre manos. El hecho además es que no sólo por nombres es apabullante el cast de Pulp Fiction sino por que la mayoría de los actores ofrecen unas interpretaciones magníficas, de lo mejor de sus respectivas carreras. Como ya hiciera con Lawrence Tirney en Reservoir dogs, o con Robert Foster y Pam Grier en Jackie Brown o, más recientemente, con David Carradine en Kill Bill, Tarantino volvió a catapultar al estrellato a un John Travolta sumido en el olvido, dándole el papel de Vincent Vega, un fondón y carismático sicario drogadicto, Travolta borda el papel, con sus suaves y tranquilos ademanes y con su susurrante y aterciopelada voz, en la mejor interpretación que ha hecho nunca. Uma Thurman clava el papel de la enigmática y desenfadada Mia Wallace mientras que Ving Rames moldea a un portentoso Marsellus Wallace. Quizás la estrella más rutilante del reparto sea Bruce Willis, el cual pidió a Tarantino un papel en la película, Willis ofrece una atípica visión de si mismo, como un inseguro y accidentado héroe al que todo, de manera milagrosa, le acaba por salir bien. Tim Roth y Amanda Plummer hacen sus flamantes y magníficas intervenciones al final y principio de la película. En papeles más escuetos aparecen María de Medeiros, Eric Stolz, un desternillante Christopher Walken o el ya inmortal Señor Lobo interpretado por Harvey Keitel, una de las mejores creaciones de Tarantino, un cínico y sofisticado “arreglador” de problemas, que suelta frases tan antológicas como “Soy el señor Lobo, resuelvo problemas” o “No empecemos a chuparnos las pollas”, uno de los personajes más descojonantes que recuerda un servidor. Y se preguntarán si me he olvidado de alguien. La respuesta es no, el hecho es que lo dejo para el final. La mejor interpretación de la película la conforma un Samuel L. Jackson pletórico, en una de las interpretaciones más impresionantes los 90, dando vida a un Jules Wilnfield ya inmortal, un sicario duro, parlanchín, reflexivo, imponente, una actuación impresionante, de mis favoritas, que alcanza su clímax cuando recita el ya legendario Ezequiel 25:17.

En fin, que más decir acerca de esta incontestable obra maestra, una de mis películas favoritas, impresionante, descarnada, graciosa, chocante, impactante, arte, arte con mayúsculas.

 

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