Saw fue una sorpresa cuando apareció. El género de terror (al menos en los USA) estaba muy estancado y este film fue una especie de revulsivo. Tenía un planteamiento, no diremos que novedoso, sino más bien refrescante. Al principio se nos presentaban 2 tipos encadenados y encerrados en un cuarto de baño bastante roñoso en el que un tipo se había volado la tapa de los sesos. Para sobrevivir tenían que matarse el uno al otro y la manera de conseguirlo era serrándose una pierna, así a piñón. El éxito de esta película se debió sobretodo al sadismo con que Jigsaw (Puzzle), el nuevo asesino en serie, torturaba física y psicológicamente a sus víctimas bajo el pretexto de que no merecían vivir si no apreciaban el don que eso suponía. Siempre les planteaba una manera de sobrevivir, pero alcanzarla suponía pagar un alto precio, generalmente físico, pero también moral, con el objetivo de que el shock les hiciera rectificar su rumbo vital. Una doble moral ciertamente particular, pues aunque él los ponía en la tesitura de escoger entre el sufrimiento y la muerte para sacar un supuesto instinto de supervivencia que les hiciera escoger el sufrimiento y atravesarlo hasta llegar a la luz, Jigsaw alega que en última instancia no es él quien los mata, sino ellos mismos. Hay que reconocer que si bien la primera era interesante en planteamiento, sufría de algunos leves defectos como el rol de Danny Glover como detective por ejemplo. A mi entender, esta segunda parte sigue manteniendo el tono malsano de la primera y ha depurado un poco más el guión, guardandose algunos giros al final, como viene siendo la tónica, pero siendo más consistentes que en la primera.

Jigsaw ha vuelto, y quiere jugar a un juego. Y desde luego sigue teniendo ideas rematadamente retorcidas acerca de la redención, acerca de pagar por los pecados propios y acerca del dolor humano. Últimamente pienso que dentro de lo que solemos llamar cine de terror hay más subgéneros de los que pensamos, y no me refiero a cine de vampiros, de hombres lobo, slasher movies, casas encantadas, j-horror, etc… Me refiero al origen mismo del género. Hay películas que dan miedo, hay películas que ponen en tensión, hay películas que tiran más para el gore, etc… Esta no es una película que de especialmente miedo. Es más bien una película que pone en tensión por las constantes, sucesivas y superpuesta amenazas que recaen sobre los protagonistas. Y es también una película que tiene toques sangrientos que rozan el gore. Pero sobretodo, y como diría una amigo míao, Saw II es una película ‘de mal rollo, de muy mal rollo’. Ya desde la primera escena, en la que presenciamos una secuencia muy similar a la que dio vida al proyecto de Saw, queda bien claro que la angustia de los personajes va a ser una constante que nos acompañará durante toda la película.

El planteamiento es, en cierto modo, similar al de la primera, con ciertas variaciones. Ahora lo que tenemos es a un policía encargado del caso de Jigsaw cuyo hijo se ha convertido involuntariamente en una de sus víctimas. 8 personas encerradas en una casa, habiendo inhalando un gas nervioso similar al de los atentados en el metro de Tokio, y varias jeringuillas con antídoto diseminadas por la casa que, para variar, está llena de trampas y mini-juegos. Como si fuera un gran hermano hijoputa. Un tipo duro, un tipo duro negro, un tipo que parece que es su manager, un tipo callado y demacrado, una chica pija, una chica dura, una chica con vendas en las muñecas y el hijo del policía. El asunto es que a la angustia de estos personajes (las salidas se abrirán en tres horas, pero les quedan dos horas de vida) se le suma el hecho de que antes de que ‘empiece’ el juego, el policía encuentra a Jigsaw en un viejo almacén abandonado donde tiene instalado un equipo que le permite monitorizar todo lo que pasa en la casa. Salvar a su hijo dependerá no solamente de lo que pase ‘dentro de la casa’, sino de que él mismo acepte entrar en el escabroso juego del asesino del puzzle. Un juego con trampa, en el que ganar no siempre es bueno, sino el menor de dos males, y en el que perder es… bueno, perder no es bueno tampoco. Eso sí, SIEMPRE hay una salida, una solución, una escapatoria… pero hay que estar muy atento a las reglas del juego, a las condiciones, a las pistas, porque haberlas las hay, y no son pocas, así que cuando al final os digan ‘sorpresa, sorpresa’ y digáis ‘¡Ostia, eso no me lo esperaba!’ podréis recogerlas y hacerlas encajar todas, como si de un diabólico puzzle se tratara.