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Crítica - M, El Vampiro de Düsseldorf

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'La gran madre de obras maestras del cine moderno'

24/01/2005 - Por Sycamore

(4/5)

1931, Alemania: Llega el cine sonoro al país germano en un momento clave de su historia, con el nazismo ocupando cada vez más el poder y la voluntad de la gente. En esas circunstancias Fritz Lang estrena allí la primera película sonora del nuevo imperio que, tras una serie de títulos provisionales, inadecuados para el régimen, termina denominándose simplemente "M". Aquí en España le añadiríamos eso de "el vampiro de Düsseldorf" haciendo referencia a la ciudad donde ocurre la acción y confundiendo al personal al darle un carácter chupasangre al personaje cuando "simplemente" es un psicópata. Y se puede hablar del primer gran psicópata de la historia del cine, mostrado en todo su esplendor y desde varios puntos de vista; el film supone un estudio sencillo de la psicopatía en sí misma, del terror que inspira en la gente y del castigo a aplicar al psicópata.

La película arranca muy poco a poco, de menos a más, mostrándonos desde distintos puntos el efecto que está teniendo en toda la ciudad las tropelías de un psicópata que acostumbra a rondar niñas de 10 años para luego asesinarlas brutalmente. La policía está desbordada y cada vez usa métodos más peregrinos como las redadas o la incautación de documentos personales. Los capos de la ciudad están a su vez preocupados porque el punto muerto en que se encuentra la ciudad no les viene nada bien a sus oscuros intereses. Se ponen todos en su búsqueda y, tras 45 minutos de falso documental Fritz Lang desenvuelve finalmente el guión dándole un toque más cinematográfico, conorando en un estupendo debate sobre la pena de muerte. La trama está claro que hoy en día no sorprenderá a nadie pues desde 1931 se han hecho cientos de películas sobre la psicopatía. Hay que poner en perspectiva la película para captar el impacto que supuso en su momento y su importancia histórica.

Además de esto tenemos una dirección de Lang discutible pero con rasgos de la maestría que luego desarrollaría en Hollywood. El ritmo de la primera parte de la película es lento, confuso y sin lograr captar ningún tipo de suspense: casi parece más un noticiario que una película. A partir de ahí Lang nos muestra al protagonista y los acontecimientos se suceden con mucho más dinamismo y ritmo, mejorando la percepción al espectador. Las últimas escenas son simplemente grandiosas, dignas de estar en las vitrinas de cualquier historía del cine. El monólogo de Peter Lorre está cargado de melancolía y patetismo como pocos se han visto en una pantalla; es en ésta parte en la que adivinamos rasgos de lo que años después se consideraría Cine Negro. También sirve la película para entender lo que supuso el paso al sonoro. En toda la primera parte de la película ésta parece casi muda, apenas hay diálogo y éste puede ser traspasado a intertítulos con facilidad. Pero Lang sabe usar el sonido y lo demuestra con el famoso silbido que planea en toda la película y el debate final, inabordable para los intertítulos. El uso de Fritz Lang de un elemento puramente sonoro como es un silbido para resolver la trama dió muestra del potencial que tenía el nuevo sistema para el mundo del cine.

M puede ser una decepción si no ponemos en perspectiva la película. Habrá hasta quien crea que no es muy original y que es pastosa y aburrida. El film es un catálogo de cine clásico recién instalado el sonoro y filmada con un ambiente nacional muy tenso. Esa tensión se traslada a la pantalla perfectamente por Lang en un pueblo nervioso e intranquilo. Estamos ante el primer estudio de la psicopatía en la gran pantalla, la gran madre de productos como El silencio de los corderos, Seven y otras obras maestras del cine moderno.

7,5/10

 

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