Todo el mundo sabe que todo telefilm que se precie debe de tener una serie de ingredientes infalibles para convertirse en el paño de lágrimas de nuestra preciada siesta del domingo por la tarde: una adopción, una custodia, un divorcio… cualquier asunto familiar que inevitablemente acabe en un juicio doloroso donde se aireen los trapos sucios y el sufrido protagonista sufra aún más. Pues la madre de todos ellos, la película que enseñó la senda a los estudios del filón que existía en tratar temas sencillos, familiares, conmovedores y sobre todo baratos, fue Kramer contra Kramer. Sin embargo en su día no se había hecho casi nada parecido, y el corte y la factura del film están tan por encima de lo que luego llegaría que la película fue merecedora ni más ni menos que de cinco Oscar importantes, entre ellos el primero de los dos que ganó Dustin Hoffman.

Robert Benton, mediocre director por lo demás, se encargó de adaptar la novela que contaba la sencilla trama de un hombre que es abandonado por su esposa y debe lidiar con una nueva vida en la que, además de tener que soportar la fuga de ella, debe seguir adelante con su hijo, al que apenas ha tratado por tener un sofocante empleo de publicista. Su hijo, sumido también en la confusión de no entender la situación, no se lo va a poner fácil y se resiste a ser domado por el impotente padre, que a la par que trata de resolver sus problemas domésticos ve cómo su rendimiento en el trabajo y su reputación caen considerablemente. Nadie como Dustin Hoffman para interpretar este papel de padre abnegado que lucha contra las reglas no escritas de la sociedad que dictan que un niño con quien mejor está es con su madre. Poco a poco la situación se normaliza y padre e hijo se empiezan a tolerar y a llevarse, escenificando Robert Benton este progreso en un par de escenas significativamente brillantes en dos desayunos de tostadas francesas que marcan el antes y el después en la vida del protagonista. En eso que aparece la madre, una Meryl Streep en un lacrimógeno papel a su medida, y reclama la custodia del crío. A partir de aquí todos sabemos lo que toca.

El guión ahora no parece original, pero lo cierto es que en la sociedad de finales de los 70 un padre divorciado al mando de su hogar y superado por las circunstancias era todo un rara avis, y el guión se apoya en ello acertadamente. La factura del film lo aleja de lo que ahora entendemos por telefilm, pues la cinematografía es muy correcta, los diálogos están trabajados y las actuaciones son emocionantes pero no acartonadas ni tópicas. Lo cierto es que el film, a pesar de que se ha visto dañado por el abuso del argumento con los años, consigue sus lacrimógenos objetivos con mucho acierto y al final la relación del padre e hijo emociona hasta llegar al kleenex.

Perfectamente programable un domingo a las 15.30, Kramer contra Kramer es sin duda una de las películas que tiene el dudoso mérito de haber influído más en la manera de hacer cine como negocio. Si nos abstraemos de estas funestas consecuencias, la película es una brillante epopeya familiar interpretada a todo lujo y emocionante hasta el último fotograma.

7,5/10