Siempre es difícil adaptar un libro a la gran pantalla, y más si el director de ésta es un novato en esa temática, pero en La edad de la inocencia Martín Scorsese demuestra que no sólo sabe filmar dramas callejeros e historias de mafiosos llenas de violencia, sino que cuando se atreve rueda una historia romántica, ambientada en una sociedad tradicional e hipócrita del siglo XIX, y deja el pabellón muy alto. Apoyada por la crítica, demostró que se trataba de una muy buena adaptación de la novela y que contaba con unas interpretaciones que apuntaban a los Oscar.

Newland Archer (Daniel Day-Lewis), un joven producto de esa sociedad, acaba de comprometerse con May Welland (Winona Ryder). Su vida superficial sufre un vuelco cuando irrumpe en ella la condesa Ellen Olenska (Michelle Pfeiffer), la prima de su prometida. Ellen está en tramites de separación (todo un escándalo en aquella época), ha vivido muchos años en Europa y no acaba de encajar en los rígidos convencionalismos de la sociedad puritana de Nueva York. Newland es el abogado que tramitará el divorcio. Los sentimientos de éste se hallan divididos. Desea sinceramente ser leal a su futura mujer,.sin embargo, ve en May a un ser aburrido, incapaz de mantener una conversación interesante y una mujer producto de una sociedad y forma de vida que él odia, todo lo contrario de lo que representa Ellen, por quien se siente cada vez más atraído.

De destacar es la fidelidad con la que Scorsese (que coescribió el guión) ha sabido transmitir el espíritu de la novela de E. Warthon usando, mejor dicho abusando en ciertos momentos de una voz en off con la que demuestra que a veces le cuesta transmitir todas las palabras de la escritora.

Sin embargo lo contrarresta con una cámara que retrata hasta los detalles más minúsculos de esa sociedad haciendo casi un estudio de todo ese telón de fondo que impide a los protagonistas tomar lo que desean. Cualquier gesto adquiere una extraordinaria expresividad, ya que el drama de esta película no viene por lo que sucede fuera, sino por lo que se cuece por dentro.

Como culpables de los puntos fuertes de la película tenemos a habituales de Scorsese, como M. Ballhaus en la excepcional fotografía y, cómo no, el montaje de T. Schoonmaker, que consigue unos planos reposados, una cuidada puesta en escena con unos sorprendentes travellings por la pista de baile...

Sorprende que las actuaciones no se llevaran el reconocimiento que merecían, sobre todo el papel de las féminas: genial la actuación de Michelle Pfeiffer, por menos han ganado otras actrices la estatuilla. Grande también Winona Ryder, que contaba con la ventaja de venir de otra película de temática parecida, Drácula de Bram Stoker, de la que quizás la película de Scorsese beba un poco en algunos momentos.

En definitiva, en La edad de la inocencia encontramos una historia llena de sentimientos, hipocresía, largos silencios y una pasividad que demuestra más que nunca que en el cine también hay que observar, en silencio, lo que los actores nos quieren decir con una mirada o con un gesto.

Película que gana mucho en su segundo visionado.