“La canción de una guerra”

Recuerdo que lo único que me vino a la cabeza cuando he visto que emitían “Lili Marleen” en la televisión, no ha sido una imagen, ni una secuencia, ni un diálogo, sino una canción, un tema que fue algo más que una triste melodía, unas notas que traspasaron fronteras, que no conocían ideologías, que no tenía límites, era una balada que sentían todos los soldados, cualquiera que fuera su bando y se hizo inmortal en la memoria de los que lucharon hace más de sesenta años en la Segunda Guerra Mundial.

“Lili Marlene” cuenta la historia de Willie, una cantante alemana que cae bajo los brazos de un compositor suizo de origen judío llamado Robert. Por una serie de circunstancias, ayudadas también por un entorno prebélico, sus vidas y destinos se ven separados. Mientras, Willie empieza a cantar una canción llamada Lili Marleene, que se hace muy popular entre los soldados y que llama la atención de los altos mandos del Reich alemán. Detrás de este argumento, se encuentra una bella historia de amor entre Willie, que es interpretada por Hanna Schygulla, una actriz que posee un peculiar atractivo, una belleza acorde a como eran las mujeres de la época. Ella es conocida popularmente en la película como Lili Marlene e interpreta un papel de muchos sentimientos enfrentados, pero el que se antepone es su amor por Robert, interpretado por Giancarlo Giannini, que conoceréis por “Hannibal”, un hombre que se atormenta por la distancia que les separa. Tal vez Giannini sea la parte que flojea un poco en toda esta historia, su interpretación resulta poco expresiva, no transmite demasiados sentimientos, al contrario que Hanna, viéndose más pasional en la relación.

La virtud de esta película es su director, Fassbinder. No creo haber visto ninguna película suya además de esta, pero la dirección es impecable. Sabe utilizar el entorno que rodea a los personajes con exquisita soltura, siendo el fondo artístico, es decir decorados y objetos, una parte de la película. Es una delicia observar como enfoca multitud de secuencias a través de los ojos de un espejo, de atravesar una vidriera para darle más magnitud a una escena. Me ha resultado sorprendente no sólo esos detalles, lo que denota el buen trabajo del director, sino la bellísima utilización de planos de fondos muy largos, con los actores profundamente insertados al final, además de planos cortos, contraplanos, un ejercicio magistral de dirección. Fassbinder combina su dirección con una exquisitez en la fotografía, con escenas muy oscuras combinadas con el efecto de luz de una simple lámpara hasta planos donde la luz resplandece, siendo algo parpadeante. He hablado de su utilización de los decorados, pero los objetos juegan una parte fundamental, ya que se insertan en primer plano con cierto desenfoque, llenando cada plano con multitud de detalles, aunque en su contra juega esa ansia en terminar una secuencia y empezar otra, siendo en ocasiones un montaje difuso, aún así una dirección casi excepcional.

La parte musical sólo resulta llamativa cuando se interpreta Lili Marlene, donde en un par de ocasiones Fassbinder consigue transmitirnos todo el sentimiento que poseía esa canción en unas secuencias donde se intercala la canción con cierta escenas bélicas y vemos además la cara de los soldados. Son escenas muy emotivas, a mi sinceramente se me ha puesto un nudo en la garganta. Además vemos el ambiente que se respiraba en la Alemania nazi, con un oscuro glamour de cabarets y espectáculos de variedades, pareciéndose en ocasiones a un cierto estilo de neorrealismo como en “La caída de los dioses” o “Senso” de Luchino Visconti, pero subrayado con un aire de novela negra.
“Lili Marlene” siempre será recordada por su canción, pero aconsejo ver esta película para disfrutar del estilo visual y de dirección de Rainer Werner Fassbinder.