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Crítica - La Playa (2000)

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'¿Qué es el paraíso?'

09/09/2010 - Por TXILI

(3/5)

La Playa (2000)
Director: Danny Boyle
Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Richard) / Tilda Swinton (Sal) / Virginie Ledoyen (Françoise) / Guillaume Canet (Étienne) / Robert Carlyle (Daffy) / Peter Youngblood Hills (Zeph) / Saskia Mulder (Hilda) / Paterson Joseph (Keaty)
Duración: 113 minutos
Sinopsis: Un joven aventurero. Las ganas de conocer nuevos mundos y nuevas experiencias. El mapa de una isla. Un viajero que se corta las venas. El misterio. Una pareja de franceses. El paraiso en la tierra. Leonardo Dicaprio. Confictos personales. Celos. Un [...]
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CRÍTICA



Después de una agradable cena con amigos, en la típica conversación filosófica que surge gracias a los efectos relajantes de un buen vino, hablando sobre los derroteros de nuestras vidas, el stress de la ciudad y los lugares soñados para vivir, me ha ocurrido en más de una ocasión, que alguien haya mencionado la película “La Playa”. Cuando la estrenaron en el cine el año 2000 no la vi, pensando que se trataba de un producto puramente comercial hecho a medida de Leonardo DiCaprio, aprovechando su popularidad a raíz de la reciente “Titanic”. Nada más lejos de la realidad.

Richard (Leonardo DiCaprio) es un joven veinteañero de viaje por Tailandia buscando emociones nuevas en su vida. En el hotel de Bangkok donde se hospeda, conoce a tres personajes que le cambiarán la existencia irreversiblemente: Daffy (RRobert Carlyle), un desequilibrado que dice haber estado en el paraíso y le entrega un plano para llegar a él y una joven pareja de franceses, Françoise (Virginie Ledoyen) y Ettiene (Guillaume Canet), que le acompañan en busca del edén.

¿Qué es el paraíso?: ¿Un lugar? ¿Una persona? ¿Una experiencia? ¿Una emoción? ¿Un sentimiento? … Si no sabemos cómo es lo que buscamos, ¿nos daremos cuenta cuando lo encontremos? ¿Es eterno el paraíso? ¿Cómo empieza, cómo se transforma, qué lo transforma y cómo acaba? ¿Puede el paraíso convertirse en infierno? ¿El paraíso es para todos? ¿Debemos compartirlo? ¿Quién tiene el derecho de admisión? ¿Cuáles son los méritos y quien los tiene? ¿Hay vida después del paraíso?

Todas las religiones se esfuerzan en no dejar pregunta sin respuesta y algunas sitúan el paraíso en el cielo, más allá de la muerte. Pero la verdad es que los interrogantes siguen abiertos y cada vida es una singular búsqueda de la felicidad. Como si de una religión se tratara, “La Playa” también da respuesta a las dudas anteriores. Y lo hace con sorprendente firmeza, subrayando cada una de sus tesis. Lástima que en más de una ocasión recalque en exceso y derive en redundancia. La voz en off de Richard acompaña toda la narración y en más de una ocasión explica lo que cinematográficamente ya ha quedado claramente expuesto en la escena. En otras ocasiones la actitud corporal y las miradas de los personajes evidencian perfectamente el mensaje, pero sin embargo lo remachan con el diálogo. Incluso la memorable sentencia final del film es una nueva síntesis de lo explicado magistralmente en imágenes durante el metraje anterior.

¿Les suena el siguiente planteamiento televisivo?: Se aísla a un grupo de jóvenes de la civilización, para que convivan formando espontáneamente una nueva comunidad. Los espectadores somos testigos de la evolución de la comunidad y de la transformación de los individuos, mientras los protagonistas se sorprenden de lo extraño de su propio comportamiento. Efectivamente es la base de los reality show televisivos y me parece curiosa la coincidencia del estreno de este film con los primeros pasos de los programas de convivencia en las televisiones de todo el mundo. En “La Playa”, Danny Boyle traslada “Gran Hermano” al paraíso.

Allí, en el edén, todo debería ser perfecto, pero tampoco lo es. El miedo asume un protagonismo silente. El ser humano lo lleva como esencia: miedo a la muerte, miedo a perder, miedo a lo desconocido, miedo a lo diferente, miedo al cambio, miedo al castigo, etc. En “La Playa” el tiburón lo simboliza perfectamente: en su primera aparición no existe, es sólo una broma, en su segunda aparición es pequeño y sirve para presumir frente a los demás, pero en su tercera aparición siembra el dolor y la muerte. Paradójicamente necesitamos el miedo para sentirnos vivos, tal como dice el propio Richard al presentarse “en busca de, por qué no admitirlo, algo peligroso”.

El miedo altera la moral de los protagonistas. Curiosamente en el film son los franceses los que mantienen intactos sus valores, mientras que los americanos los adaptan a las circunstancias. Al final, el peso de la consciencia es insoportable. La alteración del orden moral afecta al equilibrio emocional de los personajes y acaba por expulsarles del paraíso.

Confesémoslo también: la mejor recomendación que nos pueden hacer sobre un lugar a visitar, es que los turistas no lo conocen. Así nos sentimos más intrépidos y especiales.¿Cuántos de nosotros no miramos con aire superior o compasivo a aquellos que van en grupos a los lugares más típicos soportando colas, calor o frío y alguna que otra trampa turística? Nosotros no viajamos como turistas, ni nos comportamos como ellos. Eso lo hacen los demás. Pero cuidado, pensemos que mientras acusamos señalando con un dedo, hay tres dedos que nos apuntan directamente.

 

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