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Crítica - Munich

Poster

'La mejor película de Spielberg'

14/08/2006 - Por Corleone12

(5/5)

"Es extraño ¿verdad? Pensar que uno es un asesino"

Ya el póster promocional de la película vaticina lo que en ésta va a pasar: un hombre solo, sentado en un lugar oscuro y frío, con una pistola y él está cabizbajo, taciturno, desolado. Todo en esa ilustración desprende un aire melancólico, afligido, desgarrado, no hay nada plástico ni estético, todo es oscuridad y tristeza.
Steven Spielberg es probablemente, le pese a quien le pese, el cineasta vivo más famoso del mundo, su cine es mayoritariamente alabado por la inmensa masa de espectadores y de crítica. Personalmente desde La Lista de Schindler, una película tremendamente valiente y valiosamente aleccionadora, Spielberg no había hecho nada de provecho, véase productos comerciales y edulcorados (El mundo perdido, Atrápeme si puedes, La terminal, La guerra de los mundos) o intentos bastantes mediocres de cine serio (Salvar al soldado Ryan, Inteligencia Artificial, Amistad). Y es que si hay algo que suele impregnar, desgraciadamente, Spielberg a su cine es el edulcoramiento y la molesta afición por una sensibilidad bastante folletinesca propensa a la lagrimita fácil. Más allá de estas apreciaciones personales, si hay algo de lo que, por fortuna, carece Munich es de cualquier atisbo de estas ya mencionadas “cualidades”.

Munich no es una película sobre los atentados de las olimpiadas del 72, al menos no estrictamente. El eje central desde el cual parte el film es éste, el brutal ataque terrorista que un grupo de extremistas palestinos llevaron a cabo contra once deportistas israelíes, filmado con una brutal sequedad y maestría por Spielberg (cosa sobre la que ya incidiré mas adelante), acompasando escenas filmadas con material real, dándole al film en su metraje inicial un conseguido aire de documental. Pero la película, su esencia, su magna genialidad subyace en lo que pasa después del atentado y las terribles represalias que preparan los israelíes. Como la propia Golda Meyer decía: “Olvidemos la paz por ahora”. Es la propia primera ministra israelí y sus consejeros los que llaman a Avner Kauffman, una agente del Mossad, para proponerle la funesta misión: ha de encontrar y matar a once palestinos, los supuestos responsables del atentado en Munich. Avner acepta la misión. Él y su grupo, cuatro hombre a cual más distinto del otro y con diferentes cualidades (fabricante de bombas, falsificador de documentos, “limpiador de pruebas”, experto conductor), empiezan a llevar a cabo su misión.
Si hay algo especialmente genial en la película es, diría yo que por encima de cualquier otro aspecto adyacente, la tremenda dirección de Spielberg. Es puro virtuosismo con la cámara, con una impresionante riqueza de movimientos, ángulos imposibles, una clase de atmósfera tensionada y agobiante, es una sublime lección de filmación de la violencia, aspecto del que hablaré más adelante, consigue que cada uno de los asesinatos sea una macabra obra de perfección, siendo nosotros partícipes de las explosiones, disparos y sangre derramada. Demuestra una lucidez y una sensibilidad extremas a la par que detallismo y sutileza y por supuesto Spielberg hace gala de una virtud mas que loable: valentía, valentía para tratar este tema tan espinoso que es el conflicto palestino-israelí que aún hoy le cuesta la vida a mucha gente.

Pero si de algo puede presumir esta película es de ecuanimidad, por que en ningún momento Spielberg (cosa que tiene aún más mérito siendo él de origen judío) se posiciona en un lado u otro, si bien es verdad que los protagonistas son los judíos, estos no hacen otra cosa que llevar a cabo un brutal y medido ojo por ojo, responden con lo mismo, sangre por sangre, muerto por muerto, no hay idealización ni de unos ni de otros, todos actúan movidos por el mismo y execrable sentimiento: el odio. No es de extrañar que ni a judíos ni a palestinos la película les agradase…la verdad duele.
Si hay algo atípico en esta película y que, en general, en la carrera cinematográfica de Spielberg jamás habíamos apreciado es el uso tan particular de la violencia que desempeña el cineasta americano en esta película. El uso de ésta es tremendamente vistoso y chocante, es casi estética, pero para nada idealizada, es seca, directa, no hay ningún atisbo de paroxismo o de nada bello, pero extrañamente resulta tremendamente vistosa y espectacular, es feroz, cumple, en resumen, una doble misión ciertamente contradictoria, por un lado es tremendamente realista y dura, son casi por si misma la cruda plasmación de cuan terrible es la violencia y por otro también tiene un componente atrayante y estético, gracias en parte a la vidriosa y siempre genial fotografía de Janusz Kaminski

Un soberbio Eric Bana da vida a Avner Kauffman, como ya decía Spielberg en una entrevista, esa mirada siempre desprende calidez y humanidad. Esta magistral interpretación no hace mas que consolidar lo que ya se atisbaba con su escueta pero carismática interpretación de Hector en Troya, que Bana es un solventísimo actor muy a tener en cuenta para los próximos años. Muy bien secundado por un correcto plantel de secundarios: Daniel Craig, Mathieu Kassovitz, Ciarán Hinds, Hans Zischler o Geoffrey Rush . Técnicamente, como toda película de Spielberg, es perfecta.

La mejor película de Spielberg, una obra maestra oscura y veraz, una brutal plasmación de la depravación moral, de la ambigüedad ética, del desquiciamiento, del odio, de la venganza, sin héroes, sin finales felices, una magna y negra obra de arte.

 

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