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Crítica - Miedo y Asco en Las Vegas

Poster

'No apta para todos los gustos'

20/09/2005 - Por Sycamore

(3/5)

En los últimos años las películas sobre el mundo de las drogas y sus efectos han sido numerosas y con algunos resultados realmente brillantes. A la completa Traffic, pensada más para el mundo de la droga en sí, se añadieron las historias más intimistas y centradas en los efectos nocivos Trainspotting y Réquiem por un sueño, un par de ejemplos sobresalientes de la cara más fea de las drogas. Terry Gilliam ha tratado en Miedo y Asco en Las Vegas, a la hora de adaptar la novela homónima de Hunter S. Thompson, trasladar a la pantalla con la mayor veracidad posible la experiencia de la droga en sí. No hay moralejas ni apenas historia, simplemente hay un flipe continuo de dos horas de duración alrededor del ácido, el éter y todo los tipos de drogas sintéticas que hicieron furor en los 70.

La historia es por tanto una mera excusa, y tan extravagante como los dos protagonistas. Un periodista se propone llevar a cabo una experiencia de periodismo extremo en la cual es el periodista el propio protagonista, a pie de campo, de aquéllo que está contando. Para ello se va con su abogado a Las Vegas, tierra de amoralidad, con un cargamento variado y extenso de todo tipo de drogas destinadas a ser consumidas en pocas horas y de continuo, sin tiempo para la pausa o el goce. Se trata de vivir la experiencia de vivir un fin de semana bajo los efectos de distintas drogas, grabar los resultados y ponerlas en papel. De ahí surgió la novela de Thompson y la película de Gilliam, que con fiel locura trata de dibujar visualmente las inconexiones de la mente del protagonista a través de una estética fantasiosa y excesiva que ya hemos visto en otros filmes de Gilliam. En Las Vegas, nuestros dos antihéroes vivirán distintas aventuras al amparo de las drogas que irán componiendo un fin de semana alocado en el que, en la parte más paradójica y curiosa del film, por ejemplo formarán parte del grupo de periodistas encargados de cubrir la convención de fiscales antidroga del país.

La dirección de Gilliam es interesante y consigue captar la esencia de la droga en sí, a través de imágenes sugerentes y paranoicas como una reunión de enormes lagartos o las fluctuaciones de las alfombras del hotel donde nuestros protagonistas se alojan. El look setentero es muy correcto aunque quizá para ahondar algo más en el trasfondo de la historia hubiera sido bueno aportar más información acerca del contexto en el que se mueven nuestros protagonistas, con una América emborronada por el sueño americano, la guerra del Vietnam y la insatisfacción de la juventud. Para acercarnos a Miedo y Asco en Las Vegas, sería bueno comparar este filme con otro que se mueve en el mismo contexto, Easy Rider, aunque la película de Gilliam oscila más hacia el flipe y la paranoia sin sentido. Para lograr este nivel de surrealismo constante en el que está inmersa la película, la labor de Johnny Depp y Benicio del Toro es más que correcta en dos papeles no muy académicos pero sí potentes y convincentes.

El resultado final es una película-experiencia de la que hay que esperar un remake cuando se invente el cine sensorial, pues la imagen y el sonido se quedan cortos a la hora de mostrar lo que se quiere con pleno resultado. El film de Gilliam resulta interesante pero no apto a todos los gustos y queda más como una curiosidad dentro del numeroso cine dedicado a una década muy peculiar de los EEUU, los 70.

7/10

 

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