Parece que las tendencias del mercado son las que marcan las pautas a la hora de realizar producciones, y de nuevo nos encontramos con una nueva película basada en los cómics de la Marvel. Aunque en un principio se sospecha que es una nueva operación comercial, por parte de la productora, para seguir explotando el filón económico que los superhéroes están otorgando en estos últimos años, al ver la cinta es fácil entender que Ang Lee la ha querido dotar de un carácter más sobrio de lo habitual. Aunque el resultado es parcial y desigual, la impresión general es satisfactoria. Esto ocurre en gran medida gracias a un virtuosismo tras las cámaras poco corriente y a la presencia en el guión de James Schamus, anterior colaborador de Lee en Tigre y Dragón que hasta la primera mitad de la película se muestra muy convincente.

El taiwanés quiere presentar a los espectadores una cinta de acción y espectacularidad pero con importantes dosis de psicodrama, todo ello aderezado con un estilo visual muy original y sugerente, basado en planos y transiciones continuos, a modo de viñetas, muy efectivos y que aunque a más de uno no le gustará, es evidente que dotan a la historia de un desarrollo muy de cómic, algo que agradecerán los más fieles marvelianos.

Ang Lee se preocupa desde un primer momento en que se produzca una profunda conexión entre el espectador y la psiquis del protagonista, dandonos a conocer con detalle en la primera media hora de metraje todos los traumas que lo atormentan y que lo condicionan para desarrollar una vida "normal". Esto no se consigue por dos razones principalmente:

La primera es la, a mi entender, poco acertada elección del actor que interpreta a Bruce Banner. Eric Bana no llega a transmitir en ningún momento dramatismo desarrollando a su personaje y si en algún momento se produce es debido al apoyo recibido por sus compañeros de reparto que si que lo consiguen, exceptuando a Nick Nolte.

La segunda razón se debe a que a pesar de que esa carga dramática se va estableciendo lentamente gracias, como he dicho anteriormente, a un excelente trabajo secundario y a un acertado desarrollo del guión, ésta se rompe en el meridiano del film al incluir de forma brusca y poco sutil el componente épico presente en todos los personajes de superhéroes. Es aquí donde la obra de Lee se espectaculariza y se desmorona todo lo anterior, donde el espectador que se empezaba a sentir a gusto hasta entonces se incomoda y donde el que estaba incomodo empieza a mostrar interés.

Este es, en mi opinión, el gran error de la película, donde se torna fallida y en gran medida el porque a nadie le ha llegado a convencer totalmente. Verdad es que el material creado por Stan Lee y Jack Kirby (los padres de la criatura) no es fácil de moldear, ya que quizás The Hulk sea el personaje de la Marvel con más componente trágico y espectacular. Pero lo que es evidente es que el resultado se queda entre dos aguas y que la interesante propuesta que presenta en un principio se tuerce en su mejor momento para dar paso a pura diversión Hollywoodiense. Quizás solo debió haber sido eso y nada más. Querer profundizar tanto en los personajes para después abandonarlos a la suerte de los FX, muy buenos por cierto, me parece un poco cruel. En este sentido San Raimi con su Spiderman fue más inteligente en el resultado final: personajes planos pero bien dirigidos y una sabia dosificación de los FX hacen esta cinta más digerible para el espectador.

Con Hulk salí algo frustrado de la sala, como si no llegase a entender que era lo que se me ofrecía en ella. A pesar de todo, y como referí en un principio, la ágil dirección de Ang Lee enmienda y corrige algunas de las fisuras presentes en el desarrollo, por lo que se convierte en un título correcto dentro del género. Pero como aficionado a los cómics que soy esperaba con ansiedad por todo lo leído durante su producción, una obra de mayor transcendencia. Que pena, quizás en una segunda parte.