World Trade Center, del conocido director Oliver Stone, era desde un principio una propuesta arriesgada. Asimismo lo era United 93, la otra película basada en el terrible 11 de Septiembre de 2001 en el que dos aviones se estrellaron contra las famosas torres llenas de oficinas llevándose la vida de miles de personas en el mayor ataque terrorista de la historia moderna.

Dicho esto, no es de extrañar que se le puedan recriminar cosas a esta película, pero lo que no se podrá poner en duda es su honestidad. Esta película no va de aviones que se estrellan, torres que se derrumban, bomberos que salvan a gente atrapada ni grupos de supervivientes que buscan una salida de un lugar cerrado y claustrofóbico. Tampoco va de terroristas islámicos que atacan los Estados Unidos ni del presidente Bush respondiendo y atacando. Esta película no entra al trapo de ninguna de estas cosas. Si queréis de lo primero, buscad al Stallone de Daylight: Pánico en el tunel. Si queréis de lo segundo revisad los telediarios de la época. Esta película entra de lleno en lo que serían los dramas de sobremesa de Antena 3 o Tele 5, con una pequeña e importante diferencia. Sabemos que lo que se cuenta en ella, salvo modificaciones en la representación, ocurrió de verdad. Sabemos que esos dos policías estaban allá dentro (con el resto de sus compañeros), sin saber qué estaba pasando exactamente, con el único objetivo de sacar a la gente de allí, cuando de repente el edificio se vino abajo. Sólo ellos dos sobrevivieron, aunque atascados debajo de sendos bloques de hormigón que les impedían moverse, siendo ellos mismos la única compañía que tenían, ajenos a todo lo que sucedía en el exterior, con la esperanza puesta en que les acabarían encontrando y todas sus fuerzas puestas en mantenerse despiertos. Así pues, tanto Nicolas Cage como Michael Peña (o Pena como lo escriben en los teclados americanos...), a quien ya vimos haciendo de cerrajero latino en la multipremiada Crash de Paul Haggis, hacen una labor de actuación basada pura y exclusivamente en la expresión facial y la voz. Sin duda, los dos mejores de la película, increíbles. No son héroes a lo John McClain, son gente que demuestra una fuerza de voluntad y unas ganas de vivir conmovedoras, y por eso son admirados. Este es sin duda el mejor aspecto de la película: que a pesar de ser una película de catástrofes no lo es en el sentido convencional, y a pesar de ser una película que podría entrar en temas políticos, los rasca de pasada, mostrando algunos momentos de la televisión que se vivió ese día.

Hasta aquí, todo parece correcto. ¿Qué tiene de malo? Pues poco si sabemos lo que vamos a ver y mucho si no es eso lo que queremos ver. Hijos que no saben si podrán ir al partido de beisbol con sus padres el día de su cumpleaños, esposas embarazadas, familias reunidas, lloreras colectivas, etc... Como he dicho antes, es un drama de sobremesa y, por lo tanto, incluye todos esos trucos y estratagemas que están ideados únicamente para conmover al espectador. La diferencia es que es más real y menos generalista que los telefilmes (mamá adolescente, joven viuda con hijo rebelde que rehace su vida, padre soltero que no sabe cómo tratar con su hija, hijo drogadicto que trastorna la familia, etc). Y bueno, también está el tema del sagrado corazón y la botella de fontvella, que me pareció totalmente fuera de lugar, pero quién sabe si está allí porque el Will Jimeno real es un devoto religioso y estaba teniendo alucinaciones.

En definitiva, es una película hecha con mucho tacto en el sentido del tema que trata, aunque para mi gusto quizás es demasiado descarada en los intentos de ablandar a los espectadores. Así y todo, el resultado es de una corrección muy ajustada al objetivo inicial y es merecedora de entrar en el grupo de películas que buscan la lagrimilla en el espectador al estilo 'John Q', por ejemplo.