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Crítica - ¿Bailamos?

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'Experiencia agradable sin efectos secundarios'

11/12/2004 - Por TXILI

(3/5)

Tal como confiesa Woody Allen, hay gente que por culpa del cine aborrece la realidad. Son personas que desde niños se han evadido con las películas, dejando atrás los problemas de su vida diaria. La mayor parte de ellos corresponde a la generación de la edad de oro del cine: de pequeños cada domingo en el cine del pueblo o barrio, un programa doble con mujeres fascinantes, galanes ingeniosos, áticos lujosos, héroes auténticos, misterios que siempre se resuelven, los buenos ganan a los malos... cuatro horas en un mundo maravilloso donde incluso a veces, los protagonistas se enamoran o pelean cantando y bailando. No es extraño que los niños que crecieron convencidos de la existencia (aunque lejana) de ese mundo, no hayan superado el inevitable desvelo de su ficción.

Para aquellos que se identifiquen en mayor o menor medida con lo anterior, “Bailamos” representará una experiencia agradable sin efectos secundarios: una comedia romántico-musical a la antigua usanza protagonizada por personajes cotidianos. La vida de John Clark (simpática interpretación del galán Richard Gere) está en el punto de rutina en el que cuesta distinguir un día de otro. Consciente de ello, decide apuntarse a clases de baile atraído por la melancólica silueta de la bella profesora Paulina (caracterizada por una algo distante Jennifer López.) Poco a poco el baile se irá introduciendo en la vida de John, ayudándole a ser feliz.

“Bailamos” es una nueva versión de la película japonesa “Dansu wo shimansho ka”, que Peter Chelsom, el director de “Serendipity”, traduce ambientándola en Chicago y transformando la característica sensibilidad oriental en una comedia musical americana. Evidentemente no se trata de un musical clásico al estilo de “La alegre divorciada” o “Sombrero de copa” donde los protagonistas eran formidables bailarines a quienes la cámara acompañaba suavemente sin apenas intervenir, pero tampoco es un musical moderno como “Moulin Rouge” o “Chicago” en los que la cámara se convierte en la protagonista indiscutible de los números de baile. En “Bailamos” se utiliza una fórmula mixta: se respira el ambiente clásico, pero es en la sala de montaje donde se marca el ritmo de las coreografías.

La evolución de John con las clases de baile genera distintas reacciones en su entorno, lo que da pie a un desfile de agradables personajes secundarios: Susan Sarandon llena la pantalla en su caracterización de Beverly, la mujer de Clark, y Stanley Tucci o Lisa Ann Walter aportan comicidad y humor a través de sus interpretaciones. Con todo ello la película se ve con facilidad y proporciona unas dosis de optimismo que el espectador agradece, especialmente al tratarse de personajes corrientes.
En el recuerdo quedarán algunas frases como la definición que hace Paulina de la danza “una expresión vertical de un deseo horizontal”, ejemplificado además en el tenso baile que protagonizan ella y Richard Gere. Pero quizás sea más representativa la pronunciada por Susan Sarandon: “Necesitamos testigos de nuestras vidas. Hay millones de personas en este planeta... Quiero decir, ¿qué representa entre esta multitud una vida? Pero en el matrimonio prometemos que nos preocuparemos de todo. Las cosas buenas, las malas, las terribles, las mundanas... todo ello, en todo momento, cada día. Decimos: tu vida no pasará desapercibida porque yo estaré presente, yo seré el testigo de tu vida”. Dicho de otro modo: la vida es como una película sin cortes, filmada en tiempo real y aunque no haya galanes ingeniosos, áticos lujosos, héroes auténticos etc. el amor proporciona espectadores generosos para el resto del metraje: estimulante propuesta ¿verdad?

 

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