Situada temporalmente entre dos de sus grandes obras maestras, El Padrino I y II, La Conversación fue en su momento una película menor de Francis Ford Coppola que apenas llamó la atención a espectadores y crítica. Ha sido el tiempo el que ha colocado este film entre los más nombrados en la filmografía del gran director italoamericano. Su propuesta, novedosa en su tiempo por la herencia del caso Watergate, ha sido superada en films que han profundizado en las técnicas espiatorias (véase Enemigo Público mismamente) pero sólo en ese sentido, por otro lado inherente al progreso tecnológico, pues la caracterización del personaje principal y las metáforas de su trabajo y su vida constituyen un perfecto ejemplo de desarrollo de personajes en una película, sea cual sea el género.

En La Conversación todo gira en torno a la grabación que se hace a dos misteriosos personajes al comienzo de la trama y al protagonista que se encarga de tal grabación, un Gene Hackman en uno de sus trabajos más melancólicos y brillantes. En este punto conocemos a Harry Caul y sus inquietudes: su trabajo, su profesionalidad, su forma de vida, el reflejo de su trabajo en su espartana forma de existencia, etc. Esta primera hora de película se preocupa casi exclusivamente de que conozcamos a este extraño Harry Caul, un personaje del que se puede decir, en resumen, que vive más a gusto espiando a la gente que entre sus colegas del gremio. El secreto de su éxito está ahí y no en sus artes a la hora de realizar escuchas. Ni siquiera le vemos apasionado en su trabajo, simplemente su propia forma de ser le hace tener éxito involuntariamente. Una hora entera para estudiar, a través de diversas subtramas que flojean las más de las veces, la idiosincrasia del personaje, para luego afrontar el desarrollo de la trama.

En la última parte la conversación inicial se desenvuelve completamente a la par que vemos la degeneración del personaje hacia la paranoia, las dudas y el conflicto interno de un Gene Hackman desubicado. Sin embargo bien es cierto que por su propia fijación en Harry Caul y despreocupación de la trama, el guión no logra sorprendernos con el giro argumental y metafórico pues nos ha estado entreteniendo demasiado en desentrañar el interior de Caul. Es en este punto en el cual la película más flojea y nos deja a medias. Coppola no sabe captar al espectador dentro de la trama que escoge como mera excusa para mostrar lo que él desea, y además Harry Caul es un personaje demasiado frío y deshumanizado como para que logremos identificarnos con él y sufrir con él. La película cojea y le faltan un par de vueltas al guión y al personaje para lograr ser una obra maestra: se queda en un intento y una interesante propuesta y puesta en escena.

De lo que sí podemos congraciarnos viendo esta película es de admirar una actuación sublime por parte de Hackman, que alejado de otros violentos o cascarrabias papeles a los que nos tiene acostumbrados desde French Connection, nos muestra aquí su lado más vulnerable en un personaje contradictorio que de puertas afuera da la impresión de ser un genio en su negocio y que de puertas adentro es un fracaso que se deshace como un terrón de azucar en agua. También es interesante La Conversación para observar la progresión entre obras maestras de uno de los genios del séptimo arte, un agudo Coppola que sobre todo en las imágenes iniciales demuestra su maestría sabiendo cómo captar los sonidos, cómo dibujar el ruido y cómo filmar las interferencias.

7/10