La Amistad: Un barco que cambió la historia de un país.

En una noche de tormenta La Amistad viaja con destino hacia Estados Unidos, cargada de esclavos. Mientras la mayoría de la tripulación duerme los esclavos consiguen liberarse y hacerse con el poder del barco. Dos supervivientes españoles se hacen cargo de llevar a los esclavos a África, o eso es lo que les hacen pensar, por que en realidad les llevan a tierras americanas, donde son detenidos y se les somete a un juicio por asesinato y por saber a quien pertenecen.
En esta disputa por la propiedad aparecerán la reina Isabel II de España, los miembros de la tripulación que sobrevivieron, y los que consiguieron apresar a los esclavos.
La decisión tomada en el juicio no solo afectará a la vida de los africanos, si no que podría repercutir en una nueva guerra civil americana, entre los que están a favor de la esclavitud y los que luchan por su abolición.
Dirigiendo este conflicto de intereses y disputas nos encontramos a Steven Spielberg que nos vuelve a ofrecer una dirección magnífica, aunque a veces pueda pecar de poco arriesgada, o incluso de que dirige “a medio gas”, con planos y escenas poco arriesgadas, sin embargo hay escenas, sobretodo las de cómo llegaron los esclavos a Estados Unidos, la escena que abre la película o el momento en que Cinque (Djimon Hounsou) está delante de la hoguera, que nos demuestran la capacidad de Spielberg de hacer “bonitos” hasta los momentos más duros de la cinta.
La historia esta perfectamente contada y el guión de David Franzoni a pesar de ser de ritmo lento, consigue momentos magníficos en la sala del juicio, y una parte final que, para mi gusto, es lo mejor del film. Esto no se debe solo al guión, sino a la importancia que adquiere en el relato, convirtiéndose casi en protagonista absoluto, el personaje de Anthony Hopkins que interpreta a un ex-presidente de los Estados Unidos muy afín a la causa abolicionista. Hopkins consigue una interpretación magnifica y durante los últimos 20 minutos es imposible despegar la mirada de la pantalla, gracias a él.
Quizás el fallo de la película radique en la elección del actor que aguanta la otra parte de la película junto con Djimon Hounsou (Gladiador, La Isla), impresionante en su papel, Matthew McConaughey, que a pesar de no hacerlo del todo mal, al lado de gente como Morgan Freeman, el ya nombrado Hopkins o Pete Postlethwaite, se queda bastante rezagado.

El apartado técnico de la película es el más sobresaliente, los vestuarios, la ambientación, la fotografía son perfectos, a destacar sobretodo la fotografía y los cambios de contrastes entre la claridad de África y lo gris de la sala de juicio, así como la importancia del sol en la película, ya que está presente en todas las escenas importantes, el sol nos anuncia en está película donde esta el hogar, es la señal de la libertad que tanto ansían los esclavos.
A parte habría que dejar la banda sonora de John Williams que a pesar de no ser de sus trabajos más importantes compone una partitura intimista, sin grandes artificios, y que se ajusta perfectamente a las imágenes, sobre todo ensalza las palabras de los protagonistas, en una película en que se le da mucha importancia a lo que se dice, es importantísimo este elemento que ayuda a que sintamos más las palabras y a conseguir mayor emoción en la escena.

La película podría haber sido una demostración de las posibilidades de un estudio de Hollywood, con grandes escenas en alta mar y grandes escenas de batalla, pero Spielberg se contenta con ofrecernos una cinta de sentimientos, una pequeña historia que serviría para cambiar la mentalidad de mucha gente en ese país, y que podría aplicarse a nuestros días para intentar concienciar a la gente que un color de piel distinto, no significa ser de una raza inferior.
Película recomendable para los amantes de la historia, y para el que disfrute como se dice en la película con “una historia bien contada”.
Un 8’5/10.