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Crítica - Nadie Sabe

Poster

'Soberbia'

11/05/2005 - Por Irulan

(5/5)

Nadie Sabe
Director: Hirokazu Koreeda
Intérpretes: Yûya Yagira (Akira) / Ayu Kitaura (Kyoko) / Hiei Kimura (Shigeru) / Momoko Shimizu (Yuki) / Hanae Kan (Saki) / Ryo Kase / Ken'ichi Endô (Empleado del salón recreativo)
Duración: 141 minutos
Sinopsis: Cuatro niños viven tranquilamente con su madre en un pisito de Tokio. Ninguno tiene el mismo padre y tampoco han ido nunca al colegio. El propietario del piso ni siquiera conoce a tres de ellos. Un buen día, la madre desaparece dejando [...]
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Estreno 13 de Mayo 2005

Nota actual IMDB: 8,20 (845 votos)

Crítica



De manera discreta llegará a nuestras pantallas el último film de Kore-eda Hirokazu, una de esas películas que tendrán poca repercusión en las listas del cine más taquillero (pues seguramente se estrenará sólo en versión original con subtítulos) y que sin embargo es una pequeña gran obra maestra.

Bajo un título acertado, Nadie Sabe nos narra una historia verídica, como tantas que suceden todos los días, en todas partes, pero de las que nunca nos enteramos, porque no sabemos, porque no queremos, porque nadie nos las cuenta. Nos habla de lo dura que es la vida, y no sólo en el Tercer Mundo, sino también en ciudades "cosmopolitas", en sociedades "civilizadas" como las que nosotros habitamos. En este caso la acción se desarrolla en Tokio, pero no en ese Tokio de ensueño, de luces de neón y últimas tecnologías que a todos nos gustaría visitar, sino en el Tokio de los barrios, el Tokio que se asemeja a la ciudad donde vivimos.

Keiko (interpretada por la famosa y televisiva figura japonesa You) es una joven e irresponsable madre soltera que de manera ingenua se despreocupa de sus actos. Vive con sus cuatro hijos, cada uno de un padre diferente: Akira (Yuya Yagira, premio al Mejor Actor del último Festival de Cannes), Kioko (Ayu Kitaura), Shigeru (Hiei Kimura) y Yuki (Momoko Shimizi) en un pequeño piso que acaban de alquilar. Los niños están encerrados, ninguno de ellos está en el registro (exceptuando a Akira, el mayor), por lo que no pueden salir de casa ni hacer ruido con el fin de no ser descubiertos. Ni si quiera van al colegio. You pasa poco tiempo en casa, y es Akira, quien a sus doce años, se comporta como padre de todos ellos. Un día You desaparece, dejándoles algo de dinero, y a partir de ahí el filme se centra en mostrar la vida de estos cuatro niños solos en la ciudad, sin tener a dónde ni con quién ir.

La película es así de extrema crudeza e hiperrealismo. Rodada en orden cronológico durante un año y con el propósito de asemejarse al documental (siendo así las mayor parte de las actuaciones improvisadas) vemos a los niños crecer, y vemos cómo pasan el frío del invierno, las flores de la primavera y el calor del verano. Y vemos cómo los niños viven su vida, en la intimidad -sólo afectada por la llegada de Saki (Hanae Kan), una joven que no va a clase y se convierte en su amiga-, cómo se relacionan entre ellos, como se dan fuerza, cómo se mantienen a base de su complicidad y encuentran momentos de felicidad y alegría, aunque sólo sea en una caja de chocolatinas, en unas semillas plantadas en vasos de plástico. Sin embargo también presenciamos momentos duros, pérdida de sueños, inevitables en una historia como esta que desgraciadamente tiene principio pero no final.

La película tiene la amplia duración de 141 minutos, cosa que quizá provoque un rechazo, contando con que el planteamiento inicial es bastante amplio (quizá unos tres cuartos de hora) y que cuesta adentrarse en el tono personal de la misma. Sin embargo, una vez pasado ese umbral es toda una delicia. Es pura poesía visual. Con una música sencilla (a base de guitarra acústica y ukelele) que acompaña algunas (escasas) escenas y una fotografía limpia, clara y brillante, cada plano es una imagen de belleza intrínseca, de encuadres tan acertados que son capaces de transmitirnos miles de sensaciones. Son muchas veces esas largas imágenes, en silencio, las más poderosas, las más sobrecogedoras, las que nos inundan, las que nos ponen la piel de gallina.

Y es todo esto lo que diferencia a este film de tantas otras obras de corte realista y temática social, que no vemos cielos nublados ni personajes amargados, vemos esperanza donde no la hay, vemos luz donde hay oscuridad. Y eso es quizá lo más duro. La película es sutil sobre todo en los momentos de mayor sufrimiento, logrando transmitir una pena, una tristeza, brutales. Y las actuaciones son todas soberbias, los niños están increíbles, y el premio a Yuya Yagira en Cannes está más que justificado, pues sólo ver cómo un niño soporta el peso de una película de estas características justifica su visionado.

En un mundo perfecto todo el mundo iría a ver esta película.
En un mundo perfecto no estaría basada en hechos reales porque cosas así no sucederían.

 

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7.54

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