Aunque formalmente no supusiera su debut para la gran pantalla, la carrera cinematográfica de uno de los actores más grandes de su generación, hoy en día dando sus últimos coletazos en el cine, empezó con El Graduado. Nos referimos obviamente al enorme en talento Dustin Hoffman, ganador de dos Oscar y que dio un golpe de efecto a su carrera con uno de los clásicos más morbosos e impactantes de su época gracias a la temática prohibitiva del asunto: la relación amorosa entre un joven recién graduado y una señora mayor, amiga de la familia para más inri: la famosa Señora Robinson de la inolvidable canción de Simon & Garfunkel.

Con estos memorables mimbres arranca una película cuyo mayor fallo está en un guión que sin embargo fue nominado al Oscar en su día. Una historia atractiva en teoría pero que falla el tiro constantemente por la exasperante indefinición de sus personajes, que nunca llegamos a conocer en profundidad ni a entender las motivaciones de todos sus actos. La película, simplemente, no lo explica y nos deja en un mar de confusión mientras pasamos de una escena a otra. El arranque es ya bastante brusco, como la tónica de toda la película: la señora Robinson trata de seducir sin ninguna sutileza a un inexperto e inmaduro joven en su fiesta de graduación, para terminar la noche desnudándose delante de él, que huye despavorido ante la violencia de la situación. De buenas a primeras en la siguiente escena nos muestran al joven Benjamin llamando por teléfono para acordar una cita con la atractiva señora. No hay explicación a su cambio de actitud, pero el hecho es que comienza una tórrida retahíla de escenas en las que ambos se citan en un hotel cada noche. Estamos en el minuto 20 de la película y prácticamente esta vía de la trama se ha agotado, con lo que para ganar en intensidad el guión hace que Benjamin, sin explicar tampoco muy bien cómo, se enamore tercamente de la hija de la señora Robinson. Todo a partir de ahí es un cúmulo de situaciones confusas, reacciones inexplicables, diálogos muy pobres en realismo e intensidad y una resolución final que llega muy lastrada por el guión.

No todo es malo en El graduado, y también hay motivos para defender la película; sin embargo todo son cuestiones secundarias que no la hacen merecer la categoría de clásico imborrable. Por un lado la fantástica música de Simon & Garfunkel se entremezcla perfectamente en la película y nos deja algunas de las mejores escenas del film, apoyado también en un innovador y brillante montaje que nos trata de describir lo que el guión no intenta: las dudas del joven Benjamin en todo el asunto. Las actuaciones son también notables aunque gracias a la indefinición de los personajes no se dejan apreciar lo suficiente. Destaca Anne Bancroft en el papel de la señora Robinson, siempre seductora pero inflexible y fría.

En definitiva un film que podía haber dado para mucho más con los ingredientes que pone en liza, que es clásico principalmente gracias al morbo de algunas famosas escenas pero que no aclara nada ni se hace atractiva al espectador por culpa de un guión pobre, poco trabajado y que abandona la caracterización de sus personajes. Entretiene, al menos, pero decepciona.

5,5/10