Cualquiera que haya visto Los Cuatrocientos Golpes, recordará a aquel niño entrañable, al que sus padres no deseaban y que decidía escaparse. Ha pasado el tiempo, y el joven Antoine Doinel ha crecido, y ya es un adulto, aunque a veces tenga unas reacciones un tanto infantiles. El cambio de género respecto a la precuela puede resultar un tanto violento para aquellos que es un drama duro estilo Los Cuatrocientos Golpes el acostumbrarse a una comedia romántica no cuesta nada, especialmente si tenemos en cuenta la habilidad de su director, François Truffaut, de hacer grandes películas en todos los géneros que toca.

El punto de partida es bastante original. Doinel, expulsado del ejército básicamente por no presentarse cuando le llamaban, busca trabajo y pareja. A partir de aquí Truffaut crea una comedia romántica que no tiene nada que ver con los subproductos hollywoodienses protagonizados por seudoactices como Julia Roberts o Sandra Bullock, si no que esta es una comedia más elaborada, sobre todo, más divertida. La idea de recuperar un personaje sugún pasan los años y poder verlo crecer me parece fascinante. La factura técnica de la película es excelente, pocas veces la ciudad de Paris lució tan bien en el cine. El reparto es excelente. Jean Pierre Leaud no ha perdido la magia de aquel actor infantil de Los Cuatrocientos Golpes y vuelve a bordar su papel. Los secundarios cumplen con su cometido a la perfección, sin ninguno que desentone. El guión es muy bueno, una de las profesiones de Doinel es el perfecto antecesor de los detectives existenciales interpretados por Lily Tomlin y Dustin Hoffman en Extrañas Coincidencias. Las situaciones cómicas están muy logradas, y hay personajes muy divertidos. La dirección es sencillamente perfecta, Truffaut otorga un ritmo al film que ni es tan lento que la película aburre ni es tan rápido que te quedas con ganas de mucho mas. La banda sonora es muy buena, tiene una bonita canción que abre y cierra el film que seguramente terminas tarareando. Achacarle algún defecto a la película es difícil, porque pese a ser de 1968 ha envejecido muy bien y la estética no se hace extraña. A esto ayuda que sea una película sin efectos especiales, pues eso es lo más banal del cine, porque en la mayoría de los casos cuando una película es innovadora en su momento en pocos meses hay otras que la superan.

En definitiva, Besos Robados es una sobresaliente película romántica, nada artificiosa ni sensiblera, que puedes ver tanto si has visto su predecesora como si no, y que disfrutarás mucho si sabes apreciar el buen cine.

Nota: 9+