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Crítica - Frenesí

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'Tomen nota los cineastas'

09/01/2005 - Por Sycamore

(4/5)

Dando los últimos coletazos de su vida cinematográfica, Alfred Hitchcock retornó a su Reino Unido natal y nos regaló una de sus películas más completas y características en su última gran aportación al cine: Frenesí. Muchos de los elementos que hicieron famoso primero y genio después al cineasta se plasman a la perfección en esta película de marcado carácter sajón y que constituye el final de un ciclo que comenzó en los años 20, en medio del cine mudo, con una película de temática parecida como fue El Enemigo de las Rubias. Puro Hitchcock destilado en cada uno de los fotogramas de una película que poco hacía sospechar que sería su penúltima.

Hithcock montó su trama a partir de una idea que le atraía: un psicópata que asesina a sus víctimas asfixiándolas con una corbata. Incluyó también como punto de partida una escena totalmente londinense que le atraía: el cadáver de una mujer flotando en el Támesis, a pocos metros de las Casas del Parlamento. A partir de aquí todo va sobre ruedas gracias a la típica trama hitchcockniana del hombre inocente perseguido por todos. Nuestro hombre en cuestión es inocente de los crímenes, lo sabemos, pero no tanto de ser un fracaso, un alcohólico y un auténtico maestro en estar en el lugar equivocado en el momento equivocado: todo pinta en su dirección. El auténtico asesino nos es mostrado rápidamente, sin giros dramáticos o juegos adivinatorios, como acostumbra Hitchcock: un apuesto comerciante que se transforma delante de sus víctimas y nos aterra con su contradicción hombre educado-hombre psicópata. En el medio de los dos y jugando en desventaja con el espectador, Hitchcock se permite la inclusión invasora en la trama de un protagonista del bando de los policías, aunque sólo sea para dar sus habituales cargas de humor y su particular homenaje a los detectives novelescos tipo Sherlock Holmes. No desentona pero tampoco es esencial; sus escenas sólo sirven para descargar la tensión y hacer recuento mientras su esposa nos relaja con algún guiño cómico.

Con todo esto como mera excusa Hithcock se asegura sus buenas dosis de escenas truculentas llevadas al máximo en las cuales puede desplegar todo su potencial como maestro del suspense. Particularmente brillante en la película e incluso en su filmografía la escena del camión es una delicia. Parece que en la etapa final de su vida Hitchcock recuperara alguna idea que en tiempos pasados era inviable técnicamente y nos dedica una escena de esas que parecen ideadas al margen del guión, como una idea suelta más. Hithcock nos manipula hasta tal punto y con tal brillantez que nos produce la paradoja de, aún deseando en el contexto global la derrota del asesino, desear que se salve de esta batalla y siga dando guerra. Nos pone en la piel del despiadado psicópata y nos hace caernos y romper dedos con él. Una delicia. Hitchcock puro.

Tomen nota los cineastas que hoy en día tratan de imitar el suspense del maestro. Tomen nota de cómo Hitchcock sabe que un asesinato es más terrible si lo imaginamos que si lo vemos, de que no importa el contexto de credibilidad de una escena si logramos que esa escena esté rodada a la perfección, de que si logramos llamar la atención del espectador, le tendremos en nuestras redes para hacer con él lo que nos dé la gana.

8/10

 

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