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Crítica - El Padrino. Parte III

Poster

'Excepcional película'

05/09/2006 - Por Corleone12

(4/5)

Muchas veces oigo rajar bastante de esta película, como si de una degeneración de la saga se tratase, como si fuese una aberración el mero hecho de haberla filmado, como si fuese una película detestable. No estoy nada de acuerdo con ello. Más allá del exacerbado y profundísimo amor que siento por El Padrino, intentaré ser imparcial y no dejarme llevar por mi pasión hacía esta película.

No obstante más allá de su calidad como película independiente, que la tiene y mucha, la maldición de El Padrino III es la inevitable comparación con las dos entregas previas. No hace falta mencionar que nadie esperaba que Coppola repitiese las cotas de perfección que tenían tanto el Padrino como el Padrino II con la realización de esta tercera entrega, eso es un hecho casi empírico, y lo es básicamente por dos razones. La primera es que El Padrino y El Padrino II son simple y llanamente perfectas, es algo que ocurre rara vez en el cine, es un mito, un icono, es imposible repetir esa perfección, lo que si se puede hacer es introducir un epílogo, un buen complemento final, una película que cierre dignamente la saga y eso es lo que es esta tercera entrega y no una película a la altura de las dos anteriores, eso es una quimera. Y la segunda razón es que el Coppola de 1990 no era el mismo de los años 70. Entre la realización del Padrino II y del Padrino III habían pasado dieciséis años. En ellos después de realizar la magistral Apocalypse Now no dejó de rodar mediocridad tras mediocridad (excepto La Ley de la calle) véase Corazonada (espectacular fracaso de taquilla que hizo que perdiese Zoetrope, su productora), Rebeldes, Tucker, Cotton Club, Peggie Sue se casó. Su carrera entró en un fuerte declive y su crisis creativa era más que palpable, es decir, Coppola no pasaba por su mejor momento a la hora de llevar a cabo la realización de la tercera entrega y de no ser por él ni se hubiera hecho ya que fue la Paramount la que le rogó que hiciera esta película, ya que la productora norteamericana se precipitaba peligrosamente hacía la bancarrota. A pesar de ello los ejecutivos no dejaron que Coppola titulase a esta tercera entrega “La muerte de Michael Corleone” como el quería.

Michael Corleone ya no es el que era, tiene canas, los años han pasado, ha envejecido y todo lo que huela a ilegal ha sido erradicado de su vida y trabajo, se ha alejado del monstruoso y frío mafioso que fue décadas atrás, al cual todos recordamos en la inmortal escena final del Padrino II cuando lo vemos sólo, sentado en la jardín, con todos sus seres queridos lejos de él. Pero como ha sido la constante y una de las reflexiones más negras y magistrales de la saga, el pasado no perdona a nadie, y parece que el destino no deja a Michael Corleone vivir tranquilo. Al Pacino vuelve a retomar el personaje que lo catapultara al estrellato a principios de los setenta, dándole una vuelta de tuerca y dotándole de humanidad y de anhelos de redención, apartándose de la maldad personificada en la que se había convertido, conformando un Michael Corleone hastiado, paciente, viejo, frágil, completando una de las mejores interpretaciones que haya hecho Al Pacino nunca, de sabía y mesurada contención. Y es que en esta película es Pacino, su personaje mejor dicho, el que sirve de catalizador y de plasmación de lo que esta película: un final. Mejor dicho, más que una película esto es un epílogo. El Padrino III, su objetivo, es el de cerrar la saga de una manera digna, cosa que consigue y con creces y realizar una película que sirva como complemento de sus prodigiosas hermanas mayores y que además contenga una identidad propia y, en mi opinión, el Padrino III también lo consigue. Sin perderla en ningún momento y agregándola de manera más subrepticia y soterrada logra apartarse parcialmente de la increíble negrura y fatalidad de las dos primeras entregas (salvo al final), y Coppola se decanta por un tono crepuscular, relajado, tamizado con un tono operístico y solemne y por encima de todo, se decanta por un tono de redención que es palpable en todo momento para acabar por fundirlo todo con un apabullante lirismo, impresionante e inesperado, como por ejemplo en la bellísima escena en al que Anthony entona una preciosa cancioncilla siciliana, y empiezan a aparecer imágenes de la boda de Michael con Apollonia e imágenes de antaño, todo una demostración de conmovedora sensibilidad. Y culminado con uno de los finales más duros, sorprendentes, fatales, desgarradores y apoteósicos que recuerda el cine y, a título personal, probablemente la escena mejor interpretada que yo haya visto nunca y que siempre me produce un torrente de lágrimas.

Cabe destacar la interpretación de Andy García que no es ni mucho menos una caricatura de Sonny, sino más bien un homenaje al personaje de James Caan, en un rol que le viene como anillo al dedo, fuerte, vivo y bravo. Todo el reparto cumple, desde la siempre magnífica Diane Keaton, pasando un gran Joe Mantegna y un entrañable Eli Wallach. Es obvio y necesario admitir que Sofia Coppola nunca debió participar en esta película, pero la verdad es que recibió más palos de los que se merecía.

En resumen, una excepcional película, un crepúsculo triste y conmovedor, un dignísimo y brillante cierre para una saga que está marcada a fuego en la retina, la cabeza y el corazón de cualquier cinéfilo.

 

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