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Crítica - El Cascanueces 3D

Poster

'Renqueante salto en el tiempo'

20/12/2011 - Por Evelio Barbero

(2/5)

El Cascanueces 3D
Director: Andrey Konchalovskiy
Intérpretes: Elle Fanning (Mary) / Nathan Lane (Tío Albert) / John Turturro (The Rat King) / Frances de la Tour (The Rat Queen / Frau Eva) / Richard E. Grant (Padre) / Shirley Henderson (El Cascanueces) / Aaron Michael Drozin (Max) / Charlie Rowe (The Prince)
Duración: 110 minutos
Sinopsis: Corren los años 20 en Viena. María, una niña a de 9 años vive en una casa repleta de objetos encantadores y soledad. Molestada por su irritante hermano Max y desatendida por sus bien intencionados pero distraídos padres, añora la compañía [...]
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Estreno en España: 23 de Diciembre de 2012

CRÍTICA



Andrey Konchalovskiy, cineasta nacido en la extinta Unión soviética y cuya filmografía tiene como piedra angular, al menos popularmente, la inefable Tango y Cash, debió pensar que con los modernos alardes del cine por animación en los tiempos que corren, hay un tipo de cine, llamémosle infantil, llamémosle familiar, llamémosle incluso navideño, que en los último años está bastante en desuso. Ese cine de acción real que a modo de cuento clásico se transmite de generación en generación como si fuera una especie de legado familiar y que el tiempo acaba convirtiendo en auténticos clásicos del género. Películas como La Bruja Novata, el Willy Wonka protagonizado por Gene Wilder, o en una generación posterior la psicodélica Dentro del Laberinto, cada uno con su nivel de calidad, podrían entrar en este grupo que quizás sí necesitara un equivalente actualizado que no estuviera realizada a mayor gloria de unos efectos visuales de última tecnología.


(Más imágenes en su galería)



Si además el guión a rodar es una adaptación de un auténtico clásico, el camino parece bastante allanado, y el bueno de Andrey, anticipándose en el rodaje que no en el estreno, debió pensar que era buena idea desempolvar una obra concebida por su compatriota Tchaikovsky a modo de ballet sin sospechar que otra de sus obras iba a tener presencia activa en los Oscars a costa de El lago de los cisnes. Y la adaptación funciona a medias. Trasladar el ballet a una historia convencional no debió ser fácil por los mimbres que tenía para armar una historia con diálogos, pero la dirección artística y los exteriores naturales de Hungría suman los suficientes puntos para dar forma a este cuento sacado de otra época. Y tener un villano que le permite sin parecer ridículo soltar todo su histrionismo contenido a un casi irreconocible John Turturro, solo puede considerarse como punto a favor. Dada la edad del público potencial al que va principalmente dirigida y sin pretender tomarles por tontos como hacen otras producciones, el resultado cumple con su cometido.

La pega pasa porque todo lo positivo acaba donde empieza lo negativo. Por ejemplo, supongo que por tratar de situar la historia en un momento histórico concreto, la aparición episódica y totalmente intrascendente del señor (supuestamente Sigmund) Freud, y la absolutamente intrascendente e innecesaria aparición, más allá de sentenciar que en este mundo todo es relativo, de todo un Albert Einstein como tío de los niños protagonistas, cuyo gran y casi único aporte a toda la historia es aparecer como ilustre portador del preciado regalo sobre el que gira toda la película. Se descarta que el libreto de Tchaikovsky sugiriera algo parecido. Y hablando del libreto, si bien la partitura original acompaña todo el metraje con una banda sonora que sin saber muy de donde resulta que conocemos casi en toda su extensión (buena parte de culpa tendrá cierta escena de Top Secret), lo que produce más de un chirrido es la incursión de letra a las composiciones instrumentales.

No es precisamente justo cargar las tintas sobre un protagonista infantil, pero la habitualmente buena presencia que da Elle Fanning (la hija no repelente de los padres de Dakota) en pantalla, se ve lastrada por una dirección irregular y la problemática que supone rodar escenas con compañeros digitales. Aunque la pobre lo arregla cada vez que sonríe, el caso es que se tira media película sin saber muy bien a que parte de la pantalla verde mirar. Está claro que la muchacha tiene fúturo en esto como bien ha demostrado algo más crecidita este año en Super 8, pero hay algo que de repetirse puede acabar con su carrera casi antes de empezar. Por Dios, que alguien le diga que no vuelva a bailar delante de una cámara.

El público y el tiempo serán los que juzguen si dentro de una década o más esta cinta llega a parecerse a alguna de las películas citadas en el primer párrafo. Buenos principios y regulares finales hacen que hoy por hoy esté bastante lejos, pero solo por intentar esta especie de salto en el tiempo tampoco es cuestión de ser muy duro con ella.

 

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