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Crítica - Smoke

Poster

'Para disfrutar de la magia'

07/02/2005 - Por Sycamore

(4/5)

El director Wayne Wang, el guionista Paul Auster y el actor Harvey Keitel han colaborado en los últimos años en distintos proyectos en los cuales alguno de los tres participaba. Todo comenzó con Smoke, la película que juntó a los tres en 1995 para realizar un relato coral de una esquina de Brooklyn, una fotografía de las vidas cruzadas de varias personas que rondan una tienda de tabacos. Cada uno de los tres completa su trabajo a la perfección logrando una película sólida y en apariencia intrascendente que sin embargo logra captar al espectador en su invisible magia y que nos lleva de lado a lado.

Las historias cruzadas son varias y Paul Auster nos las va presentado a través de sus personajes. Por un lado tenemos al dueño de la tienda de tabacos, un resuelto Harvey Keitel en uno de sus mejores papeles. También aparece William Hurt como escritor de éxito en crisis desde que se murió su mujer. En su vida se cruza un joven chico negro que escapa de unos matones. Entre ellos surge la relación más duradera y bella de la película, entre gente que no tiene nada que ver entre sí pero que comparten su soledad y el que sus vidas estén en punto muerto. A partir de aquí hay estupendos secundarios como Stockard Channing como la antigua amante de Keitel, que vuelve años después para anunciarle que tiene una hija, una Ashley Judd en uno de sus primeros papeles, corto pero intenso. También a Forrest Whitaker como padre del chico negro al que no ve desde hace 12 años. Todas las historias se cruzan y forman un conjunto costumbrista del Brooklyn de los 90 formado por gente que huye de su pasado y encara con incertidumbre su presente. Gente que no es especialmente hábil o inteligente pero que sin embargo afrontan las cosas como buenamente pueden.

El guión de Auster es el mayor acierto de la película. La manera de ir saltando de historia a historia es muy convincente y logra un equilibrio entre todas ellas. Además Auster nos regala algunas anécdotas y cuentos que no tienen que ver con la trama pero que suponen pequeñas metáforas y que son de por sí un regalo para el espectador. Destaca en este sentido el cuento de navidad de Keitel, perfectamente expuesto luego por Wang con su cámara, que es uno de los más extrañamente bellos que se hayan contado. Todo el reparto está a un buen nivel, destacando Keitel por encima de todos y Whitaker en su secundario pero completo papel. Wang en la dirección apuntó formas de lo que luego conseguiría en La caja china: la textura de sus imágenes y el ritmo son en todo momento el adecuado para el tono coral que invade toda la película.

Al final la metáfora más evidente es la afición de Keitel. Todos los días a la misma hora hace una foto de una esquina enfrente de su trabajo. Todos los días la misma esquina. En ella se ve gente distinta, se ven días nublados, con sol, con lluvia... fotos que son testigos de cada instante. Smoke es una más de esas fotos, una instantánea de las incompletas vidas de varios personajes que afrontan su incierto futuro. Una película para tumbarse en el sofá y disfrutar de la magia con la que Auster firma su mejor guión.

8/10

 

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