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Crítica - Ad Astra

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'Pequeña historia en gran escenario'

21/09/2019 - Por Sergio Roma

(4/5)

Ad Astra
Director: James Gray
Intérpretes: Brad Pitt (Roy McBride) / Tommy Lee Jones (Clifford McBride) / Donald Sutherland (Coronel Pruitt) / Greg Bryk (Chip Garnes) / Liv Tyler (Eve McBride) / Ruth Negga (Helen Lantos) / Ravi Kapoor (Arjun Dhariwal) / Kimberly Elise (Lorraine Deavers) / John Finn (Stroud) / John Ortiz (General Rivas) / Loren Dean (Donald Stanford) / Alyson Reed (Janice Collins) / LisaGay Hamilton (General adjunta Amelia Vogel) / Donnie Keshawarz (Capitán Lawrence Tanner) / Anne McDaniels (Shunga Hologram) / Halszka Kuza (Bailarina) / Kimmy Shields (Romano)
Duración: 122 minutos
Sinopsis: Roy McBride es un astronauta hijo de Clifford McBride, el astronauta más condecorado de la historia, un mito viviente: el primer hombre en pisar Neptuno y también Saturno. Clifford entregó su vida al proyecto Lima, que se proponía hallar vida extraterrestre. [...]
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Estreno 20 de Septiembre de 2019

CRÍTICA




James Gray nos tiene acostumbrados a un cine tan intimista y tan soberbio en algunos aspectos (La Noche es Nuestra, Two Lovers, El Sueño de Ellis, Z, la Ciudad perdida…) como para intuir que no íbamos a estar ante una película más sobre epopeyas espaciales. Y efectivamente no lo estamos.

Ad Astra es, vaya por delante, una gran película de ciencia ficción, pero no sólo sobre viajes espaciales, sino también sobre viajes interiores, y sobre mundos por descubrir dentro de universos que terminan por resutar extraños.

Roy McBride (Brad Pitt) es un astronauta modelo, con grandes capacidades y con gran proyección en esa apasionante profesión. Pero sobre todo es el astronauta mejor cualificado para una misión trascendental: encontrar a un equipo espacial que se envió hace varios años y capitaneado por una persona muy especial para él, su padre (al que se creía muerto) en los límites del Sistema Solar, en Neptuno, con el riego de la supervivencia de toda vida conocida en el propio Sistema Solar. Una misión de alto riesgo, en todos los sentidos.

Por ello, la película se transforma en una peculiar road movie espacial, que llevará a Roy a viajar en primer lugar a la Luna, posteriormente a Marte y finalmente al último destino, Neptuno, donde tendrá que descubrir si su padre y su equipo siguen aún con vida y qué pretenden.

Como no podía ser de otra forma, dicho viaje va a acompañado de unos estupendos efectos especiales, que no lo son tanto por la espectacularidad que requieren, sino por la belleza de su disposición, por la paz calmada que transmiten y por la capacidad magnética de conformar un mundo delicado, un universo único.
Una técnica impecable que nos permite disfrutar del contexto de una manera muy sugerente, y donde la forma no arrasa con el fondo, ni viceversa.

La película es además dinámica e intensa, con alguna escena de acción, como una persecución de vehículos con piratas lunares, o una lucha dentro de la propia nave que va a realizar el viaje a Neptuno. Acción bien medida y con la intensidad justa.


(Más imágenes en su galería)



Gran parte del valor de la película, además de la estupenda dirección de James Gray, lo encontramos en la magnífica interpretación de Brad Pitt, en un papel dramático muy elegante y un papel de ciencia ficción muy personal, que confirma un gran año para el actor estadounidense y sobre todo grandes perspectivas de cara a un futuro muy prometedor en esta especie de renacer interpretativo. Aunque breve, también es destacable el papel de Tommy Lee Jones. Siempre aportando solidez al plano interpretativo de una película.

Pitt permite que nos adentremos en el mundo interior del astronauta McBride con toda la complejidad que conlleva no sólo ser astronauta, sino también ser hijo de astronauta con un padre al que se dio por muerto. La soledad, la distancia, los sueños rotos o la propia tristeza de no saber a dónde pertenece, conforman un universo íntimo al que Pitt da forma con gran acierto. El vacío de la vida y la complejidad de la distancia son temas que navegan constantemente en la inmensidad del espacio emocional.

Los primeros planos tan directos hacia los personajes buscan la conexión emocional con la aventura de los acontecimientos, al tiempo que rastrean cualquier tipo de sentimiento que pueda dar explicación a lo que está sucediendo al personaje y cómo va a afrontar los momentos más complicados. La grandiosidad del espacio en paralelo a la grandeza de las miradas.

El hecho de que se presente un futuro cercano y verosímil, hace que la película contenga siempre ese carácter de autenticidad tan necesario. Los excesos del consumismo, o la obsesión por arrasar con cualquier territorio dejando un halo de corrupción moral son los temas que Gray aborda con gran brillantez y los pone encima de la mesa en un plano de complicidad inherente con el espectador. Una particular visión de un cierto apocalipsis humano.

Hay una coherencia, a pesar de las diferencias de contexto con el cine de Gray, donde la familia tiene una importancia fundamental, así como las relaciones personales y el entorno. Un “cordón umbilical” que resultará apasionante en una nueva visión del regreso del hijo pródigo.

Es inevitable encontrar ecos de 2001: Una odisea del espacio o de Marte (The Martian), además de referencias literarias como "El corazón de las tinieblas", pero en última instancia la película tiene carácter propio y bebiendo de fuentes muy directas, se asienta en un personal mundo reflexivo y en un particular universo imaginario.

Alejarse para encontrarse. Huir para despertar. Como afirma el propio Gray, “la historia más pequeña posible, en el escenario más grande”.






@sergio_roma

 

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