Si hoy en día Steven Spielberg y George Lucas se implicaran en una misma película las productoras matarían por intervenir en el proyecto. Pero en 1981, el responsable de Tiburón y el responsable de Star Wars tuvieron que llamar a muchas puertas antes de que Paramount accediese a sacar adelante la película.

Desde su primer plano, un homenaje a Paramount, la película es puro cine. La mezcla entre el ritmo y tensión que Spielberg sabe dar a sus películas y el toque aventurero tipo Star Wars que Lucas da al guión (escrito por Lawrence Kasdan, de acuerdo con una historia de Philip Kaufman y el propio Lucas) crea una mezcla explosiva. Cada uno de los aspectos de la película ha pasado a ser cultura popular: el grito histérico de Indiiiiiii!!!!, la música de John Williams y, sobre todo, Indiana Jones.

El personaje de Indiana Jones es el soporte de la película y el responsable de que fuera posible continuar la saga. Su fuerza en pantalla es tanta que la historia queda en un segundo plano. Jones se convierte en un personaje al estilo de James Bond. Las aventuras que vive son intercambiables y siguen un esquema básico: encontrar una pieza arqueológica con implicaciones sobrenaturales. Pero el personaje es invariable. En este caso, Jones va tras el Arca de la Alianza, el lugar donde reposan las tablas con los diez mandamientos y una poderosa arma apunto de caer en manos del ejército nazi.

Esta película demuestra lo importante de la caracterización de un personaje y cómo, el vestuario más simple, una cazadora y un sombrero, pueden convertirse en mito. La diseñadora Deborah Nadoolman consiguió un éxito inesperado y la película se convirtió en su mejor trabajo. Sombrero de ala ancha, cazadora de aviador, un látigo…… y una media sonrisa chulesca…. ¿quién no quiso alguna vez disfrazarse de Indiana?

Si el vestuario resultó perfecto, el casting fue inmejorable. Es difícil imaginar a un actor diferente a Harrison Ford interpretando un papel que le va al pelo y especialmente a Tom Selleck que fue quien estuvo a las puertas de hacerse con él. El aventurero rompecorazones era un papel que Ford conocía bien y es que Han Solo y Jones parecen primos hermanos: misma época, mismo actor, mismo creador…. Nos da igual, ambos tienen un hueco propio en la historia del cine. Ford está simplemente genial y ante eso hay poco más que añadir.

Pero es que el resto del casting también lo borda, no sólo porque sean buenos actores sino porque cada uno es perfecto para su papel. Desde los “malos”: Ronald Lacey como el Mayor Toth, un nazi inquietante y sudoroso (una especie de Lengua de Serpiente en Las Dos Torres) y Paul Freeman como Belloq, un despiadado y ambicioso arqueólogo con un irresistible encanto francés. A los “buenos”: John Rhys-Davies (Gimli en El señor de los anillos) como Sallah, el excavador árabe, antiguo amigo de Indiana, y Denholm Elliot como el Dr. Marcus Brody, arqueólogo compañero de Jones en la universidad. Ambos, a pesar de tener poco protagonismo en esta película, fueron recuperados para la tercera entrega siendo transformados en los perfectos secundarios cómicos. Pero, sobretodo, Karen Allen como Marion Ravenwood, que mezcla en su personaje fragilidad y masculinidad con una vis cómica que recuerda al estilo de Carol Lombard, como dice el propio Spielberg. Realmente graciosa.

En busca del arca perdida es el perfecto inicio para una saga, la película de aventuras por excelencia, con el héroe, la chica, los malos de cómic y mucho, mucho humor. Los efectos especiales, vistos hoy, resultan algo ridículos pero no hay que olvidar que estamos ante el nacimiento de la todopoderosa ILM madre (padre y espíritu santo) de los FX en el cine actual. La película es redonda, muy divertida y un entretenimiento perfecto tanto para el que quiera pasar un buen rato como para el que busque ver buen cine.

Spielberg en estado puro.