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Crítica - King Kong (2005)

Poster

'Decepcionante'

11/12/2005 - Por Irulan

(1/5)

King Kong (2005)
Director: Peter Jackson
Intérpretes: Naomi Watts (Ann Darrow) / Adrien Brody (Jack Driscoll) / Jack Black (Carl Denham) / Andy Serkis (King Kong/Lumpy) / Jamie Bell (Jimmy) / Kyle Chandler (Bruce Baxter) / Thomas Kretschmann (Capitán Englehorn) / Colin Hanks (Preston)
Duración: 180 minutos
Sinopsis: Durante la estancia en una isla exótica para rodar exteriores, un director de cine descubre una extraña ceremonia en honor a un dios de una tribu nativa. Dicho Dios no es otro de King Kong, un gorila gigantesco que supondría una [...]
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Estreno en España: 14 de Diciembre de 2005





Peter Jackson lo tenía difícil, muy difícil. No todo el mundo tiene una carrera como la suya (extraña donde las haya, donde ha habido espacio para el gore, el falso documental o la belleza perturbadora de Criaturas Celestiales), y no todo el mundo ha creado una saga cinematográfica tan histórica como lo es El Señor de los Anillos. Tres películas y el proyecto de una vida que se vio recompensado no sólo por su recaudación en taquilla, sino por el aprecio por parte de crítica, público y hasta la Academia hollywoodiense (ese pleno de Oscars para El Retorno del Rey es ya sin duda algo inolvidable). Sin embargo Jackson supo bien que coronar la cima del mundo cinematográfico tiene sus inconvenientes, y que convertirse en una leyenda viva es algo difícil de llevar. Y es que, ¿qué hacer tras una trilogía como aquella?

Muchos pensaron (pensamos) que tras El Señor de los Anillos Peter Jackson haría una película de corte intimista y presupuesto más reducido. Y nos equivocamos. Porque en el fondo Peter lo que quería era divertirse (cosa totalmente normal), y qué mejor para esto que rodar un remake de la película gracias a la cual amó al cine, cosa que deseaba hacer desde hace años y que siempre le había dado problemas. Y es que si un film cambió la vida de este director neozelandés cuando era pequeño fue aquel King Kong de los años ‘30, que le descubrió un mundo de magia, aventuras e historias de monstruos y hermosas doncellas en apuros. Así, y con la carta blanca que le dio para el proyecto Universal Pictures, se embarcó en una aventura de grandes presupuestos, grandes actores y, por supuesto, un gran gorila.

Como viene siendo habitual en la filmografía del director, para escribir el guión de esta película contó con la ayuda de su compañera Fran Walsh y de Philippa Boyens, y los tres se basaron en el film original (obviando otro remake posterior hecho en los ‘70 en el que destacaba la figura de Jessica Lange). Así, este King Kong no cuenta (casi) nada nuevo: Ann Darrow es una joven actriz de vodevil que malvive en el Nueva York de la Depresión. Tras quedarse sin trabajo topa con Carl Denham, un cineasta sin escrúpulos que acaba de robar las cintas de una película que está rodando y que, a pesar de la negativa de los productores, quiere terminar. Denham tiene unas horas para encontrar a una actriz para el papel protagonista, pues la estrella contratada ha abandonado el proyecto, y esa misma noche su barco debe zarpar (para rodar en exteriores), así que Ann parece la chica adecuada, y más cuando se entera de que el guionista del film es Jack Driscoll, uno de los autores de moda de la época. De este modo la joven se embarca en el Venture, junto al equipo cinematográfico de la película y un buen montón de marineros que no saben que el verdadero destino del viaje es Skull Island, un lugar nunca antes pisado por el hombre y que Denham quiere mostrar por primera vez en su película. Sin embargo, al llegar allí, todos descubrirán que la isla está llena de misterios, y que una enorme bestia vive en ella. Una bestia que se enamorará de la bella Ann.

Es de todos conocido el discurrir de esta historia, e incluso su mítico final (siendo aquellas imágenes unas de las más conocidas de la Historia del Cine), y así el equipo de Jackson se encontró ante un verdadero reto: superar las versiones anteriores de esta historia otorgando a la nueva de más realismo a la par que fantasía, de más grandeza, de más brillantez y más brutalidad. Y, en este sentido, la película está más que lograda. Jackson cuenta para su film con los mejores, y así la factura formal de este es impecable y apabullante desde sus primeros minutos. Vemos así gracias a él un bellísimo Nueva York de los años ‘30 con todo lujo de detalles, vemos paisajes de una belleza espectacular, vemos secuencias de acción llenas de planos imposibles que nos provocan verdadera fascinación, vemos criaturas (dinosaurios, insectos,...) que nos son totalmente reales y peligrosas; y vemos sobre todas las cosas un gorila gigante lleno de sentimientos. Para la realización del gran Kong en esta película se ha utilizado el mismo método que se utilizó para crear al genial Gollum de El Señor de los Anillos, y esto es trabajar sobre la base de un actor de carne y hueso. Es más, en este caso nos encontramos al mismo actor que en aquel, de nuevo un Andy Serkis enorme cuyos rasgos aportan personalidad a una criatura espectacular que impresiona y nos muestra lo lejos que pueden llegar los efectos especiales. King Kong es de verdad, está ahí, delante de nosotros, provocando nuestro miedo y nuestra pena.



Sin duda, esta bestia no podría funcionar sin su bella, que aquí tiene el rostro de la australiana Naomi Watts, una de las mejores actrices de la actualidad y cuya belleza deslumbra en todos sus planos. Nunca se ha visto a Naomi tan guapa en el cine. Nunca. Y junto a ella, Jack Black como un fantástico Denham (y acallando a todos los que dudaron de su hacer en la película) y el siempre elegante Adrien Brody ejerciendo de Driscoll, el héroe por accidente de esta historia. Este trío de actores se ve acompañado por los secundarios Colin Hanks (Preston, el inocente ayudante de Derham), Jamie Bell (Jimmy, un joven marinero de dudoso pasado), Thomas Kretschman (Englehorn, el misterioso capitán del barco), Kyle Chandler (Bruce Baxter, la presumida estrella masculina de la película de Derham), Evan Parke (Hayes, maestro de Jimmy) y el mismo Andy Serkis (que además de gorila es Lumpy, el sucio cocinero del Venture). Todos ellos funcionan perfectamente en unos papeles que, sin embargo, no dan para mucho.

Y es que más allá de lo formal y de la valía y eficacia del reparto, King Kong es una película fallida. Y lo peor de todo es que sus fallos son demasiado evidentes, y casi todos ellos se pueden achacar a un hecho: la carta blanca a Jackson por parte de su productora. De todos es sabido que si algo le gusta al director neozelandés son los bichos y los efectos especiales, y que además cuida y aprecia tanto todos los planos de sus películas que es incapaz de poder eliminar metraje en la mayoría de ellas. Así, su King Kong se ve de primeras perjudicado por su exagerada duración. Nos encontramos con una película que cuenta una historia sencilla (además de muy conocida) y que de repente dura unas interminables tres horas (y algunos minutos extra). Y el problema es que aquí, esta duración no está justificada (como sí sucedía en la Trilogía de los Anillos). La película tarda en arrancar (no vemos al famoso gorila hasta pasada más de una hora de la misma), y está llena de planos alargados en exceso (la eterna casi media hora en el tejado del Empire State Building, la lucha del gorila con los Rex,...) que le restan fuerza y efectividad ya que según avanzan pierden su espectacularidad en pos de una reiteración que hace que el desenlace de los mismos (y del propio film) se diluya como se diluye la historia central de la película, esa relación entre la bella y la bestia (donde quizá nos encontremos los momentos más interesantes de la película, muchos de ellos llenos de ternura) que de nuevo se ve contaminada por una interminable ristra de secuencias de acción cuyo cometido es enseñarnos las cosas tan increíbles (en este caso mayormente dinosaurios) que hace WETA Workshop -la compañía de efectos especiales- y que si se eliminasen del film no le afectarían en absoluto (me remito aquí a cierta secuencia de insectos y gusanos totalmente intrascendente, innecesaria y absurda que no hace sino alargar más si cabe la película). Y una no puede evitar pensar que es una pena ver cómo a un film lleno de potencial le pierden cosas como estas, tan obvias y tan de un cine alejado al que nos tenía últimamente acostumbrados Peter Jackson (donde las emociones estaban a flor de piel). Porque aquí vemos los mismos errores que vimos en El Señor de los Anillos, solo que mucho más intensificados (ese nuevo efecto “rastro” de los abusadísimos ralentizados, esa manera caótica de mostrar las secuencias de acción que sólo consigue marear) y que dados los acontecimientos son más graves, puesto que Jackson además se ha olvidado demasiado de sus personajes, convirtiéndoles a todos en estereotipos cerrados y carentes de sorpresas, cosa que les resta un interés que no se ve recompensado en otros campos. Así, la película se pierde en sí misma y en la autocomplacencia de un director excesivo que se deja llevar por la grandiosidad de su proyecto y quizá no toma la batuta con toda la fuerza que debería.

A todo esto hay que sumar la pobreza del score de la película, firmado por el hollywoodiense James Newton Howard (tras haber abandonado el proyecto Howard Shore), que compone una banda sonora que pasa totalmente inadvertida y es totalmente olvidable. Como dije antes: una pena, pues imágenes como las que aquí inundan la pantalla se merecen algo más, por lo menos una melodía de esas que se quedan atrapadas en nuestra mente y que nos hacen reconocer y pensar en la película sólo al escucharlas.

Así ver King Kong se convierte en una experiencia decepcionante para alguien que se declara fan de Peter Jackson, una malísima experiencia que casi parece una pesadilla, un sueño horrible del que a lo mejor y con suerte te despiertas para ver que en realidad esta película es maravillosa, cautivadora y entretenida. Lo malo es que yo, aun habiéndolo intentado con todas mis fuerzas, no lo he conseguido.

 

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