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Crítica - La Guerra de los Mundos (2005)

Poster

'Ains ese final'

27/06/2005 - Por Irulan

(3/5)

La Guerra de los Mundos (2005)
Director: Steven Spielberg
Intérpretes: Tom Cruise (Ray Ferier) / Dakota Fanning (Rachel Ferrier) / Justin Chatwin (Robbie Ferrier) / Tim Robbins (Harlan Ogilvy) / Miranda Otto (Mary Ann Ferrier) / Rick Gonzalez (Vincent) / Yul Vazquez (Julio) / Lenny Venito (Manny) / Lisa Ann Walter (Camarera) / Ann Robinson (Abuela) / Gene Barry (Abuelo) / David Alan Basche (Tim)
Duración: 116 minutos
Sinopsis: Ray Ferrier es un trabajador del puerto divorciado y padre de dos hijos a los que apenas ve. Cuando su exmujer y su nuevo marido le dejan a su hijo adolescente Robbie y a su pequeña hija Rachel para que le [...]
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Estreno 29 de Junio 2005
Nota actual IMDB 6.8/10 (1033 votos)



CRÍTICA



Es normal que con la llegada del calor y el verano la cartelera se llene de títulos palomiteros. Películas de acción, de aventuras, llenas de efectos especiales pero carentes de sustancia, con fortísimas campañas publicitarias y resultados en taquilla apabullantes. Sin embargo, si el nombre de Steven Spielberg aparece en una de ellas la cosa cambia. Porque si de algo son sinónimo estas dos palabras es de buen cine comercial. Durante su extensa carrera este director norteamericano ha demostrado que el cine para la masa no tiene por qué ser tonto o malo (con films como la popular trilogía de Indiana Jones o la archifamosa Parque Jurásico), a la vez que ha realizado otras obras más pequeñas, más personales, y de indudable calidad (como El Imperio del Sol o la oscarizada La Lista de Schindler).

De este modo llegamos al caluroso verano del 2005, momento en que verá la luz la última película de este aclamado director y que, desde hace meses ya, es uno de los acontecimientos más esperados por cinéfilos (y no tan cinéfilos) del mundo entero. Y no hablo de otro título que La Guerra de los Mundos, un film donde Spielberg juega sobre seguro. Y es que repite en el género de la (superproducción de) ciencia-ficción, por tercera vez “seguida” tras I.A. y Minority Report (si descontamos dos películas de menores presupuesto y ambiciones: Atrápame si puedes y La Terminal). Además, vuelve a contar con uno de los actores más famosos (por no decir el más) del mundo: su ya buen amigo Tom Cruise, y un brillante equipo técnico que le acompaña allá donde vaya (y del que destaca la figura del compositor John Williams, del que poco se puede decir ya).

Además, Spielberg se apunta a la moda de la adaptación, del remake, y esta vez recurre a uno de los clásicos: La Guerra de los Mundos, novela del fantástico H.G. Wells que ya tuvo su versión cinematográfica en 1953. Sin embargo, la suya es una adaptación bastante libre y traída a nuestro tiempo que así poco se parece a las dos obras antes mencionadas.



La Guerra de los Mundos es una película que empieza sin rodeos, directa. Desde su primer fotograma nos avisa: nos observan, alguien nos vigila. Así entramos de cabeza en un film que, desde luego, está lleno de sorpresas. Porque Spielberg ha decidido que esta no sea la típica película de invasiones extraterrestres llena de héroes y ejércitos todopoderosos (aunque también haya algo de hueco para la US Army y la dichosa banderita de las barras y estrellas), sino una película sobre el cómo una invasión de estas características afectaría a un ser humano normal y corriente, alguien de la calle, alguien como cualquiera de nosotros. Y para la ocasión ha escogido a una familia rota, llena de problemas.

Ray (interpretado de manera bastante decente por Cruise) es un descargador de muelle divorciado que vive una vida totalmente desordenada. De vez en cuando su exmujer (Miranda Otto), que ya ha rehecho su vida, le deja a los niños un fin de semana. Robbie (Justin Chatwin) es el típico chaval adolescente en contra del mundo, mientras que Rachel (la pequeña niña prodigio Dakota Fanning) es la habitual marisabidilla. A ninguno de los dos le gusta estar con Ray, con quien no es que no se lleven bien, es que no se llevan. Él no es un padre para ellos, nunca se ha portado como tal. Sin embargo, las cosas van a cambiar, y tendrán que hacerlo deprisa y corriendo. Y es que en uno de esos cualquiera fines de semana algo sucede que cambiará sus vidas para siempre. De repente, estalla una tormenta eléctrica que asusta a todos y deja a la ciudad totalmente aislada y desamparada. Por no funcionar, no funcionan ni los coches. Ray intenta averiguar qué sucede, y en un cruce cerca de casa es testigo de un temible acontecimiento: están siendo atacados, por algo, alguien, que no es de aquí, y que sólo quiere exterminar.

Así la película se convierte en un huida a toda prisa en busca de un lugar seguro donde guarecerse, donde no morir. Porque no hay otra opción, porque son más fuertes. Ray, de repente, se dará cuenta de cuán importantes son sus hijos para él, y será por ellos y por su salvación que mueva viento y marea, que se convierta por vez definitiva en su padre, que se gane su cariño.



De este modo el film desarrolla paralelamente la invasión extraterrestre con el conflicto familiar, y lo hace con pulso, con ritmo, con buenas escenas de acción (siempre al servicio de la historia) y no olvidándose de sus personajes, cosa muy de agradecer. Lo que vemos nos sorprende, resulta en muchas ocasiones sobrecogedor y espectacular. Aunque no dé miedo, como tantos aseguran, sí que es capaz de mantener al espectador en tensión más de una vez. Y es que no olvidemos que Spielberg es un gran técnico del cine, que sabe dar a sus películas un acabado brillante al que nada se puede echar en cara, que controla los tiempos y las emociones como pocos. Es más, hasta en esta ocasión invita a la reflexión (aunque muy por encima) sobre temas como la paranoia anti-terrorista estadounidense o la “ética” de los medios de información.

La pena es que al final lo estropee. Son ya muchos los títulos de este director que empiezan muy arriba y pierden fuerza al final, cosa frustrante para el espectador que se encuentra inevitablemente decepcionado al encenderse las luces de la sala de cine. Y este es uno más en esa lista. Llega un momento en la película en que de repente sólo se encuentran puntos muertos, escenas vacuas que duran demasiado y, por supuesto, el poder de lo digital. Y no es que sea un secreto que a Spielberg le gustan los efectos especiales, pero es una pena ver cómo al final se comen todo el film, hasta dejando a muchos de sus personajes abandonados (o aprovechando poco otros, como pueda ser la breve incursión del gran Tim Robbins), buscando el “más todavía” y sin darse cuenta de que la capacidad de sorpresa de uno no va más allá. Entonces todo se torna repetitivo y aburrido, y nos acordamos de tantos despropósitos que hemos visto en nuestras vidas, y nos fastidia que una película con potencial caiga en las garras de ese virus informático. Porque esta Guerra de los Mundos se pierde en sí misma, y nos conduce a otro de tantos finales metidos con calza y a mucha velocidad obviando explicaciones (cuando en el fondo esta es la “crónica de una muerte anunciada”, siendo este film lo que es).

Para el final me guardo aquello que todo el mundo quiere saber... ¿cómo son “ellos”, si es que se ven? Pues bien, las tan exageradas medidas de seguridad que han tenido todas las proyecciones (previews) de esta película (en las cuales todo móvil o “aparato” tecnológico estaba prohibido y donde había que pasar por un escáner y detector de metales para acceder a la sala) han conseguido que no se filtre apenas nada de lo que vemos en la pantalla y servidora cree que es mejor dejarlo así, ¡que tampoco falta tanto para ver lo que haya que ver!

 

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