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Crítica - Felices Dieciséis

Poster

'No es una película fácil'

07/02/2005 - Por Sycamore

(4/5)

De las mil maneras distintas que se puede rodar una película "teen" o sobre adolescentes, está claro que Ken Loach iba a escoger la vía más trágica y pesimista de todas. Acostumbrado al cine social, a mostrar en la pantalla estratos de la sociedad menos favorecidos, Loach nos propone en Felices dieciséis que sigamos los pasos hacia la madurez de Liam, un chico de 15 años cuya vida no ha sido ni será un camino de rosas, con una madre en la cárcel y pocas esperanzas en el futuro. Que nadie espere un American Pie en este film.

La película arranca y termina con Liam, al que seguimos en aproximadamente un mes y medio loco en su vida, justo antes de cumplir los dieciséis del título, en el que se va viendo atraído y engañado por el mundo de las drogas. Liam no es drogadicto ni consume siquiera, simplemente usa las drogas para venderlas y así ir sacando un dinero rápido con el que cumplir sus sueños, principalmente el de vivir con su madre y su hermana solos cuando la primera salga de la cárcel. El amor a esa madre, oveja descarriada que vive una relación de dependencia total con su actual novio, es el que continuamente moverá los pasos de Liam y le hará creer que sus acciones tienen sentido por muy difícil que parezca. Con lo que el chico no cuenta es que con el mundo de la droga no existen los caminos de retorno y la situación se irá forzando poco a poco, ocasiones propicias para que Loach nos muestre lo crudo y directo que puede llegar a ser. En ningún momento habrá lugar para el respiro, para la condescendencia con la propia historia; Loach es duro, mucho más duro que en Sólo un beso, por ejemplo.

El argumento y el desarrollo de Felices dieciséis no sorprenden en exceso. A quien le guste Loach probablemente le convenza la película y quien esté harto de cine social y mundos marginales contados con realismo y sin efectismos, probablemente le aburra o piense que ya está bien de cine social, que él ve cine para divertirse. Loach lo ve con otros ojos, para él la cámara es un testigo mudo de nuestro tiempo que se mete en todos los rincones para rodar las miserias humanas. Formalmente la película no sorprende; el trabajo está sobre todo en el sincero guión de Paul Laverty y en la transparencia de Loach a la hora de rodar las escenas. Los actores, todos ellos desconocidos aquí, cumplen perfectamente y Martin Compston como Liam resulta completamente creíble. Una característica del cine de Loach es que los actores siempre están en la misma línea, sin alardes dramáticos excesivos pero con un nivel de credibilidad que hacen que la historia, que se basa en ellos, funcione.

Felices dieciséis continuó la senda de Mi nombre es Joe y abrió paso a Sólo un beso, que sin duda es la más optimista de las tres. Existen escenas en Felices Dieciséis, en esa Escocia gris y verde, que se quedan marcadas por su crudeza y dramatismo. No es una película fácil ni para todos los públicos, pero si uno le da una oportunidad a esta pequeña joya del cine social podrá podrá ver una historia sencilla contada sin tapujos y que golpea donde más duele con la sutileza del cine de Loach.

7,5/10

 

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