En la mente del asesino
Director: Rob Cohen
Intérpretes: Tyler Perry (Dr. Alex Cross) / Matthew Fox (Picasso) / Jean Reno (Leon Mercier) / Rachel Nichols (Monica Ashe) / Giancarlo Esposito (Daramus Holiday) / Edward Burns (Tommy Kane) / John C. McGinley (Richard Brookwell) / Yara Shahidi (Janelle Cross) / Carmen Ejogo (Maria Cross) / Cicely Tyson (Nana Mama) / Chad Lindberg (Vincent Dardis) / Stephanie Jacobsen (Fan Yau) / Christopher Stadulis (Soon to Be Dead Man #1) / Sayeed Shahidi (Damon Cross) / Jessalyn Wanlim (Paramita Megawati)
Duración: 101 minutos
Sinopsis: El investigador de homicidios y psicólogo Alex Cross intenta dar caza al asesino en serie Picasso. Pero cuando el peligroso juego del gato y el ratón entre los dos hombres pasa a un terreno personal, Cross ve desafiadas sus convicciones morales [...]
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Estreno en España: 16 de Noviembre de 2012
CRÍTICA
Dice la máxima de la ley de Murphy que si algo puede salir mal, saldrá mal. Trasladado al cine, si una película tiene mimbres para ser mala, saldrá mala. Incluso puede que muy mala. Puede llegar a ser horrible. De hecho, propongo que la real academia de la lengua incorpore junto a la entrada de ‘despropósito’ una foto del cartel de esta película. Hay innumerables razones para que una cinta naufrague miserablemente. A veces la ha cagado el director, a veces el guión no había dios que lo levantara, a veces son errores de casting, a veces se hacen con cuatro duros y no se puede exigir más… A veces se alinean los planetas y una cinta con presupuesto medio y arropada por una saga que ya ofreció cosas decentes en el pasado consigue que todos los factores confluyan y salga algo tan insufrible como
En la mente del asesino.
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Toda película arranca en base a un guión y en este caso proviene de una novela a la que aquello de “basado en” le viene como anillo al dedo, tanto como aquello otro de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Además, dicha novela es la duodécima entrega de las aventuras del detective Alex Cross al que ya puso rostro
Morgan Freeman en las adaptaciones de las dos primeras entregas del personaje. Como suele ocurrir, tanta secuela no promete nada bueno y menos teniendo en cuenta que la saga va por la vigésima entrega y el autor viene despachando de cuatro a cinco novelas por año. A toro pasado lo encuentro bastante significativo. Aún sin saber qué pertenece a la novela y qué al guión, ya sorprende menos encontrar diálogos estúpidos (los tipos del metro), situaciones estúpidas (Ethan Hunt se pondría colorado ante el viaje por tuberías) y escenas estúpidas (Detroit debe ser diminuta, cuatro manzanas máximo. Desde la ventana de una víctima se ve el único restaurante de la ciudad donde por supuesto está cenando el detective).
A veces hay guiones malos que un buen director consigue maquillar un poco y sacar un producto al menos pasable.
Rob Cohen nunca ganará un Oscar. Nunca ha estado cerca y después de esto no creo que le dejen ni acercarse a la alfombra roja. Pero al menos durante un tiempo demostró que era capaz de hacer cine palomitero decente como en
Dragonheart: corazón de dragón o
Pánico en el Túnel por poner dos ejemplos. Aquí, ya de entrada la cinta tiene un estilo visual más cerca del telefilm que compra Antena 3 al peso para poner los fines de semana, que comienzas a ver mientras terminas de comer y te pones a recoger la mesa sin esperar al intermedio. Eso no tiene porque ser malo necesariamente. Hay cintas con looks similares que salen bastante aparentes, pero no en esta ocasión. Todo lo que asoma por la pantalla sugiere el cutrerío habitual de las series de medio pelo tipo
NCIS: Los Angeles de las que esta película podría pasar por un capítulo extendido. Encima es de los directores que piensan que si ruedas una pelea con un cámara epiléptico la cosa queda más guay.
Aún así, hay producciones pobres que al final salen medio airosas por el actor de turno que ha sujetado la función. Es evidente que tomar un personaje interpretado por
Morgan Freeman para hacerlo tuyo, muy pocos actores del planeta están capacitados para que la comparación no sea odiosa. Si encima pones al frente a un
Tyler Perry que tiene menos carisma que un plato de brócoli, la cosa empieza a producir sonrojo. He de reconocer que tenía bastante curiosidad por ver a
Matthew Fox desenvolverse en un personaje tan distinto al que le dio fama mundial por
Perdidos. La sensación ha sido de vergüenza ajena. No le salva ni la transformación física. Por culpa de un guión horrible y una dirección nefasta le veo serio candidato a los Razzies de este año.
¿Conoceis la expresión “no se lo deseo ni a mi peor enemigo”? Pues yo le deseo que vea esta película.