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Crítica - Pompeya

Poster

'Para qué esforzarse'

23/04/2014 - Por Evelio Barbero

(2/5)

Pompeya
Director: Paul W.S. Anderson
Intérpretes: Emily Browning (Cassia) / Kit Harington (Milo) / Jessica Lucas (Ariadne) / Carrie-Anne Moss (Aurelia) / Kiefer Sutherland (Corvis) / Adewale Akinnuoye-Agbaje (Atticus) / Jared Harris (Lucretius) / Sasha Roiz (Proculus) / Currie Graham (Bellator) / Melantha Blackthorne (Mujer) / Joe Pingue (Graecus) / Ben Lewis (Fulvius Fronto) / Alain Moussi (Gladiador) / Emmanuel Kabongo (Gladiador africano) / Jean Frenette (Jefe de esclavos)
Duración: 102 minutos
Sinopsis: Milo es un esclavo ahora erigido en gladiador que ama a Casia, la hija de un rico mercader que se ha prometido con un senador romano corrupto. Su futuro es incierto, y al estallar el Vesubio lo será aún más. [...]
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Estreno 25 de Abril de 2014

CRÍTICA



Hacía ya algún tiempo que no aparecía una película a mayor gloria de un efecto visual. Posiblemente desde la apocalíptica 2012, donde Roland Emmerich daba rienda suelta a toda su pirotecnia sin preocuparse demasiado por acompañarla de un guión con un mínimo de coherencia. Ahora, Paul W.S. Anderson se ha unido a su escuela manteniendo las mismas máximas: el que quiera guión que busque otra cosa, aquí hemos venido a romper cosas. Da igual que los hechos a contar tengan una base histórica. Da igual que puestos a manejar un presupuesto de altura se pudiera haber aprovechado para tratar de hacer un retrato digno de la época a reproducir. Da igual. Se supone que el público con los efectos especiales se va a dar por satisfecho. Pues hombre, solo hubiera faltado que ni siquiera hubieran estado a la altura.


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Descartada la posibilidad de hacer algo creativo, el objetivo es simplemente económico. Que sí, que a la larga, lo que buscan todas las películas es funcionar en taquilla pero las formas de conseguirlo difieren mucho de unas a otras. Aquí han ido a lo fácil. Lo importante es que el volcán pareciera real y las recreaciones virtuales de la ciudad dieran el pego. El resto es cortar y pegar trozos de otras películas que ya funcionaran en su día, no vaya a ser que intentemos hacer algo distinto y se nos desmonte el tenderete. Todos los productores saben que si Titanic reventó la taquilla no fue por el barco si no por la historia de amor imposible entre dos personas de distinta clase social. Pues ya está. Si la clase alta está representada por los senadores romanos y no había nada más bajo que los esclavos, algo había que inventarse para que el típico chico conoce chica encajara en la función. Y ahí es donde entra Gladiator (2000), otro éxito incontestable que tiene que funcionar por narices. Y de postre un malo malísimo que tenía manía persecutoria por el protagonista. Y ya está. El que busque más profundidad que se meta en una piscina infantil.

Y si hay que seguir el libro de estilo de Emmerich, se sigue a rajatabla. Un río de lava y piroclastos volando por los aires, está bien pero puede resultar repetitivo. Siempre hay hueco para temblores varios de tierra, incluso para meter un tsunami que tenía de muestra el estudio que les hizo las infografías y que ya puestos a tirar la casa por la ventana se podía aprovechar perfectamente en algún momento de la película. Y no hay más. Para qué esforzarse en algo más trabajado si al final esto es como Titanic, a poco que conozcas de la historia ya sabes como va a acabar. Es más, ya puestos, cualquiera que conozca un poco la trayectoria de Paul, ya sabe que de regulero no puede pasar el asunto.

 

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