El intimismo de Gus Van San

Películas como Descubriendo a Forrester las hay, y no pocas precisamente. Pero tan cuidadas como esta es más difícil el encontrarlas. El merito es sin lugar a dudas de su director Gus Van Sant, que consigue dar el toque perfecto a la cinta, dirigiendo a dos actores que dan lo mejor de sí mismos, a un guión de Mike Rich que lo merece.

Pero que tiene Descubriendo a Forrester que la haga especial. No podría afirmarlo con seguridad, pero lo que a mi me cala de esta película es la calma con la que todo discurre, el fluir de sentimientos de forma natural, sin forzar las situaciones, todo va pasando cuando debe. Sin duda las interpretaciones del dúo protagonista acompañan este ambiente de frustración contenida que rodea toda la historia hasta el final de la misma.

Sobre una base conocida, de chico humilde, de gran talento que deberá luchar por demostrar lo que vale, ayudado por un amargado escritor, se encierra mucho más. Descubriendo a Forrester fomenta sentimientos a favor de la amistad, la familia, la superación personal. Ambos personajes se ayudan mutuamente sin saberlo, de manera inconsciente al principio, y de forma premeditada al final. Esta relación maestro alumno da cuerpo a la película y la dota de ese carácter intimista que rodea los trabajos de Van San.

Por supuesto el mensaje de la película no deja indiferente, desde cualquier punto de vista, tanto desde el punto de vista del joven estudiante, como desde el del veterano escritor. Si tenemos que poner un pero al conjunto resultante, es la tentación que asalta al director en los minutos finales, donde se deja llevar por el sentimiento muy americano de la aprobación pública, el que haya visto la película me comprenderá.

No vamos a descubrir a Sean Connery, una larga carrera le avala y esta es otra buena interpretación a sumar a una larga lista. Pero si podemos descubrir a Rob Brown, un joven actor más que interesante, al que no he tenido la suerte de volver a ver en ninguna película a parte de en esta.

Sobre la BSO poco se puede decir, porque no está muy presente a lo largo de los 136 minutos, a pesar de la gran calidad del tema central, que podemos disfrutar en los momentos cumbres de la historia. Destacar la versión/mezcla llevada a cabo por Israel Kamakawiwo'ole de los dos míticos temas; Over The Rainbow y What A Wonderful World.

Es de agradecer que en este mundo de "dinero cinematográfico" todavía haya gente que se preocupe de hacer películas con mensaje, con trasfondo, basadas en sólidas actuaciones y en situaciones y sentimientos mundanos. Esperemos que Gus Van San no se canse de hacer este tipo de películas, porque suponen un soplo de aire fresco en esta industria idiotizada.